Julia Navarro: «El pasado es cosa de los historiadores, no de los politicos»
La exitosa escritora madrileña ha venido este miércoles a presentar a la Biblioteca de Castilla-La Mancha de Toledo su última novela, «Tú no matarás»
«Tú no matarás, hijo, porque ningún hombre vuelve a ser el mismo después de haber quitado la vida a otro hombre» . Este mensaje cargado de amargura de un padre republicano a su hijo da título a la última novela de Julia Navarro (Madrid, 1953) , que este miércoles ha sido presentada en un abarrotado salón de actos de la Biblioteca de Castilla-La Mancha de Toledo. La historia comienza en la posguerra española, recala en ciudades como Lisboa, Alejandría, Vichy o Santiago de Chile y regresa donde comenzó, pero ya en plena Transición.
Sin querer destripar la novela, el título «Tú no matarás» es la frase que le dice su padre a Fernando, uno de los protagonistas. Como ya hizo en «Dispara, yo ya estoy muerto» o en «Dime quién soy». ¿Por qué ha utilizado de nuevo este recurso?
Porque refleja muy bien la novela y su leitmotiv . Trata sobre la conciencia y la venganza, y esa frase resume muy bien la historia que contiene.
Por cierto, ¿para cuándo se podrá ver la adaptación audiovisual de su novela «Dime quién soy»?
Creo que dentro de un mes empezará el rodaje, después de un largo proceso de negociación. Están buscando localizaciones y se está contratando a los actores, e Irene Escolar va a ser la protagonista.
Al leer la sinopsis de «Tú no matarás», mucha gente puede decir: «Otra novela más de la guerra civil y la posguerra». ¿Cómo les animaría para que se lancen a leerla?
Este libro no trata sobre la guerra civil. En él hay muchos elementos: hay historia, intriga, aventura, introspección, ... Pero, sobre todo, es una novela de personajes, ya que a mí lo que me interesa es indagar sobre la condición humana. Y eso es lo que los lectores se van a encontrar, como en mis anteriores obras, independientemente de cual sea el escenario donde se muevan. Así, aunque hable de la guerra civil española, del exilio, de la II Guerra Mundial o de espionaje, la novela es mucho más que eso. Yo no aspiro a contar la historia, para eso ya están los historiadores, sino que me intereso por las pequeñas historias de individuos.
Catalina, una de las protagonistas de la novela, dice al respecto de la guerra civil española: «Perdimos todos». ¿Está de acuerdo con esa afirmación?
Yo creo que una guerra civil lo que deja es un panorama de miseria absoluta, en el que incluso los vencedores, como en el caso de la española, ganaron, pero ¿qué España quedó? Un país lleno de represión, fusilamientos y pobreza. No creo que nadie se pueda sentir orgulloso de esa España. Incluso los que ganaron perdieron el futuro, ya que el país estuvo sumido en la oscuridad durante cuarenta años, al margen de lo que eran las naciones democráticas europeas.
En cualquier caso, ¿cree que es útil remover el pasado o sería mejor pasar página?
La historia hay que conocerla para entender quiénes somos, de dónde venimos y por qué somos lo que somos. Me parece imprescindible el conocimiento del pasado, pero creo que es cosa de los historiadores, no de los políticos.
¿Qué opina de la exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caídos?
Estoy absolutamente de acuerdo. No es normal que un dictador tenga un mausoleo público y, mucho menos, que esté enterrado con sus víctimas. Me parece lógico que esté en un lugar privado donde quiera su familia, y no en la catedral de la Almudena, por donde millones de personas pasan todos los años. Me parece una burla. El Estado tiene instrumentos suficientes para resolver este problema.
La novela empieza en el Madrid de posguerra y acaba en el Madrid de la Transición. Usted ensalza este último periodo como un proceso único de la historia de España. ¿Qué significa para usted?
Yo soy hija de la Transición y dí mis primeros pasos en periodismo en este periodo. Tuve la suerte de poder contarla, ya que me parece algo importante que hicimos todos los ciudadanos. La Transición no fue obra de cuatro políticos, como dicen algunos, sino que fue fruto de la voluntad de los españoles que querían pasar la página del franquismo y que España se convirtiera en un país democrático.
Su novela narra la historia de tres amigos (Fernando, Catalina y Eulogio). ¿Qué es más poderosa para usted: la amistad o la ideología?
Al final las afinidades selectivas están ahí. Uno siempre termina siendo amigo de personas con las que tiene cosas en común, pero ello no significa que no puedas ser amigo de personas que no piensan como tú. En esta historia, Fernando y Eulogio son hijos de republicanos, mientras que Catalina es hija del bando nacional, y entre ellos prima la lealtad y el afecto.
La amistad, la culpa, la venganza, los fantasmas del pasado o el peso de la conciencia son algunos de los ingredientes de la novela. ¿Cómo los mezcla todos ellos en la coctelera para que ninguno desentone?
En mis novelas hay una tremenda curiosidad por saber cómo es el ser humano. Lo que yo hago es un viaje al interior de las personas intentando que afloren todas esas grandes pasiones que anidan en su corazón. Lo que los lectores encuentran en mis libros es eso, un paseo por nuestras partes recónditas.
Su novela es también un homenaje a la literatura como profesión, ya que los protagonistas son libreros, editores y traductores.
Es una novela sobre libros y este es mi pequeño homenaje a la literatura. Quizá porque para mí leer es una necesidad, creo que todos necesitamos que nos cuenten historias, y así ha sido desde el principio de los tiempos, porque es la mejor manera de conocer el mundo y de conocernos a nosotros mismos.
Ha dicho que esta novela es en la que más se ha implicado desde el punto de vista emocional. ¿Por qué?
Cuando estaba buscando documentación sobre cómo era la España de los años 40 sufrí un shock, ya que una cosa es conocer los hechos históricos y otra muy diferente es ponerte a buscar el día a día de la gente, cómo vivía, qué comía, en qué trabajaba, cuál era su sueldo, … Todo ello supone indagar en el alma de las personas y eso me produjo un desgaste emocional porque no podía olvidarme de mis abuelos, que vivieron aquella época. Por eso, tuve que guardar la novela en un cajón y la rescaté tres años después.
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