Nuria Espert: «Sin Federico García Lorca, yo hubiese sido una actriz pequeña»

La gran dama de la escena llega este sábado al Teatro de Rojas de Toledo con el «Romancero gitano», con el que retoma al poeta granadino

La actriz Nuria Espert
Francisca Ramírez

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Otra vez el poeta Federico García Lorca ha unido a Nuria Espert y Lluís Pasqual para poner en escena «Romancero gitano», el primer libro del autor granadino que se publicó hace más de 90 años . El espectáculo se construye en torno al poemario, en el que se van entrelazando lo romano, lo cristiano, lo árabe, lo judío y lo gitano. Con esta obra llega Espert este sábado a Toledo, para teñir su interpretación con las palabras de Lorca. «Cuando recito sobre el escenario todo lo que digo nace de él», avisa, para puntualizar que en su trayectoria teatral siempre ha estado presente su amado «Federico».

Con una voz muy cálida y suave, Nuria Espert (Santa Eulalia, l’Hospitalet, 1935), responde que ella, al igual que Lluís Pasqual (director de la obra), son unos enamorados de García Lorca. Y razón no le falta, ha sido una luminosa «Yerma» y ha conseguido los mejores halagos de la crítica con «Doña Rosita». Pero también del público, su referente cuando sale a escena.

Además, la actriz recuerda que ella también se atrevió con Lorca y dirigió en Londres «La casa de Bernarda Alba» , sin apenas hablar inglés, pero aceptó el reto. «La vida de Lluís y la mía han estado marcada por Federico García Lorca. Él siempre ha estado en medio de los dos», asegura.

Y antes de la siguiente pregunta, la intérprete interrumple para enfatizar que sin Lorca en su carrera, «hubiese sido una actriz pequeña». Por eso, para subirse de nuevo al escenario vuelve al autor granadino con «Romancero gitano», que le permite además evocar aquella época juvenil en la que su padre le recitaba estos poemas.

¿Entonces, su esencia teatral es lorquiana?

Sí, es verdad. Con una carrera tan larga, como la que he tenido y tan llena de cosas, Federico está en el centro. Él creo una Yerma inolvidable y una Doña Rosita la soltera, insuperable. Lorca es siempre el que abre todas las puertas. He hecho giras por todo el mundo con estas piezas teatrales. Estuvimos en Irán, Egipto, en las tres américas, en la Unión Soviética, en Europa. Años y años con este autor. Así que puedes imaginar el amor y la deuda de gratitud que tengo con Federico.

El espectáculo habla de lo romano, lo cristiano, lo árabe y lo judío.

Sí. Todos ellos aparecen en esta obra. Incluso uno de los árabes tiene un nombre que pienso que el público se va a quedar perplejo. Así debió ser cuando los amigos de Federico estaban escuchando el «Romancero gitano». Igual sabían quién era. A mí me parece ver áquel prodigioso andaluz, Omar Ben Hafsun, que me costó aprenderlo porque no pintaba nada en medio de los romances. Pero como lo es cribió el poeta, así lo conservamos. Escenificamos los poemas y ese el secreto del éxito de este romancero. También hay más personajes. No hay una sola voz diciendo algo, sino que esa voz intenta explicar todo. En esta obra se produce un misterio extraño que me llevó a elegirlo. Lo seleccione porque creí que cada uno de los romances se pueden convertir en una obra de tres actos, como Bodas de sangre o Yerma. Son profundamente teatrales, en el sentido más bello de la palabra y llegan directamente al corazón, que es lo que hace el teatro.

Viene además a la llamada Ciudad de las Tres Culturas.

Así es. García Lorca pensaba que ese fue el momento de oro de España. Áquel período en que personas que pensaban de forma diferente no tenían ninguna dificultad en ser amigos y ser generosos con aquellos que no tenían los mismos pensamientos. Ahora esa convivencia sería imposible.

¿Qué espera encontrar en esta ciudad?

Pues encontrar toda esa belleza que me corta la respiración. Hago mucho de guía en Toledo porque cuando algún amigo viene a visitarme, pienso que esa ciudad es uno de los sitios donde he trabajado y he dejado rastros de amistad. Después me convierto en un cicerone precario, pero llevo a mis amigos para que se queden con la boca abierta ante las vistas de esa ciudad única y tan bonita.

Superados los 80 años, ¿en qué cree?

¿En que creo?. Creo que esta es una edad preciosa, en la que ves que las cosas que te han importado muchísimo, ya no te importan. Otras por las que habías pasado así, un poco por encima, porque estabas demasiado ocupada y no te parabas, ahora te detienes y lo analizas. Además, tengo a los libros que me siguen acompañando. Son mis maestros, mi hobby y mi diversión. Soy afortunada porque tengo una familia preciosísima. Y eso me hace profundamente feliz.

Algunas personas afirman que usted sigue siendo tímida. ¿Es así?

Sí, es verdad. Me cuesta muchas veces atravesar un restaurante de punta a punta. Aún me cuesta. Lo juro.

¿A qué edad se quiere retirar de los escenarios?

Creo que me pararán. Me parará mi cuerpo, la memoria o el público. O quizá porque dejarán de llegar los contratos. Es mejor no pensar. Todo se irá decidiendo, sin que yo haya intervenido.

Su amor por el teatro es inmenso, ¿pero qué siente cuando sale al escenario?

Lo que más me gusta es saber que se va a acabar. Que esa inquietud y ese malestar que tengo cuando empiezo terminará en una hora, tres, cinco horas. Me han preguntado si soy feliz sobre el escenario. Nunca soy feliz. Soy feliz cuando ha terminado y pienso en todo lo que he representado.

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