García Bragado: «Todo lo que he conseguido ha sido de forma honesta»

Entrevista a Jesús Ángel García Bragado, atleta de 50 kilómetros marcha, que el próximo verano, en Río de Janeiro, se convertirá en el primer atleta masculino que acude a siete Juegos Olímpicos

García Bragado posa durante la entrevista LUNA REVENGA

JUAN ANTONIO PÉREZ

Jesús Ángel García Bragado (Madrid, 1969) nació el mismo año que el hombre pisó la Luna, tiene dos hijas adolescentes y es concejal del PP en San Adrián de Besós (Barcelona). A sus 46 años, nadie le pide un autógrafo cuando llega al Hotel Beatriz, pero el próximo verano en Río de Janeiro se convertirá en el primer atleta que acude a siete Juegos Olímpicos. Como preparación, participó en la «Espada Toledana» este sábado.

¿Se hizo podólogo para curarse mejor las ampollas?

—Una de la razones de esta profesión sanitaria es poder seguir vinculado al deporte. La vertiente de la podología más relacionada con el deporte y el atletismo, que son las plantillas, fue lo que más me atrajo, sí.

Usted es deportista de alto nivel y lo compagina con otras labores (concejal en San Adrián de Besós). ¿Es esto lo ideal?

—En mi caso, al ser un deporte individual en el que dependes de tu esfuerzo físico, tus necesidades son cumplimentar unas horas de entrenamiento para al final conseguir resultados en una competición, generalmente en verano. Cuando hablas de un futbolista, que se debe a un contrato profesional que le vincula a jugar partidos semanalmente y que además tiene que hacer unos entrenamientos determinados, pues no dispone del mismo tiempo libre. Obviamente, ya llegas a una edad en la que tienes otras obligaciones e inquietudes en la vida, no solo los entrenamientos y la competición. También estar en un ayuntamiento donde no tienes una dedicación exclusiva me ha permitido compatibilizarlo con el ateltismo.

¿Qué le ha enseñado el paso del tiempo?

—A ser mucho más sereno, a ver las cosas con más frialdad, a racionalizarlo todo más, a no darle tanta importancia a cosas a las que antes sí les dabas. De joven yo era una persona más impetuosa. Con el tiempo vas evolucionando y ves que lo importante es el resultado y no cómo lo consigues. Lo importante en la vida es cómo llegas al final, no cómo comienzas.

Usted este verano, con 45 años, consiguió el tercer mejor resultado entre los atletas españoles en el Mundial de Pekín. Eso no habla muy bien del nivel de este país…

—Indica que hay carencias. Yo, con esta edad, tendría que ser una circunstancia anecdótica, principalmente porque mi resultado (terminó noveno en los 50 kilómetros marcha) tampoco fue extraordinario. Ahora nuestro atletismo tiene unas carencias y hay que ponerse manos a la obra para solucionarlas.

En el Mundial de Atenas 1997 declaró haber visto el infierno y tras la carrera olímpica de Pekín 2008 le tuvieron que inyectar suero. Usted no se ha hecho rico con el atletismo ni tampoco es famoso. Cuando lleva 45 kilómetros en las piernas, ¿cómo engaña al cuerpo para convencerle de que tanto sufrimiento merece la pena?

—Depende de muchas cosas. Me he educado en valores cristianos donde el esfuerzo y el sacrificio son una parte importante. Por otro lado, cuando he afrontado las partes finales de una carrera, la experiencia me ha dicho que la cabeza puede dominar al cuerpo y eso es lo que me ha hecho acabar muchas competiciones, y da mucha satisfacción cuando uno es capaz de terminar una prueba tan agónica como son los 50 kilómetros marcha.

Después de meterse tal paliza, y tras haber quedado quinto en el Mundial de Gotemburgo 1995, abre el periódico y lee: «Fueron 50 kilómetros, o casi cuatro horas de competición, para nada. Porque Jesús Ángel García Bragado ni siquiera subió al podio…». ¿Cómo se le queda el cuerpo?

—Todo depende de cómo se valoren las cosas. Si ese resultado se produjese ahora, pues seguramente se valoraría de otra forma. Cuando las expectativas que se venden son de medalla, uno tiene que aceptar ese rol. Los éxitos y los fracasos te enseñan, en ocasiones más los fracasos. Cuando tú vives en la cresta de la ola y te llegan las críticas, en ocasiones no las encajas bien. Con el tiempo, te acabas dando cuenta de que tienes que aceptarlas. Posiblemente, en la política he aprendido más a aceptar las críticas que en el deporte.

Rusia ha venido practicando algo parecido al dopaje de Estado. Usted ha ganado seis medallas (cuatro en Mundiales y dos en Europeos) y ha sido cuarto y quinto en los Juegos. Si se quita a los rusos, tendría dos medallas olímpicas y otra más en Europeos. ¿Le da rabia?

—Siempre me dicen que me falta una medalla olímpica, y es verdad. Viendo las informaciones de que había un sistema para conseguir el mejor rendimiento en atletas, independientemente de quienes fueran, pues es posible que hoy tenga la satisfacción moral de que he podido estar en un podio olímpico. Lamentablemente, no va a ser así. Me quedo con la satisfacción de que todo lo conseguido ha sido de forma honesta, y puedo retirarme con la cabeza bien alta.

«El dopaje y la corrupción política son dos trampas con muchas similitudes», según usted. ¿Tan difícil es verlo para el que está al lado, que siempre es el último en enterarse?

—En ambas cosas hay una posición de mirar para otro lado y estar pasivo ante lo que está sucediendo. Está claro que la solución no es la que estamos viendo, sino entenderlo como una responsabilidad, cuando la tienes, para solucionarlo. En ambas actividades, la ejemplaridad pública sí que es importante. ¡Claro que se tienen sospechas! En la política, los ingresos se tienen que ajustar a una lógica, y en el deporte pasa lo mismo, los milagros se dan en Lourdes.

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