«Hay que recuperar las raíces de la fiesta de difuntos cogiendo lo mejor de Halloween»
El historiador toledano Gonzalo Rodríguez García ofrece una conferencia este jueves, a las 19.00 horas, en la librería «La madriguera de papel»
Llega la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre y los jóvenes se disfrazan y se tiznan la cara de negro, en mascaradas multitudinarias, como si de una catarsis se tratara. Esta imagen, que bien podría tratarse de la típica fiesta actual de Halloween, es la que se repetía hasta el siglo XIX en muchos pueblos de España. Allí, además de estas costumbres, en las noches de santos y difuntos también se pintaban y se iluminaban tubérculos -las llamadas calaveras de ánimas- a la entrada de las poblaciones o en el cruce de caminos para ahuyentar a los malos espíritus o santas compañas, al igual que se hace hoy con las calabazas.
Estas y otras tradiciones son las que dará a conocer Gonzalo Rordíguez García (Toledo, 1975) , doctor en Historia y socio-gerente de la empresa Paseos Toledo Mágico, que este jueves ofrece en la librería «La madriguera de papel» de Toledo, a las 19.00 horas, la conferencia «El origen de Halloween y su presencia en España» . En ella, la pregunta que dirigirá a todos los asistentes será la siguiente: «¿Qué pinta ahora celebrar en España una fiesta completamente anglosajona, ajena a nuestra tradición?»
En declaraciones a ABC, Gonzalo Rodríguez García defiende que, frente a aquellos que quieren celebrar Halloween , hay que buscar el origen de esta festividad y su presencia en España. «Lo que nos llega de Estados Unidos es, en realidad, la fiesta cristiana de santos y difuntos».
El historiador toledano explica que esta fiesta, que se festeja el 1 de noviembre, se celebra desde la Edad Media, ya en tiempos de Carlomagno, y con ella se recuerda a los muertos que han sido santos, pero que la Iglesia no ha sabido que lo eran y no aparecen en el santoral. Y, al mismo tiempo, están todos aquellos difuntos que no están en el cielo pero tampoco en el infierno, sino en el purgatorio, a lo que se recuerda el día 2 de noviembre, en lo que se llama la fiesta de ánimas.
En un proceso de un siglo y medio, desde la época de Carlomagno hasta el siglo X, con la expansión de la Orden de Cluny, que extendieron este tipo de cultos por Europa, lo que se hizo fue establecer en el calendario que los días 1 y 2 de noviembre se celebrase la fiesta de santos y difuntos.
Pero, para saber el origen real de este tipo de festividades, «hay que remontarse a los cultos paganos, algo que hizo propio la jerarquía eclesiástica , adaptándolo y haciendo coincidir las fiestas paganas precristianas con los santos y difuntos», comenta Rodríguez García. Las culturas paganas también celebraban a sus muertos en estas fechas de noviembre, ya que consideraban que era cuando el más allá y el más acá estaban más próximas entre sí.
De este modo, lo que llega hasta nuestros días es un residuo de la antigua fiesta cristiana de santos y difuntos, cuando la gente acude a los cementerios a recordar a sus muertos, pero a su vez tiene raíces paganas del mundo celta y romano. Estos cultos llegaron a España antes del cristianismo y subyacieron durante siglos después, casi hasta el siglo XIX, como las fiestas populares de las castañas de muertos, las calaveras de ánimas, los cortejos de gente muerte en Extremadura, la güesa leonesa, la hueste antigua o la Santa Compaña en Galicia.
Estas fiestas, señala el historiador y guía toledano, tenían lugar en el mundo rural y, conforme fueron avanzando los tiempos, languidecieron debido a la despoblación a partir de mediados del siglo XIX. «Al mismo tiempo, la Iglesia, que era consciente de las raíces paganas de estas celebraciones que no le gustaban, siempre quiso llevarlas a la interpretación más católica de la muerte», apunta.
Antiguas costumbres en España
Así, una de las costumbres asociadas a estos festejos que pone de ejemplo Rodríguez García tenía lugar la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre, cuando los lugareños visitaban los cementerios con la cara tiznada de negro, en representación de la muerte, «como si de una catarsis se tratara».
Otra de las tradiciones que existía en España era aquella en la que los jóvenes salían las noches de santos y difuntos para cumplir con ritos de iniciación y de tránsito a la vida adulta. Se vestían de negro y, de manera transgresora se adentraban borrachos en el bosque o en el campo, simbolizando a la propia muerte e incluso al diablo. «De ahí, la imagen de las brujas relacionadas con Halloween, ya que que la jerarquía eclesiástica culpaba a estas mujeres de realizar cultos paganos como los de las noches de santos y de ánimas», subraya.
Y otra de las costumbres que ahora ha vuelto a ponerse de moda debido a Halloween, aunque ya existía antes, son las calaveras de ánimas, que son tubérculos pintados e iluminados en las entradas de los pueblos o en los cruces de caminos para ahuyentar a las procesiones de ánimas o santas compañas, al igual que se hace ahora con las calabazas.
Todas estas costumbres, explica Rodríguez García, decayeron en España hasta casi desaparecer, muy al contrario de lo que sucedió en los Estados Unidos, donde en el siglo XIX comenzaron a llegar un gran número de inmigrantes procedentes de las zonas rurales de Irlanda. Estos irlandeses, que conservaron sus tradiciones paganas más vivas, se instalaron en el sur y en el este del país americano, especialmente en Nueva Inglaterra, donde con el tiempo estos festejos pasaron de ser una tradición a un producto de «marketing» gracias al cine y la televisión.
Ejemplo de este cambio de tradiciones son algunas películas como E.T., en la que el niño protagonista, Elliot, lleva a su amigo extraterrestre disfrazado por la calle en una noche de Halloween. «Es por ello que la cultura pop extiende esta imagen nueva y comercial de la fiesta de difuntos , que es la que se globlaliza y ha vuelto a Europa y España hasta nuestros días», afirma.
La conclusión del historiador toledano es la siguiente: «Halloween es una fiesta de ida y vuelta. Existió, languideció y volvió a nosotros con las vestiduras irlandesas y estadounidenses. Pero yo lo que planteó es que España debería recuperar las raíces de la antigua fiesta de difuntos cogiendo lo mejor de la tradición irlandesa, que son muchas cosas, pero sabiendo que nosotros ya contábamos con una gran parte de ess costumbres».
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