Peridis: «Los poetas enseñan a los niños la luz que viene de lo alto»

José María Pérez, más conocido como «Peridis», además de dibujante, humorista y escritor, fue el arquitecto de la Biblioteca de Castilla-La Mancha

José María Pérez «Peridis», con un libro en la mano Jaime García

M. CEBRIÁN

«Me tocó ser el arquitecto de esa obra. Siempre pensé que el Alcázar de Toledo tenía que ser un gran centro cultural para la ciudad y para toda España y lo es, en gran medida, con el Museo del Ejército y con la Biblioteca Regional». Así recuerda a ABC, en sus 25 años, José María Pérez «Peridis» su labor al frente de las obras de la Biblioteca de Castilla-La Mancha.

-¿Qué situación se encontró en el Alcázar antes de la obra de la Biblioteca de Castilla-La Mancha?

-Me encontré una situación relativamente compleja porque el Alcázar de Toledo está cargado de historia dramática. La obra consistía en una reutilización de una parte del edificio para algo que tenía que ver con el Quijote precisamente, con el discurso de las letras y de las armas. Esto es algo que se puede trasladar a la división del edificio, ya que arriba, en la última planta y en los torreones están las letras en la biblioteca y en el resto está la historia de las armas y del ejército. Por eso, considero que el uso que se le dio fue el correcto, puesto que su función de cuartel militar ya no era útil. La gestión fue compleja pero no difícil porque el general responsable y director de la Academia de Infantería en aquel momento, Luis Alejandre, ofreció una colaboración muy cortés y enriquecedora.

-¿Cuáles fueron los principales escollos a los que se tuvo que enfrentar para su construcción?

-El Alcázar siguió funcionando como museo y como cuartel militar en una parte y nosotros tuvimos que subir al último piso los materiales de construcción valiéndonos de maquinillos. La obra fue compleja, ya que poner en valor una zona que anteriormente había sido escuadrilla no era fácil, pero los espacios eran muy generosos y adaptamos absolutamente el programa de necesidades de la biblioteca al edificio, sin forzarlo. Yo pedí que colaborara conmigo algún responsable bibliotecario y afortunadamente tuve la ayuda del que hoy es precisamente director del centro, Juan Sánchez. Gracias a ello, el equipo de seguimiento, formado por la Junta de Comunidades, por los arquitectos y por los militares, trabajamos muy bien para conseguir el gran reto de que la gran Biblioteca de Castilla-La Mancha estuviera en el centro de Toledo.

-¿Cree que la solución arquitectónica que se dio fue la más adecuada?

-En aquel momento había un planteamiento inicial para hacer la entrada a la biblioteca por la puerta principal del Alcázar, pero no fue posible y hubo que cambiarla a un lateral y el proyecto quedó distorsionado. Como el edificio tenía grandes espacios, en primer lugar, pudimos hacer la gran sala de lectura, de la cual estoy muy orgulloso porque, en alguna medida, estéticamente y funcionalmente, es deudora de la del Escorial, con un estilo clásico. También está la sala Borbón Lorenzana, que era importantísima y conseguimos encajarla como una biblioteca del siglo XVIII-XIX, además de la hemeroteca y otros puntos. De este modo, lo que eran unos espacios desangelados y difíciles de acondicionar se convirtieron en unos espacios muy acogedores.

-¿De qué parte de la biblioteca se siente usted más orgulloso?

-La parte que más me gusta es la sala de lectura y lo que yo llamo el “pasillo de los japoneses”, que es el corredor donde está la entrada a la sala Borbón Lorenzana y donde hay una hilera de ventanas por las que se puede disfrutar de las mejores vistas de las alturas de Toledo, de ahí el nombre que le he dado. De hecho, les sugerí cobrar cinco euros por fotografía tomada para así sufragar los gastos de la biblioteca (es broma). Además, conseguimos que en la fachada principal, en la sala de lectura, se hiciera una entreplanta para libros desde la cual se ve la ciudad. Es de los trabajos de toda mi trayectoria profesional como arquitecto de los que me siento más orgulloso. De hecho, mi máxima satisfacción era, cuando se instaló la iluminación al final de la obra, y volviendo a Madrid de noche, ver que había luz en toda la planta superior del Alcázar. Yo recordaba emocionado los versos de Rilke, en los que dice: «Los poetas enseñan a los niños la luz que viene de lo alto».

-¿Qué le parece que la Biblioteca de Castilla-La Mancha se haya convertido en uno de los lugares más visitados de Toledo, por delante de otros monumentos?

-Me llena de alegría porque este espacio tiene mucho encanto, ya que incorpora al edificio del Alcázar un valor añadido extraordinario. Hace que los ambientes sean más acogedores, la lectura invita al silencio y con paredes llenas no solo de estanterías y muebles, sino también de vida, como las que nos cuentan los libros, sus personajes y los autores que los escribieron.

-¿Qué es lo más bonito que ha escuchado, leído o le han dicho de su obra?

-Una vez iban unos niños por uno de los pasillos y escuché que uno le decía al otro: «Oye, esta biblioteca es muy acogedora». En unos tiempos en los que la arquitectura es muy fría, poder hacer algo que haga a la gente sentirse como en casa, rodeado de libros y de personas que van a lo mismo que tú, para crecer como personas y ensanchar el espíritu, me parece maravilloso.

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