Antonio Illán Illán
Argentina, cantaora de la verdad
Quizá sea una exageración afirmar que, cuando ella canta, el duende se hace carne, o, mejor, se hace cante
Título: La vida del artista . Cante: Argentina . Guitarras: Eugenio Iglesias y José Quevedo el Bolita . Coros, palmas y jaleos: Los Mellis . Percusión: José Carrasco .
Diez años no es «na», pero es un largo trayecto, pleno de aventuras, aprendizajes y experiencias en el universo artísticamente hondo de Argentina.
La cantante onubense aúna lo nuevo y lo viejo; no es esclava de la tradición pero la conoce, la respeta y la cultiva; luego se echa al monte de la novedad y esculpe la vanguardia con la fuerza de su voz que suena antigua.
Quizá sea una exageración afirmar que, cuando canta Argentina, el duende se hace carne, o, mejor, se hace cante. Y es que el duende que algunas personas llevan dentro, ese ser misterioso, entre diabólico y angélico –o las dos cosas- inspira a quienes de verdad creen en él. Estoy seguro de que Argentina tiene duende y cree en él a pies juntillas. El duende es el misterio magnífico que debe buscarse en la habitación de la sangre. Y para cantar hondo o flamenco es necesario. Hay gente que canta bien, muy bien. Y hay gente que canta bien y con duende. Argentina está entre estos últimos agraciados. Ahí está el secreto del arte.
En su concierto del Teatro de Rojas, Argentina y su grupo (percusionista, dos palmeros y coro y dos guitarras) presentaron un espectáculo basado en el último disco de la onubense, La vida del artista . Comenzó precisamente con la guajira cuya letra da nombre a esta grabación. Luego siguió por fandangos de diverso origen, la recuperación de un cante antiguo (la mariana), las temporeras y los cantes de trilla, alegrías, soleás, bulerías y otros palos del flamenco de adentro que ahora que escribo a vuela pluma no recuerdo. No resulta fácil elegir entre el conjunto un ejemplo de esos que sobresalen, pues todos los cantes tuvieron su pellizco; pero es verdad que una nana cantada por soleá resulto bellísima. Y si bien estuvo en esos cantes, también dejó que su chorro de voz nos trajera la «saudade» del fado, Estranha forma de vida , o el delicioso tango Afiches. Y como broche, antes de cerrar con un cante a viva voz en la embocadura del escenario, Argentina deleitó al respetable con María la Portuguesa , aquella canción con la que el inolvidable Carlos Cano homenajeara a cierta mujer ayamontina.
Tanto en los cantes antiguos recuperados, como en los flamencos de diversos palos o en los modernos, Argentina dejó patente su voz potente, casi lírica, su perfecta afinación y su gusto por el flamenco que bebe en las raíces populares más que en las académicas y que transmite emoción, viveza, credibilidad y cercanía a las personas. Su flamenco no es de élites ni de señoritos, es un flamenco del pueblo para el pueblo, con su desgarro y su ternura.
Hay que decir que el acompañamiento de percusión y palmas, José Carrasco y Los Mellis, fue excelente y que los dos guitarristas Eugenio Iglesias y José Quevedo «el Bolita» también tuvieron sus momentos de gloria con las intervenciones individuales muy aplaudidas.
El paso de Argentina por el Teatro de Rojas dejó al público, que vitoreó constantemente los cantes y derramó aplausos al final como un río desbordado, con ganas de más y con el deseo de que actuaciones como la de esta cantaora, que va por delante con la verdad del pueblo y reivindica la dignidad del artista, se repitan.
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