Orquesta Barroca de Sevilla: un concierto con gusto, arte y oficio en el claustro de la catedral de Toledo
Alta cultura y alta música es la que ha aportado también a este segundo concierto de otoño el Festival de Música El Greco
El Festival de Música El Greco en Toledo ha encontrado un lugar magnífico para su última entrega, el concierto de la Orquesta Barroca de Sevilla titulado «Viaje al Parnaso» y compuesto esencialmente por «concerti grossi», la forma musical creada en Italia en el siglo XVII, que ha tenido lugar en el claustro de la catedral de Toledo, contando con todas las recomendaciones sanitarias. Prácticamente al pie de la torre recién restaurada , el lugar se ha manifestado como un espacio idóneo para un acontecimiento de estas características, si bien estaría mucho mejor que este tipo de actos se programasen con una temperatura que no te deje los pies helados.
El claustro de estructura arquitectónica gótica, ornamentado con cierto romanticismo, ha albergado un concierto barroco. La suma de elementos culturales enaltece aún más el evento. Y un valor añadido de los conciertos que tienen lugar en la catedral toledana, no me cansaré de decirlo, es el que aportan las palabras de su deán en los prolegómenos, un hombre de profunda cultura y discurso redondo y perfecto; en esta ocasión hizo un recorrido sintético explicando las características del claustro, la simbología de sus rincones y sus aspectos bíblicos; es un placer oír hablar a una persona como don Juan Miguel Ferrer.
Alta cultura y alta música es la que ha aportado también a este segundo concierto de otoño el Festival de Música El Greco en Toledo, tras el anterior de Nereydas. Las obras de autores muy conocidos del Barroco son siempre un plato de gusto. La buena música para perder su encanto ante el público solo puede correr un riesgo: que se toque mal. Por supuesto ese riesgo no lo ha corrido la experimentada Orquesta Barroca de Sevilla, que sonó de maravilla interpretando un programa, que en sí mismo era un conjunto de “bestsellers”: Concerto grosso Op. 6 n. 3 en do menor y Concerto grosso Op. 6 n. 4 en Re Mayor, de Arcangelo Corelli (1653-1713), Concerto grosso Op. 6 n. 4 en la menor, de Georg Friedrich Haendel (1685-1759) y el Concierto para violín en La menor, de Johann Sebastian Bach. Es música que suena y resuena en el oído, incluso de los no melómanos, ligando notas que si una parece bonita (ya sé que este no es un concepto de rigor crítico, pero sí de la sensación de personas no muy duchas en lo musical), la siguiente aún lo parece más. La expresiva música de Corelli, se complementó con la expansiva de Haendel y profundizó en la emoción con la armoniosa estética y las sutilezas de Bach, con su tono más vivaldiano que corelliano. Ha sido este un concierto para dejar contento al público que escucha y con el que quedan satisfechos los profesionales que lo interpretan, y más si lo hacen con el gusto, arte y oficio de la OBS.
La violinista holandesa-italiana Cecilia Bernardini ha actuado como concertino y directora musical de este programa y ha llevado a la agrupación por un sendero ameno , guiando a la tropa instrumental con su intensa mirada y la expresividad de sus ojos y con el lenguaje corporal que incluía alguna que otra genuflexión. Su autoridad ha sabido contener en su tiempo justo una música que en los Corelli hay quien tiende a desbocarla. Al lado de la concertino siempre parece que pone pausa y tranquilidad Pedro Gandía, a su vez director artístico de la orquesta desde hace ya muchos años, y en frente, Leo Rossi, comandando los segundos violines, que siempre establece el diálogo ajustado; el bajo continuo, la tecla y la cuerda pulsada han cumplido su función como los mejores.
El violín Amati (1643) que toca Cecilia Bernardini, préstamo de la Netherlands Music Instrument Foundation, ha sonado de maravilla; en especial por su protagonismo evidente en los dos movimientos del concierto de Bach, en los que la retórica musical, donde busca más la lírica que la épica, como la lingüística del deán de la catedral, fue de una delicada y equilibrada elocuencia. Bien es verdad que un Amati, un Guarneri, un Stradivarius o cualquier otro de lutier histórico o moderno no hacen buena música solos, y de ellos se puede afirmar aquello que dijo el poeta sevillano del arpa: “¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas como el pájaro duerme en las ramas, esperando la mano de nieve que sabe arrancarlas!”. Las manos, no de nieve, que han arrancado el brillo de las notas al Amati han sido las de la experta y versátil violinista, que parece querer destacar lo delicioso de la música, más que el posible espectáculo tan propio de violinistas habilidosos.
En suma, un feliz encuentro este de la música barroca , la OBS, el claustro de la catedral, el Festival de Música El Greco y una hora poco habitual para un concierto en Toledo, las doce de la mañana de un sábado. La alta cultura y la alta música son una verdadera satisfacción en una ciudad de alta cultura, alto patrimonio y alto valor. Es estupendo que esto exista y que haga posible que los recintos se llenen, como esta mañana, y que en ellos haya gente joven, incluso niños. Ese es el que parece el buen camino para una sociedad que reflexiona y gusta de algo más exquisito que el frívolo entretenimiento colorista. El aplauso y las caras lo decía todo al final del concierto, algo así como: ¡queremos más!, ¡que esto siga!, ¡la cultura es segura y es alimento para una sociedad mejor!