Fútbol e inmigración: mejor David García que Mohamed
Un estudio del investigador conquense Carlos Gómez entre miles de equipos amateur muestra que los nombres autóctonos tienen más aceptación que los extranjeros. Lo publica el Observatorio Social de la Caixa
Carlos Gómez, de 28 años (Iniesta), ha vivido en varios países: Eslovaquia, Estados Unidos y ahora Suiza, donde trabaja como investigador en la Universidad de Zúrich. Cuando llegaba a una nueva ciudad, trataba de contactar con clubes de fútbol locales para seguir jugando a la vez que estudiaba. Sin embargo, «los que vivimos en el extranjero sabemos que el nombre te condiciona », afirma a ABC en conversación telefónica.
«Mi primera experiencia mala fue en Eslovaquia. Mandé muchos correos electrónicos a muchos equipos y nunca me contestaron, y terminé jugando en un equipo que era una mezcla de nacionalidades», añade. Eso se le quedó grabado.
Licenciado en Ciencias del Deporte por la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), con un doctorado en Economía y Empresa también por la UCLM, desde hace poco más de un año está embarcado en un proyecto sobre fútbol e inmigración junto con otros dos investigadores, el noruego Cornel Nesseler y el suizo Helmut Dietl, que financia la Swiss National Science Foundation (Fundación Nacional de Ciencias de Suiza) y del que se ha hecho eco el Observatorio Social de la Caixa.
El experimento es sencillo: comprobar si todas las personas, en función de cómo se llamen y de dónde provengan, tienen las mismas posibilidades de jugar en un equipo de fútbol. Anteriormente ya se habían hecho estudios parecidos sobre la búsqueda de un trabajo o una vivienda. La mecánica consiste en enviar un correo eletrónico idéntico a miles de equipos amateur «en el que simplemente preguntábamos si podíamos ir a un entrenamiento de prueba ».
Lo único que cambiaba de un correo a otro era el nombre del supuesto futbolista. En el caso de España se mezclaban nombres autóctonos como Alejandro López o David García, con los de procedencia árabe (Mohamed Bennani y Youssef Alami), rumana (Stefan Ionescu y Gabriel Popescu) o anglosajona (James Williams y Jack Brown).
Los resultados muestran a las claras que los nombres extranjeros tienen bastantes más dificultades para la integración social. El estudio empezó en Suiza, que es «un laboratorio ideal» por su mezcla de culturas y en el que el 25% de su población ha nacido fuera, y después se ha ido ampliando hasta alcanzar un total de 22 países europeos.
En España se contactó con 1.410 equipos de todas las comunidades autónomas, casi siempre de las categorías más bajas. No se incluyó a equipos de niños ni tampoco femeninos, aclara el investigador conquense, que menciona la colaboración de Teresa Romero, asociada a la UCLM, en el estudio de nuestro país.
El ratio de respuestas afirmativas a esos correos si el nombre del jugador era autóctono se situó en el 49,29% y bajó hasta el 36,06% si era extranjero . Una brecha de 13 puntos que está por encima de la media europea. Por ejemplo, en Suiza se preguntó a 1.188 equipos, de los que el 61,9% respondieron de forma afirmativa y el 54,9% no contestaron o lo hicieron negativamente.
Gómez explica que, de momento, no están interesados en si había diferencias notables entre comunidades, por lo que un nombre extranjero pedía jugar «tanto en un barrio pudiente de Madrid como en una aldea de Galicia». Lo que sí han notado es que existe «una jerarquía de las distintas nacionalidades». Es decir, «vemos que a nombres ingleses parece que les contestan más que a rumanos o marroquíes, pero aún así les siguen contestando menos que a los españoles».
El proyecto pretende ahora profundizar en este tema. En el caso de España Gómez desvela que le gustaría incluir a ecuatorianos y colombianos, aunque sus nombres «no siempre se pueden diferenciar». También investigar otros factores, como pueden ser la religión o la jerarquía no tanto por nivel social como por nivel futbolístico. El conquense recuerda que cuando estuvo en Estados Unidos, allá por 2014, coincidió con la etapa más exitosa de la selección española y le hacían comentarios positivos al respecto.
«En economía al problema de la discriminación lo llamamos ‘información imperfecta’. Cuando no tienes toda la información que quieres sobre una persona, tiendes a relacionarte con las que son como tú, bien por el color de piel, el idioma, la nacionalidad...», finaliza.
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