Galdós en la gloria del infierno

Siete buenas voces ante siete atriles han ido desgranando la vida y obra del insigne novelista canario y universal

Detalle de un retrato de Galdós realizado por Antonio Calvache sobre el 1915

Antonio Illán Illán

Título: Galdós en los infiernos . Autor: Enrique Gallud Jardiel . Compañía: Telón corto y La magia de la voz . Dirección: Eduardo Gutiérrez. Intérpretes: Eduardo Gutiérrez, Enrique Gallud, Carlos Castel, Carlos M. Palomeque, Beatriz Melgares, Isabel Gaudí e Isabel Prinz . Espacio sonoro: Borja Murel. Iluminación: Alberto Gómez . Productor: Carlos M. Palomeque . Escenario: Teatro de Rojas .

El teatro de Rojas ha levantado el telón oficial de la temporada escénica con la ficción sonora (radioteatro) Galdós en los infiernos. Este texto de Enrique Gallud Jardiel es realmente una especie de comedia, con un humor blanco, sobre la vida y la obra de Benito Pérez Galdós. El autor teje un sintético panorama, aunque muy ilustrativo, sobre diversos aspectos significativos de la vida del escritor, entre los que tiene especial incidencia su concepción de la mujer, su sentimiento de España, su trayectoria comprometida y política y su pasión por la literatura.

Siete buenas voces ante siete atriles han ido desgranando la vida y obra del insigne novelista canario y universal, incidiendo en su perspectiva de librepensador .

Digamos que Benito Pérez Galdós ya habitó en sus últimos años de vida su particular infierno: el de la ceguera, el de la vejez y el de la pobreza. En la obra de Gallud Jardiel nos encontramos a un don Benito a las puertas del infierno ante dos diablos, simpáticos y amables, que están ahí de filtro por si se ha de quedar en las dependencias de Pedro Botero o ha de tomar la senda del cielo. Dicho sea de paso, y en los diálogos queda claro, para el propio Galdós esto era un poco de pantomima, pues él no creía en estos sucedáneos de ultravida que las religiones ofrecen a sus creyentes. Con humor, estos dos demonios le intentan convencer de la realidad del «más allá» y le anuncian que su Juicio Final particular tendrá lugar allí mismo, pues en el cielo han externalizado este proceso y subcontratado a la organización de Satanás para ir aminorando las fabulosas listas de espera (vamos, como en la realidad terráquea misma). Galdós tendrá que justificar la validez de su vida y de su obra ante ese tribunal y se busca tres testigos abstractos, tres figuras alegóricas muy bien elegidas: la Literatura, España y la Mujer. Serán precisamente los testimonios de estas figuras los que consiguen convencer al diabólico tribunal de que ha sido un hombre honesto y que su literatura, por su verdad y sus valores, ha hecho bien a muchos.

Estructuralmente, la ficción sonora se presenta dividida en varias escenas, con fragmentos interpolados en los que un narrador ofrece algunas pinceladas sobre la vida del autor. Asimismo se incluyen algunos fragmentos textuales de obras de Galdós, entre los que cabe destacar alguna descripción de Toledo, una de las ciudades de España, junto a Madrid y Santander, más queridas por el autor de Ángel Guerra. La obra está diseñada para siete actores (tres mujeres y cuatro hombres), si bien da cuenta de más de una veintena de personajes.

Es cierto que la obra está muy oportunamente traída por la necesidad de dar la relevancia cultural que el centenario del gran novelista requiere. Pero no se trata de un puro entretenimiento ni de unas pinceladas para celebrar el centenario de la muerte del autor de Fortunata y Jacinta. Hay mucha más profundidad en el texto de Gallud Jardiel . Si importante es la significación del librepensamiento, más importante es en todo el universo galdosiano que se resalte todo aquello que encarne más cumplidamente la fiereza de la misma realidad que se narra, y esa realidad no es otra que la mujer, o los personajes femeninos, para ser más exactos. La mujer no es la mujer creada, vista ni inventada. Si es una creación artística, no lo parece. Las mujeres en Galdós son reales. Es evidente que Galdós es el primer escritor español que introduce, muy a sabiendas de lo que hace, las mujeres en su mundo. Las mujeres, múltiples y diversas; las mujeres reales y distintas, "ontológicamente" iguales al varón. Y ésta es la novedad, esa la deslumbrante conquista de la literatura galdosiana. Existen como el hombre, tienen el mismo género de realidad, es lo decisivo y lo primero que se da a ver. Y esto queda muy claro en las intervenciones de esa alegoría de la ficción sonora que es la Mujer, personaje que borda con su voz e interpretación Isabel Prinz.

Que España maltrata a sus hijos es algo evidente. Al propio Galdós, cuando le propusieron para el premio Nobel, le boicotearon y hubo españoles influyentes que elevaron comunicaciones y escritos para que no le concedieran el galardón. O, como queda bien retratado sobre el escenario, fue patético para la España oficial de la época que nadie acudiera al entierro del escritor y en cambio asistieran más de treinta mil personas del pueblo llano. España es el país de la envidia.

Sobre su literatura las opiniones de la ficción vienen a reflejar que el mundo de Galdós es netamente moderno, cuya máxima realidad estriba en la multiplicidad de destinos individuales. La novela moderna se da sobre este supuesto: la transcripción de la realidad humana, que consiste en el tejido complejísimo de destinos individuales, donde la historia es la suma de las historias.

La sobria, aunque elegante, puesta en escena hace resaltar aún más si cabe el poder envolvente de las magistrales voces sostenidas por los siete actores, cuyo magistral manejo permite que la atención del público no decaiga en la hora y media que dura el espectáculo. Muy acertada ha sido la música elegida para el espectáculo, aunque hubiera estado bien comentar que Galdós era un verdadero melómano.

Es una obra necesaria que reivindica y hace justicia al gran escritor, homenajeando y exaltando a su persona y a su obra monumental; recordamos el centenario de su muerte, pero sobre todo le seguimos celebrando con la lectura de sus obras.

Galdós en los infiernos ha supuesto un emotivo reencuentro del teatro con el público tras estos siete meses que llevamos encerrados entre el individualismo, el miedo, el olvido y la angustia. Los aplausos finales, que primero fueron de los espectadores a los actores y luego de los actores a los espectadores, hicieron subir las emociones hasta ponernos los ojos vidriosos de lágrimas. Seguiremos asistiendo. El Rojas mantuvo todas las normas de seguridad recomendadas. La cultura responsable es segura y necesaria. Hay que seguir conviviendo.

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