Antonio Illán Illán

«Comedia aquilana», una exquisitez más de Nao d’amores

Los espectadores del teatro de Rojas premian el trabajo con una de las ovaciones más largas que yo recuerdo

Hay una dicción del verso cuidadísima

Título: Comedia aquilana . Autor: Bartolomé Torres Naharro . Compañía: Nao d’amores . Versión y Dirección: Ana Zamora . Intérpretes: Silvia Acosta, María Besant, Javier Carramiñana, Juan Messeguer, Belén Nieto, Alejandro Saá, María Alejandra Saturno, Isabel Zamora . Dirección Musical: Alicia Lázaro . Coreografía: Javier García Ávila . Escenografía: Ricardo Vergne . Vestuario: Déborah Macías . Iluminación: Miguel Ángel Camacho . Producción: Nao d’amores y Compañía Nacional de Teatro Clásico . Escenario: Teatro de Rojas .

Bartolomé de Torres Naharro, un español medieval tamizado por el Renacimiento italiano, consiguió dar hechura concreta a la incipiente forma dramática que luego iba a convertirse en la comedia de España de los Siglos de Oro. Su teatro primitivo y mágico diríase que es el de un romántico, aunque vestido con un ropaje lógico que le ha dado el humanismo. El autor reconoce dos «géneros de comedia«: «a noticia» y «a fantasía». Las comedias del primer género son realistas «de cosa nota y vista en realidad de verdad». Con el segundo género Torres Naharro está reconociendo explícitamente la validez de creación imaginativa «de cosa fantástica o fingida, que tenga color de verdad aunque no lo sea». Su teoría de la «comedia a fantasía», que reivindica el libre ejercicio de la imaginación, era un desafío y un grito de libertad comparable al prólogo de «Hernani». Es un verdadero logro crítico en la literatura occidental que en 1517 se reconozca la igualdad de derechos de la literatura realista y la idealista. Claro que es un buen conocedor del teatro clásico y del de su propia época, aunque es dueño de su propio arte y de un cierto optimismo que transmite a sus obras y que manifiesta al definir la comedia como «Artificio ingenioso de notables y finalmente alegres acontecimientos por personas disputado». Estructura sus piezas en cinco jornadas o actos, aconseja un número de personajes, defiende la idea del «decoro» o propiedad, e introduce cada una de ellas con un llamado «introito» y el argumento narrado graciosamente por un pastor. Sin embargo, no es un dogmático y aconseja que las normas se varíen siempre que se considere oportuno, defendiendo así –en coincidencia con otras libertades- la libertad creadora del artista. Esto se lo debemos al autor extremeño que pasó buena parte de su vida luchando a causa de llevar una difícil existencia en la Roma de León X.

Maravilloso lenguaje de época

Ana Zamora, que adora este teatro naciente, ha realizado una versión canónica de la «Comedia aquilana» , aligerando y clarificando el verso, utilizando respetuosamente las claves que el autor ofrece, así como un sagaz acercamiento a la comedia del arte; ha configurado un espectáculo exquisito. Hacer entendible el maravilloso lenguaje de época, previo al castellano que hoy hablamos, es un mérito que, además de saber, requiere un buen trabajo con los actores. Idear una dramaturgia para que hoy tenga sentido una interpretación con carácter historicista, con una propuesta estética que parte de un análisis filológico, es reconocer el ingenio de la directora de la obra. Tras la fuerte presencia de la realidad en el introito y el argumento, en donde contrasta el lenguaje expresivo con giros más populares como procedimiento de aproximación, y con el fin de captar la atención del auditorio, a la vez que se ofrece la sinopsis del argumento, que facilita la posterior comprensión a los espectadores, ha conseguido estructurar la acción de forma coherente y con un equilibrio entre la acción y la palabra para conseguir una verdadera efectividad escénica. Con el trabajo exhaustivo de dirección de actores , el ritmo trepidante, la vis cómica y la complicidad de los intérpretes se ha logrado una puesta en escena que ha sido un verdadero éxito. Tema y trama, que nos recuerdan al que luego se desarrollará con Lope y Calderón en el Barroco, alejados de la simplicidad del teatro pastoril, con su galán y su dama, los criados que se mueven entre el interés y la burla a sus amos, la comicidad, los galanteos, los amantes imposibles, los temas de honra que ya apuntan, el tópico literario del campesino que resulta ser hijo del rey, la mujer brava y fuerte y el hombre débil, el engaño y el final feliz, son gustados por un público que lo entiende y se divierte.

Una escenografía sencilla aunque funcional, a modo de retablo que se abre y se cierra con unas cortinas, y muy bien vestido por telas profusamente decoradas con flores y frutos, apropiados para el entorno pastoril donde se desarrollan los enredos amorosos; unos figurines estéticos y bien trabajados que ayudan al desparpajo y gracejo con el que los actores se visten y desvisten en escena; una música de época bien escogida y muy bien interpretada en directo con instrumentos históricos; unas coreografías que eran casi un juego, una magnífica interpretación coral muy bien medida de Silvia Acosta, María Besant, Javier Carramiñana, Juan Messeguer, Belén Nieto, Alejandro Saá, María Alejandra Saturno, Isabel Zamora, basada en el gesto, la expresión corporal y el baile, y con una dicción del verso cuidadísima ; todo en su conjunto ha encajado a la perfección y ha configurado un espectáculo preciso y precioso nada lejano para el público actual, que sabe apreciar lo que bien se le presenta. Es cierto que con este tipo de teatro no se atreve cualquiera, pero Nao d’amores es una compañía especializada en teatro medieval y renacentista con un amplio bagaje de obras; cada una de sus producciones está coronada por el éxito artístico y «Comedia aquilana» así lo atestigua.

Un verdadero placer

El producto final es una exquisitez de virtuosismo teatral que sabe engarzar alegría, descaro, fantasía, juego, frescura, vivacidad, movimientos sutiles, gestos expresivos y múltiples detalles cuyo conjunto consigue un verdadero placer, no solo para quien se adentra en esas piezas, que se pueden considerar casi arqueología literaria, sino para cualquier persona con un mínimo de sensibilidad y atención de nuestro tiempo.

Hay que agradecer a Ana Zamora y Nao d’amores la labor sostenida en el tiempo con este tipo de trabajos y la elección de obras en clave de comedia lúdica y festiva para regocijo del público, como lo es «Comedia aquilana»; este trabajo también aporta una forma idónea para dar a conocer y divulgar a nuestros autores clásicos primitivos del teatro ibérico menos representados, pero tan importantes como otros más conocidos. En este montaje, además hay que reconocer en su riqueza y valor la aportación en la producción de la Compañía Nacional de Teatro Clásico que dirige Helena Pimenta.

Los espectadores del teatro de Rojas han premiado el trabajo con una de las ovaciones más largas que yo recuerdo. Vayan también mis aplausos desde estas páginas del ABC de Toledo.

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