Antonio Illán Illán
Celestina infernal: títeres diabólicos
La pasión la vuelven erotismo a ojos vista propia de las películas X
Título: Celestina infernal. Autor: Jesús Peña. Dirección: Jesús Peña. Actores-manipuladores de marionetas: Olga Mansilla, Teresa Lázaro, Miguel Jerez y Alfonso Peña . Música original: Juan Carlos Martín. Diseño de sonido: Xabi Sainz. Diseño de iluminación: Xiqui Rodríguez. Diseño y realización de títeres: Teatro Corsario. Escenario: Teatro de Rojas.
Ni qué decir tiene que Teatro Corsario maneja el arte de los títeres con consumada maestría. Son de una calidad supina moviendo marionetas de una proporción casi humana en la mayoría de los casos, y algunas incluso sobrehumanas. Tienen imaginación desbordante para realizar planteamientos escenográficos en los que contextualizar las historias que cuentan con pocas palabras. Trabajan con mucho mérito la manipulación de los muñecos para lograr una concatenación de imágenes barroquizantes de exuberante plasticidad y expresividad visual. Gustan de las músicas chirriantes propias de los inframundos. Pergeñan historias para adultos (como reza en la publicidad de la obra) y no reparan en gastos del más puro expresionismo para que los muñecos representen a conciencia orgasmos, bien sea entre humanos, con sátiros o con los mismos diablos, que tanto gozo parece que dan los unos como los otros, sin dejar en el olvido felaciones, cunilingus, masturbaciones prototípicas o temas escatológicos. La pasión la vuelven erotismo a ojos vista propia de las películas X. Tampoco se evaden en romanticismos pacatos y, por ello, sacan a escena brujas muy brujas, de aquellas que coleccionan sogas de ahorcados, bebedizos y otras yerbas y que son avarientas y erotizantes para lo que haga falta. Y, por supuesto, hincan el diente en el humor, negro, eso sí, en algunas violencias y hasta casi se delectan con la muerte. Incluso en historias con todos estos ingredientes son capaces para contrastar más lo sorprendente: que aparezca una niña en ese entramado y no sepamos qué valores aprende en ese ir y venir de magias, brujerías y polvos.
De todo esto hemos visto en el espectáculo titulado Celestina infernal . Considero que es un magnífico trabajo escénico lleno de sutilezas apabullantes, con ritmo que no da pie a pensar lo que está pasando. Por todo ello hay que dar la enhorabuena al creador y a su equipo por esta labor con marionetas para adultos , un género que se prodiga muy poco, pues no es habitual en las programaciones este tipo de propuestas, salvo si tienen el aval y la trayectoria de grupos tan asentados, reconocidos y premiados como Teatro Corsario.
Lo que quizá sea un tanto cuestionable es la utilización de La Celestina como pretexto para crear un espectáculo basado en algunos tópicos sobre esta obra culmen de la literatura española, pero que no tiene ni el desarrollo, ni la trama, ni el espíritu, ni el amor cortés de Calixto ni el ansia de libertad de Melibea ni otros parecidos con la realidad de la tragicomedia del autor nacido en La Puebla de Montalbán. Por supuesto que los tipos berroqueños, los personajes no humanos, el erotismo 'boccacciesco' explícito, a veces zafio, nada tiene que ver con la obra del judaizante Fernando de Rojas . Es cierto que el presentador subió al escenario antes de la representación y advirtió que íbamos a ver una Celestina bruja. Bueno, pues así la había concebido la compañía y así la mostraron.
La creación de las marionetas humanoides es sensacional, de sobresaliente. Pero los tipos que representan tienen de los personajes de La Celestina poco más que el nombre de algunos de ellos. Y no señalo ni los diablos, ni el monstruo sirénido ni la cabeza y manos gigantes de la escena final.
Huelga hablar del contenido en lo que a La Celestina se refiere. No responde a una versión de la historia de Calisto y Melibea, a mi modo de ver, sino a la utilización como señuelo de los nombres de alguno de los personajes de la «obra a mi entender divina si encubriera más lo humano», que dijo Cervantes, y alguna de sus más populares acciones, para crear una historia propia del autor que firma esta ficción. Es evidente la deformación y desvirtuación de la obra clásica en esta propuesta de Jesús Peña. Si en vez de llamarla 'Celestina infernal', la hubiera titulado, por ejemplo 'Catalina infernal', yo no dudaría en reconocer que presenciamos la representación de un espectáculo magistra, que cumple los fines de entretener y sorprender, y también podría hablar de teatro expresionista, atrevido e innovador.
Los espectadores, que en esta ocasión apenas llenaban el patio de butacas del teatro, aplaudieron con moderación y comentaban a la salida tanto lo sorprendente del desempeño de las marionetas, como la sorpresa de esa Celestina tan rara.
Con esta función se pone punto final al teatro por este año en la sala principal del Rojas. Queda aún una muy interesante historia en la sala pequeña el día antes de Nochebuena, Conferencia sobre la lluvia . Vayan a verla; el teatro, todo el teatro, siempre merece la pena.