El Festival de Música El Greco en Toledo clausuró con el Stabat Mater

En la catedral se escuchó una versión correcta, en la que sobresalieron extraordinariamente los cantantes

María Espada y Christopher Lowrey, durante la actuación

Diego de Palafox

Obras: Stabat Mater , de Giovanni Battista Pergolesi, y Sinfonía «Al Santo Sepolcro», de Antonio Vivaldi . Intérpretes: María Espada , soprano, y Christopher Lowrey , contratenor, Orquesta titular del Teatro Real . Director: Sergio Alapont . Lugar: Catedral de Toledo .

El Festival de Música El Greco en Toledo ha cerrado su programación de 2019 con un breve concierto en el que se ha interpretado la más famosa obra de Givanni Battista Pergolesi (1710-1736), Stabat Mater, a la que se ha añadido como introito la escueta Sinfonía «Al Santo Sepolcro» de Antonio Vivaldi (1678-1741). La orquesta del Teatro Real, la soprano emeritense María Espada, el contratenor estadounidense Christopher Lowrey y el director castellonense Sergio Alapont han sido los encargados de llevar esta música religiosa al público que acudió a la Catedral toledana.

El Stabat Mater, texto mariano sobre el que se han creado tantas obras musicales, entre otras la interpretada en este concierto, es un himno compuesto con toda probabilidad por Jacopone da Todi en la segunda mitad del siglo XIII. El fraile escritor (y con él toda alma fiel) contempla lleno de angustia el dolor maternal de la Virgen y, llorando, estalla en una apasionada oración en la que invoca sobre sí mismo los tormentos del Hombre Crucificado; luego se aplaca en la esperanza del premio del cielo. Es el sentimiento religioso en su primera y nativa expresión, sin sombra de teología y escolasticismo, y llevado hasta el misticismo y el éxtasis.

Desde el principio el Stabat Mater de Jacopone tuvo una gran fecundidad en el campo de la música. De los antiguos maestros el más genial y profundo es el de Palestrina. En antítesis con la clásica polifonía, crea Pergolesi la que pasará a la historia como su gran obra, compuesta para dos voces blancas, cuerda y continuo. Con esta composición –una secuencia litúrgica que describe los siete dolores de la Virgen al pie de la cruz-Pergolesi, sin abandonar el melodismo de carácter operístico, creó una obra de la más alta, emocionada y conmovedora belleza. La estructura estrófica del texto está traducida en una serie de arias y duetos de formas análogas a las empleadas por el mismo autor en sus óperas, aunque contenidas en líneas todavía más sobrias, sin el tradicional «da capo», y en el estilo especialmente meditativo y concentrado, que a veces alcanza hasta las más sencillas formas fugadas. El lirismo emocionado que refleja el conjunto de la pieza rebosa una dolorosa intimidad.

En la Catedral de Toledo escuchamos una versión correcta, en la que sobresalieron extraordinariamente los cantantes. María Espada, soprano de excepcional trayectoria artística, cuyos trabajos en estos repertorios históricos rozan todos la excelencia, entendió y transmitió perfectamente los afectos del texto mariano. Aunó fuerza y sutileza, tanto en el registro agudo o en el más grave. Es significativo que señalemos, además de su timbre elegante y pianos muy bellos, su interpretación, que estilísticamente estuvo muy cuidada, con un magistral empleo de la «messa di voce» . El contratenor Christopher Lowrey ejecutó su parte con una emisión limpia y bien timbrada, si bien tomó cierta distancia con la música. Sabemos que la exigencia técnica en ciertos pasajes del Stabat Mater es más que notable; sin embargo, soprano y contratenor sortearon muy bien las dificultades y lograron momentos expresivos plenos de hermosura.

Por requerimiento del estilo, la Orquesta del Teatro Real se presentó en esta ocasión con una veintena de efectivos, los apropiados para la interpretación de estas obras. Tras recordar esta gran orquesta en sus grandes actuaciones anteriores en este recinto, a algunas personas les debió parecer desnutrida, sin embargo era el conjunto adecuado a las exigencias de las piezas que se tocaron. Ese mismo recuerdo de actuaciones anteriores nos lleva a considerar ahora, como lo hicimos en su momento, el gran trabajo que realizó Ivor Bolton en el concierto que dirigió en este fastuoso recinto, adecuando la interpretación a la acústica reverberante de la catedral, algo que en esta ocasión simplemente no ocurrió. El director, Sergio Alapont, eligió pasar de puntillas por encima de la retórica barroca, e incluso prolongó en exceso algunos de los finales, con «ritardandos» que sonaron casi puccinianos; así mismo, el uso de la concertación no respetaba los pianísimos. Señaladas esas especificidades, la orquesta sonó bien, muy sustentada en el buen empaste de la cuerda, en especial los violines.

La historia de la música es, ante todo, la historia de una inagotable búsqueda de la espectacularidad. El recinto donde se celebró este concierto de clausura del Festival de Música El Greco en Toledo, lo es; lo es también la obra interpretada, el Stabat Mater de Pergolesi; lo fueron los cantantes; y lo fue a su modo la orquesta. La música siempre tiene algo de fascinante. Por todo ello y porque este Festival de Música El Greco en Toledo es lo único sostenido en música clásica que existe en la ciudad Patrimonio de la Humanidad, debiera apoyarse más desde las Administraciones y desde el mecenazgo de la sociedad civil. Desde la organización debiera abrir el abanico para equilibrar con músicas profanas la excesiva profusión de música religiosa en sus programas. El año Greco plantó una semilla musical que prendió, pero es necesario seguir regando para que enraíce bien y se convierta en un gran árbol que ofrezca cada año una mejor cosecha de agradables frutos musicales.

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