Antonio Illán Illán

Raquel Meller, un mito semiolvidado que recupera la voz con Tribueñe

El espectáculo encandila en el Teatro de Rojas tanto por la brillantez interpretativa como por esa panoplia sentimental y poética con la que se muestra el mundo de principios de siglo XX

Título:  Por los ojos de Raquel Meller. Autor: Hugo Pérez de la Pica. Compañía:  Teatro Tribueñe. Dirección: Hugo Pérez de la Pica. Directora musical y pianista: Tatiana Studyonova. Interpretación:  Helena Amado, Candelaria de la Serna, Rocío Osuna, Badia Albayati, Matilde Juárez, Iván Oriola y Zalo Calero , con la colaboración especial de Irina Kouberskaya y Chelo Vivares . Escenografía, figurines y coreografía: Kira Oriola y Hugo Pérez de la Pica. Diseño de iluminación: Hugo Pérez de la Pica y Miguel Pérez Muñoz. Lugar:  Teatro de Rojas (Toledo) .

Raquel Meller, cuyo nombre de pila era Francisca Marqués López, nació en Tarazona, fue una cantante, cupletista y actriz, y el verdadero icono de la música popular española y el de mayor éxito internacional durante las décadas de 1920 y 1930. Canciones tan famosas como los cuplés 'La violetera' o 'El relicario' -¡quién no los recuerda!- han quedado para siempre asociados a su nombre.

Hugo Pérez de la Pica, factótum en la creación del espectáculo Por los ojos de Raquel Meller, no pretende hacer una biografía cronológica de la artista, algo que por sus avatares daría para una novela, sino que quiere mostrar a todo el personaje en un instante gracias a la magia del engaño teatral. Pero ahí está ella (o queremos verla a ella) en el escenario, encarnada en Helena Amado , que nos transmite su capacidad de seducción y su manera de hacer suyo lo que canta. Lo que sí ofrece es un universo de ambientes y situaciones diversas, de las más glamourosas y exitosas a las más amargas, que reflejan lo que fue la vida La Bella Raquel de los comienzos y de la Raquel Meller que pasó a la posteridad.

El espectáculo encandila tanto por la brillantez interpretativa como por esa panoplia sentimental y poética con la que se muestra el mundo de principios de siglo XX a través de los ojos de un artista singular, que, tanto con el cuplé, como con el cine mudo, dejó y deja prendados a los espectadores.

El eje, evidentemente, es la música, son las canciones tan conocidas de tan repetidas a lo largo de un siglo por muchas personas. Es la música lo que hace que el público aplauda tras cada intervención, ya sea la que se pone en boca de Raquel Meller, de su hermana o las cantadas a coro. Son composiciones que cuentan historias, narrativamente poéticas, o pícaras en algunos casos y sicalípticas en otros. Son las canciones y la música, memoria colectiva de toda una época, lo que acelera el corazón de los espectadores y sus ganas de acompañar tarareando.

Luego están las pinceladas que retratan cincuenta años de la historia de España y de su sociedad popular, y tenemos a las dos Españas juntas, simbolizadas en dos personajes envueltos en banderas: una rojigualda y una tricolor. Aunque no es la política lo que importa en este espectáculo. Tribueñe crea un teatro con ñ, es decir, profundizado en el alma española de tradición. Lo humorístico y lo dramático se encuentran en la madeja simbólica de esa España “mundo camp”, la España de folclore popular y populista, con una mirada condescendiente y humana. Y también encontramos subhistorias, como la relación de la Meller con su madre, con su hermana, con Chaplin, Colombine o Mata Hari.

Y Tribueñe aporta algo poco común en el teatro del presente: el gran número de figurines que desfilan por la escena. Más de una cincuentena de trajes de variado colorido y diferentes hechuras se muestran durante las dos horas largas de duración de la pieza. Es de agradecer, pues la indumentaria también forma parte del discurso narrativo.

Y luego está la presencia coral de los artistas de Tribueñe con un trabajo impecable, desdoblándose en muy diferentes caracteres que cantan, bailan, gestualizan, dialogan y se mueven con verdadero dominio de las tablas. El papel más deslumbrante, como no puede ser de otra forma, es el de Helena Amado, que encarna una Raquel Meller con desparpajo artístico y con excelencia en la interpretación de las diferentes canciones, sobre todo ese colofón que puso al público en pie, 'El relicario'. Sin protagonismo actoral, pero constituyendo una parte fundamental del espectáculo, también es muy destacada la interpretación pianística de Tatiana Studyonova. Asimismo hay que significar la meritoria interpretación de los dos actores masculinos, que, muy versátiles, interpretan papeles muy diversos con caracterizaciones que acentúan su comicidad.

Este espectáculo invita al público a ser cómplice activo (quizá demasiado), pues esas canciones que han formado parte del imaginario de nuestra sociedad desde la infancia de nuestros abuelos, le revuelve las neuronas de los recuerdos y lo convierte en un personaje más de la obra al tararear y aplaudir tras cada número que se interpreta en escena.

Tribueñe ha dado en el clavo con esta propuesta para llegar a un amplio número de personas, sobre todo a aquellas ya entradas en años (era evidente hoy que la sala se llenó con un público que no es habitual en el Rojas). Lograr emocionar y hacer que la gente sienta a flor de piel su juventud es una medicina cultural muy interesante para contribuir al bienestar social.

La nota negativa de la sesión del viernes no hay que atribuírsela ni a la obra ni a la compañía, sino a esa parte recalcitrante del público que no apaga el móvil ni aunque se lo ordene el juez y lo anda encendiendo permanentemente y molestando a los espectadores y a los actores. Hasta ¡¡ocho!! veces lo encendió la persona que ocupaba la butaca contigua a la mía. Y no fue la única, hubo demasiados móviles funcionando con luz y algunos hasta con sonido. El personal de sala debió reconvenir a más uno que no lo apagaba ni por esas. Lo de volver a las toses, que era algo que creíamos olvidado con la pandemia, también tuvo su ración desagradable. Y ya la nota insoportable fue la que dio quien se sonaba la nariz permanentemente y además se pasó media representación sin mascarilla. Menos mal que esto no es lo habitual. Pero como así ocurrió, así lo cuento.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación