Antonio Illán Illán
«El pequeño poni», una obra dura, dura
Acoso escolar y otros conflictos en esta obra representada en el Teatro de Rojas por María Adánez y Roberto Enríquez
Título: El pequeño poni . Autor: Paco Bezerra . Compañía: Producciones Faraute . Dirección: Luis Luque . Intérpretes: María Adánez y Roberto Enríquez . Escenografía: Mónica Boromello . Vestuario: Almudena Rodríguez . Iluminación: Juan Gómez Cornejo . Vídeo: Álvaro Luna . Música: Luis Miguel Cobo . Escenario: Teatro de Rojas .
Excelente texto el de Paco Bezerra , con demasiados hilos en la madeja para tejer unos cuantos ovillos teatrales, emocionales, dramáticos, donde los conflictos se suceden sin solución de continuidad. No es solo el acoso escolar; aparece el trato poco profesional de algunos centros en la detección y la solución de los conflictos de acoso; está el típico padre entrometido que pierde los estribos y entra en el colegio como Pedro por su casa; se manifiesta también el problema de no comprender la diversidad y no respetar la diferencia; es evidente el conflicto de pareja, la comunicación con voces y tacos, es decir, el desequilibrio, y la disparidad de criterio con respecto a la educación de los hijos, así como el engaño con chantaje emocional de padre a hijo; está presente la madre que tiene conciencia de no querer a su hijo ¡que ya es hilar en lo extraordinario, aunque haya casos!; y se entrevé el niño rarito en algún sentido que no se especifica, pero que se intuye, y que, en esa situación volcánica, pierde el sentido y la conciencia. Es una obra dura, con mucho meollo argumental, quizá demasiado, lo que desvirtúa un tanto el asunto del acoso escolar que se anuncia y con el que comienza el drama, y que finaliza de forma un tanto surrealista con una solución mágica que cierra un nudo muy real y racional.
Esa sustancia concentrada se ofrece en unos diálogos ágiles muy bien llevados por María Adánez (la madre) y Roberto Enríquez (el padre) muy bien equilibrados por el director, Luis Luque .
El pequeño poni apunta hacia el problema candente del acoso escolar (que es el ascua en el que prenderá la llama de otros acosos y actitudes posteriores). Lo que está bien claro es que, cuando se hace evidente, cuando estalla una crisis de acoso, no es el mejor momento para establecer soluciones. Por eso, la reflexión que nos ofrece la obra es esencial para la prevención, para saber qué hacer y, muy especialmente, en el universo de la familia. Sí, el centro escolar está en el eje conceptual de la obra, pero son la madre y el padre los que enfrentan un diálogo esclarecedor.
Aparece el trato poco profesional de algunos centros en la detección y la solución de los conflictos de acoso
Cualquier miembro de la comunidad educativa, a poco que piense con un poco de lógica, sabe que el conflicto que supone un caso de acoso es un proceso, no un acontecimiento puntual, y que debiera ser en el inicio del proceso, con el conflicto todavía empezando, cuando se debieran tomar las medidas adecuadas. Esta obra es significativa precisamente por facilitar esa toma de conciencia que debe llevar a una labor fundamental de prevención, en la familia y en la escuela, que, quizá en demasiadas ocasiones, queda olvidada. Lo urgente no debe hacer olvidar lo importante. Y para prevenir el acoso hay que tener conciencia de que puede estar sucediendo y no vale la reflexión o el golpe de pecho mirando hacia atrás y pensando en lo que se pudo hacer y no se hizo.
Sin embargo la obra no es un tratado de sociología ni de organización escolar, ni de buen desempeño familiar; es más bien un retrato de todo lo malo que se da en ese contexto, retrato, a veces exagerado, como es el trato que se da a la institución escolar (y no digo yo que no haya casos de mala gestión, como en la obra, pero lo generalizado es lo mucho bueno que se hace en este campo).
Asunto complejo para una dramaturgia en la que el interés se centra más en el conflicto que en los personajes, que ni son buenos ni son malos, sino todo lo contrario, o sea, unas veces nos parecen buenos unos y otras otros, depende del enfoque que va dando el texto y sesgo que acentúa el director. Tanto es así, que llega un momento en el que hasta la víctima, el niño de diez años acosado por llevar una mochila colorista con unos dibujos animados muy conocidos, se nos pinta no precisamente como un modelo: desobediente, sin hacer caso a los padres, engreído y un poquito cargante. Sin embargo no podemos pensar que todos son víctimas, pues más víctima que todos es Luismi, el niño, que sufre la agresión de los compañeros de clase, con la vista gorda o la connivencia del director del colegio, y luego el desconcierto y la intolerancia de los padres e, incluso, el desamor. En cierto modo, el niño es el prototipo de muchos de los niños que estamos creando en esta sociedad de ausencias emocionales, el gran olvidado por todos.
Para prevenir el acoso hay que tener conciencia de que puede estar sucediendo
En este estado de cosas es correcto no apostar por un enfrentamiento de malos y buenos, sino que se busque un prisma de muchas caras con actitudes y conceptos diversos que están en todos los conflictos: el miedo, los prejuicios, la sobreprotección y el chantaje emocional a los hijos, la hipocresía, la frustración, la decepción, la soledad, el engaño, la denuncia, el desamor, la incomunicación o la inseguridad.
Lo teatral, lo bueno de todo esto es que tanto cambio de actitudes, de emociones, de situaciones y de matices de los conflictos obliga a María Adánez y a Roberto Enríquez a realizar un trabajo interpretativo encomiable en un duelo dialéctico permanente, que no da tregua. Él y ella están estupendos sobre las tablas y demuestran que se manejan maravillosamente en la profundidad del teatro tanto mejor que en la liviandad de las series televisivas. Y con ellos, por supuesto Luis Luque que tiene que dirigir con diapasón para que el tono esté siempre en su sitio y no se escape en estridencias innecesarias. Incluso las lentas transiciones de escena vienen bien para dar un respiro al espectador y permitirle que se vaya adecuando a un cambio de plano del discurso narrativo-dramático.
Como ya es moda, la escenografía sencilla, de estética fría, muy adecuada al contenido de la obra, ha recurrido a lo cinematográfico, muy buen trabajo para crear ambiente y sin entrometerse en el proceso dialógico. Monica Borromello en lo escenográfico y Álvaro Luna en el video-creación han compuesto un tándem perfecto, bien ayudado por la iluminación de Juan Gómez Cornejo .
El pequeño poni es una buena lección para jóvenes y adultos… una buena manera de despertar en todos los miembros de las comunidades educativas y de la sociedad el deseo y anhelo de una convivencia en positivo. Esto es lo que se debiera programar muchas veces en las campañas de teatro que se ofrecen a los alumnos y alumnas de Educación Secundaria.
El teatro de Rojas, lleno, aplaudió con ganas un buen espectáculo sobre la realidad, que lleva a la reflexión sobre algo que tenemos todos, de una manera o de otra, en nuestro ámbito vital.
Noticias relacionadas