Rafael del Cerro Malagón - VIVIR TOLEDO

Las grandes hechuras pictóricas de San Cristóbal

En Toledo, además de unirse a un espléndido paraje con vistas a los Cigarrales y a la vecina Judería, también se relaciona este santo con alguna de las tradiciones populares de la Catedral encarnada en una gran pintura mural, renombrada popularmente como San Cristobalón

Una parte del fresco dedicado a san Cristóbal en la Catedral de Toledo. Obra de Gabriel de Ruedas (s. XVII)

RAFAEL DEL CERRO MALAGÓN

En Toledo , el nombre de san Cristóbal, además de unirse a un espléndido paraje con vistas a los Cigarrales y a la vecina Judería, también se relaciona con alguna de las tradiciones populares de la Catedral encarnada en una gran pintura mural, renombrada popularmente como San Cristobalón , al lado de la ornamentada puerta de los Leones y del Órgano del Emperador . Se dice que es una de las mayores representaciones existentes (40 pies decían, algo más de 11 metros de altura) dedicadas a este santo en el orbe cristiano. El autor fue el pintor toledano Gabriel de Ruedas, artífice del arzobispado de Toledo en el XVII, si bien parece que, en 1638, pudo repintar este fresco sobre otro anterior que ya existía en 1549, según señalaba Blas de Ortiz en la descripción que hizo entonces del templo primado.

También, en la Catedral, pero menos visible y conocida, hasta un suceso acaecido en 2008, es la existencia de una talla de madera dedicada al mismo santo insertada en el gran retablo policromado del Altar Mayor. Y es que, el 1 de enero de aquel año, en plena celebración de una solemne misa, de modo inesperado, la imagen se desprendió y cayó desde 15 metros de altura, fragmentándose en varios trozos, como recoge el detallado informe que realizó el académico Ángel Fernández Collado , ac tual Obispo Auxiliar de Toledo. La talla fue restaurada de inmediato, añadiendo el informante que, tras la festividad de san Ildefonso de aquel mismo mes, sería repuesta en su lugar.

La piadosa historia de san Cristóbal indica que era un cananeo pagano, llamado Réprobo, que murió víctima de las persecuciones del emperador Decio (249-251). Su culto se extendió desde Oriente al sur de Europa, figurando su hagiografía en la célebre Leyenda Dorada, obra del siglo XIII, debida al arzobispo genovés Santiago de la Vorágine, que reúne las vidas de casi doscientos santos como modelos de conductas ejemplarizantes. El libro, carente de sólidas raíces documentales, recogía arraigadas tradiciones piadosas y supuso la base para consolidar la iconografía ─dibujada, pintada o esculpida─ propia de cada personaje venerado. Cada uno sería representado con un pasaje de su vida, los atributos de su martirio u otros elementos que se repetirían a lo largo del tiempo y en cualquier lugar. Así, la imagen de san Cristóbal ( Cristoforo , el que lleva a Cristo) arraigó como un gigante llevando sobre sus hombros a Jesús Niño ─ que porta, a su vez, la bola del mundo en la mano─ mientras cruzan una corriente de agua con una palmera como báculo. Tal escena, desde el punto de vista iconológico, es continuadora de mitos y figuras antiguas como las alusivas al barquero Caronte que guiaba las almas a su destino; la del titán Atlas soportando la bóveda celeste por imposición de Zeus o la escultura de Praxíteles dedicada a Hermes con Dioniso niño .

Y es que la leyenda de san Cristóbal le mostraba como un gigante que deseaba servir al rey más poderoso que hubiese. Tras no hallarlo, a sugerencia de un ermitaño que lo convirtió al cristianismo, se puso al servicio de Cristo como sencillo ayudante de los viajeros que precisaban vadear un caudaloso río. En cierta ocasión fue un niño quien solicitó su ayuda que resolvió subiéndolo a sus hombros. Cristóbal se sorprendió al notar que el peso del pequeño era enorme mientras avanzaba entre las aguas. Cuando atravesaron el río, ante su asombro, el pequeño le reveló: «Tú no solo has tenido en tus hombros el peso del mundo, sino al hombre que lo creó. Yo soy Cristo, tu rey, a quien tú has servido en este oficio». Este pasaje sirvió de base para que los artistas modelasen en cualquier templo la figura de un gigante hercúleo con un indefenso niño cruzando un río y, siempre, trazado con grandes proporciones frente a las demás imágenes devocionales que hubiese en el mismo templo.

La hagiografía medieval detalla que Cristóbal propagó el cristianismo por Asia Menor sufriendo prisión, diversas torturas y la decapitación en la ciudad de Licia. Ciertas crónicas señalan que parte de sus reliquias llegaron a la isla croata de Rab y otras a Toledo, nada menos que en el 258, ¡apenas unos años después de su martirio!, agregándose más restos en el 828, procedentes de Valencia, sacados de allí en el siglo VIII ante la ocupación musulmana. Lo cierto es que el nombre arraigó en Toledo al otorgarse a una parroquia que se pudo erigir, en el siglo XII, sobre una anterior mezquita en el barrio de Montichel .

La devoción a san Cristóbal creció por Europa y América hasta el siglo XVII. La escena del santo gigante, pintada al fresco o en grandes lienzos, pervive en infinidad de templos españoles (Burgos, Cuenca, Murcia, Pamplona, Sevilla Valencia… ), así como en el arte religioso hispanoamericano. A partir de la Contrarreforma decayó la presencia iconográfica del santo y, en 1969, desaparecía del calendario litúrgico del rito romano católico revisado por el Concilio Vaticano II. Sin embargo, recibiría un renovado fervor desde los nuevos viajeros del siglo XX, ya como patrón de los conductores de vehículos.

Un denominador común de la estampa cristobalina es que siempre fue ubicada en los templos, cercana a cualquier puerta hacia la calle, pues la religiosidad popular reconocía en san Cristóbal ─al igual que en otros santos abogados de epidemias y pestes, como san Sebastián o san Roque─, un protector de la «mala muerte» o muerte súbita. Se creía que bastaba ver su imagen para no morir inesperadamente aquel día. Así pues, para facilitar tal gracia, se justificaba la enorme dimensión del santo y su estratégica posición para ser visto por los fieles cuando salían de cualquier devota visita.

Anotemos que, en Toledo , además de en la Catedral, es posible encontrar una gran pintura mural, quizá del siglo XV, dedicada a este santo en la iglesia de San Román, enmarcada con un texto de grafía gótica. Aunque algo desvaída, se percibe la gran figura del santo con el Niño Dios a hombros. Solo que éste Cristobalón nunca tuvo tantas referencias como el de la Catedral, ligado a leyendas, impresiones de escritores (caso de Azorín o Rilke) e, incluso, equivocadamente citado como un colosal retrato de Cristóbal Colón, afirmación que hizo Paul Pourot, en 1910, en una celebrada guía titulada Tolède, son histoire, ses légendes, ses monuments .

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación