Antonio Illán Illán
Tambores (y artistas) que seducen
El vertiginoso ritmo de TAO hizo vibrar las paredes del auditorio «El Greco»
El auditorio del palacio de exposiciones «El Greco» ha acogido un espectáculo esencialmente de percusión, aunque bien lo podemos considerar multidisciplinar, pues también incluye danza, música no percutida, como la flauta japonesa, y se podría decir que gimnasia rítmica.
TAO, The Samurai of the Drum apabulla con su fuerza, su ritmo, su excelentísima y precisa coordinación de efectos, su movimiento y esencialmente sus tambores y la manera de tañerlos. Es un espectáculo de alma japonesa que ha fascinado a públicos de todo el mundo.
No sé si el extraordinariamente entrenado grupo de percusionistas que toca los tradicionales tambores Wadaiko intenta con sus coreografías hacernos llegar algún tipo de ritual, propio de la cultura tradicional japonesa, pero nos da igual entrar o no en los profundos vericuetos del país del loto o del sol naciente; lo verdaderamente importante es que estos atletas, y lo son en estricto sentido, son seductoramente atractivos y te hacen sentir el endiablado ritmo como si todas las fibras del cuerpo fueran acompasadas.
Fascinante, excelente, extraordinario, hipnótico, impresionante son adjetivos que sirven bien para calificar lo que hace esta compañía japonesa , que no se ha bajado del carro del éxito desde que se diera a conocer en el «fringe» del Festival de Edimburgo en 2004. La batalla musical con banda sonora de ritmo hipnótico incluye coreografías sobrehumanamente sincronizadas al milímetro. Si no supiéramos que son personas, podríamos pensar que lo que vemos en el escenario es obra de robots.
La presencia de TAO, The Samurai of the Drum en el escenario toledano y su gran aceptación por el público viene a demostrar que es posible un entretenimiento moderno y de calidad, aunque tenga su base en otras culturas y en tradiciones antiguas. La cultura y la calidad son atemporales y, por eso, se mantienen y gustan al público de cualquier edad y de cualquier parte del mundo. Es evidente que el espectáculo, aunque esté basado en la ancestral cultura japonesa está diseñado a la medida de la sensibilidad de un público más occidental; sin embargo, esto no desmerece ni un ápice el buen trabajo que los samuráis realizan sobre el escenario.
En suma, un espectáculo que merece verse alguna vez en la vida. El público en pie aplaudió con ganas y con tanta fuerza como si tocara los tambores. Y, sí señor, la ovación fue sobradamente merecida.