Toledo
Jesús Fernández «Saturno» vuelve a Toledo tras la huella de Tristana
El actor ciudadrealeño fue uno de los elegidos por Luis Buñuel para coprotagonizar una de las películas emblema del cine español
Los primeros rayos de sol, en un caluroso día de junio en Toledo acompañan en su recorrido cinematográfico a Jesús Fernández (Torralba de Calatrava, 1950). Más conocido como «Saturno», aquel entrañable sordomudo que con su ingenua mirada seducía a la bellísima Catherine Deneuve , protagonista de la inolvidable «Tristana» , que ha cumplido 50 años desde que se rodó por diversos escenarios de la capital regional.
Jesús camina con paso lento, seguido del equipo de grabación del documental «El regreso de Saturno», donde rememora y renueva con imágenes actuales los lugares en los que filmó el genio de Calanda (Teruel), Luis Buñuel , la historia de «Tristana», basada en la novela homónima de Benito Pérez Galdós. Este rodaje servirá como homenaje a todos los que hicieron posible la película que se estrenó en 1970, recibiendo numerosos premios y el halago de la crítica de la época.
En el documental, dirigido también por Jesús Fernández y realizado por el joven toledano Jorge Chavero -con guión de Cristian Lázaro-, el veterano actor refleja sus sensaciones al reencontrarse con los espacios donde se rodó el largometraje de Buñuel, 50 años después. Volverán a aparecer lugares como San Pedro Mártir, el Cigarral de Loreto, oculto en lo alto de las montañas que rodean Toledo, Santo Domingo el Real, el Hospital de Tavera, la estación del ferrocarril, el paseo de Recaredo y la casa del protagonista, Don Lope (Fernando Rey), en frente del Pasadizo de Balaguer, en la calle de la Ciudad.
Jesús se ríe al ver que la céntrica plaza de Zocodover ha cambiado mucho y poco quedan de las imágenes que Buñuel recreó durante un mes en aquel frío mes de noviembre de 1969, consiguiendo para su filme un ambiente provinciano y propicio para sus galdosianos personajes en unas angostas calles, muy adecuadas para la historia que traía entre manos el director turolense.
El actor cuenta que trabajar con Buñuel fue un sueño. «No me lo podía creer. Había oído hablar de él y sabía que era uno de los grandes del cine. Así que yo, un hombre humilde, de una barriada pobre, que fuera el elegido, entre 500 personas, pues ya me dirás. Nervioso sí que estuve», rememora.
Tras ser elegido en el casting, se incorporó al rodaje. «Don Luis me dijo que buscaba a alguien mágico. Que tuviera una mirada ingenua, que aparentara 15 años, pero al mismo tiempo que pareciera un hombre de 20 años . Que mezclara pureza e ingenuidad. Así que, cuando me vio, Buñuel dijo:¡Quiero a éste!, comenzando mi historia en el cine», afirma Jesús, que abandonó la ciudad para dirigir sus pasos a Garganta la Olla, una pequeña localidad de la comarca extremeña de La Vera. «Llegué allí como Carlos V pero sin gota», responde entre risas. En ese municipio ha encontrado su «lugar y disfruta de su vida bohemia». Tiene una pequeña casa con una huerta y gallinas. El resto del tiempo, lo dedica a escribir poesía y romances.
En esta vuelta a Toledo, Jesús recuerda que el primer día de rodaje estuvieron en el Cigarral Loreto. «Creo que Buñuel me manipuló mágicamente para que yo hiciera lo que él quería con ese personaje. Con el tiempo me he dado cuenta de que fue una experiencia maravillosa e inolvidable porque lo que soy hoy en día se lo debo a don Luis».
El intérprete vuelve a recuperar para ABC las historias que vivió durante el mes de rodaje en Toledo. Habla de sus compañeros de reparto. A Catherine Denueve (la belleza europea por excelencia), la define como una «mujer fría y distante» . «Me hacía bromas, aunque hablaba mucho más con Fernando Rey. A mí me gritaba siempre: ¡hey, tú, pillo! porque no dejaba de mirarla. Ella sabía que pocas personas podíamos resistirnos a dejar de admirar su belleza», repite para reconocer que hablaron «lo justito», al no poder comunicarse con la actriz francesa.
Por el contrario, es más elocuente al hablar de sus compañeros Fernando Rey (Don Lope), ese viejo caballero libertino que le trató como si fuera su hijo. «Siempre me cuidaba y me ayudaba. Era un hombre muy amable y cordial. Cercano a la gente», repite. Y a la gran Lola Gaos (Saturna, la fiel criada) la consideraba una mujer vital, llena de fuerza que dedicaba a sus compañeros de rodaje las mejores palabras de cariño. «Lola representaba un poco al pueblo, a la gente humilde y a las personas honestas».
No guarda buen recuerdo de Franco Nero, un personaje que fue impuesto a Buñuel, al tratarse de una coproducción y le tocó al director de «Viridiana» asumirlo. «Era el guapo de turno», sentencia.
Aunque su personaje, el sordomudo Saturno, era tan solo un episodio en la novela de Galdós, Buñuel le brindó un protagonismo que no esperaba. Quizá —rememora— por la sordera que padecía el director de «El discreto encanto de la burguesía» y «Los olvidados».
«Es curioso, pero en el guión había una escena en la que manteníamos relaciones sexuales con Catherine. Fíjate que Buñuel, que era muy inteligente, la suprimió. Pero no por censurar. Lo que hizo fue cambiarla por una mirada. Que mis ojos expresaran todo el deseo y lo que sentía en el interior...», remarca el actor, que ha trabajado con cineastas como Francisco Regueiro, Miguel Picazo y con los italianos Roberto Rossellini, con quien rodó «Socrates», una serie para televisión, y con Sergio Corbucci. Y así ha estado durante 30 años de carrera, compaginando el cine, la televisión y la literatura.
Cuenta que este largometraje se rodó en los años 70, cuando ya estaba como ministro de Gobernación Manuel Fraga, quien le advirtió a Buñuel: «Luis, libertad total, pero no la vayas a liar. Haz lo que quieras, pero jolín... uhhh», cuenta Jesús de aquel encuentro entre el político conservador y el cineasta.
Poco a poco llega para rememorar la escena del balcón en el que la actriz francesa se ofrece a Saturno. «Es un plano clave del filme. Tristana se abre la bata ante mis ojos, como diciéndome: Aquí estoy, mírame». Mientras, Luis me decía por detrás:«Abre los ojos, pero sin exagerar. Lo que él no sabía era que mi asombro, no era solo por el desnudo sino por la amputación de la pierna. Nunca he dejado de pensar en Catherine. Fue mi amor platónico», repite mientras se aleja por una de las calles aledañas a Zocodover.