¡Aúpa Manolo Delgado Meco!

El histórico preparador físico de Alcázar de San Juan lleva 46 años en el Athletic Club, casi tantos como tiene Lezama. Colgado el chándal, ahora ejerce de asesor del presidente

Manolo Delgado Meco cantando el himno del Athletic Club con decenas de niños EFE
Juan Antonio Pérez

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La primera vez no se olvida. La de Manolo Delgado Meco (Alcázar de San Juan, 1945) fue un Real Madrid-Athletic Club de Bilbao en septiembre de 1955, con 10 años, cuando con su padre, fiel seguidor rojiblanco, cogieron el tren en La Mancha y se plantaron en la capital. «Una aventura total. Fuimos a la plaza Mayor, y tuvimos que alquilar una caja de gaseosas para que me subiera encima y así poder ver el partido», rememora para ABC en una conversación telefónica que se alarga más de una hora, entre saltos temporales que viajan del presente al pasado y del pasado al futuro.

Delgado Meco es una leyenda del fútbol a la que se puede encontrar en su rincón «de siempre», el barrio de Las Arenas de Gecho. La persona nacida fuera del País Vasco que más tiempo lleva en el Athletic Club. Si Lezama está celebrando sus bodas de oro, el alcazareño va por los 46 años . Ahora ejerce como asesor deportivo del presidente, Aitor Elizegi. Antes, durante décadas, fue el preparador físico de unas cuantas generaciones del Athletic y de la selección española.

Lo suyo, en un principio, era la portería. Con el Real Madrid se proclamó subcampeón de España juvenil y campeón con el equipo amateur. «Recuerdo la primera vez en la Ciudad Deportiva, que abrieron una caseta y dijeron: ‘Ahí tenéis la ropa’, y todo el mundo salió corriendo a por ella». Con 17 años jugó en San Mamés con la selección de Castilla. Con 19 entrenaba los jueves en el Santiago Bernabéu con el primer equipo blanco y «una defensa en la que estaban Santamaría, Casado, Pachín y compañía...». «Tenía proyección y fui siendo cedido», relata.

Jugó tres años en el Calvo Sotelo, unos meses en el Manchego mientras hacía la mili, dos años en el Boetticher y otros dos en el Talavera. Con los de Puertollano, disputó su único partido en Segunda división contra el Málaga. «Sustituí a Arbea, que tuvo una conmoción cerebral, y perdimos 7-0, pero a mí solo me metieron cinco. Y eso que uno de nuestros centrales era Marquitos, que había sido campeón de Europa con el Real Madrid, el abuelo de Marcos Alonso, actual jugador del Chelsea», cuenta riéndose.

En poco tiempo, dos lesiones graves lo machacaron: «Jugando en el Boetticher fuimos a Tenerife y allí había un jugador famoso, el Tigre Barrios, que me partió la mandíbula. Luego jugando en el Talavera, Rial, del Salamanca, me dio una patada en los testículos. Lo pasé muy mal y me tuvieron que operar. Y ya no tuve nada más hasta que Txetxu Rojo en un entrenamiento en Lezama, en un partido de fútbol-tenis, me rompió el pómulo». ¿Y esos percances frustaron su carrera? «No, no hubiera llegado a Primera división. Eso se intuye. Te das cuenta cuando vienen las otras remesas, te van empujando y no hay hueco para todos». 

A la vez que jugaba, Delgado Meco estudiaba. «Mi primera decisión fue seguir los pasos de mi hermano Antonio, con el que precisamente ahora tengo negocios de ITV en Castilla-La Mancha. Me matriculé en perito aeronáutico y naval, pero era muy difícil. Decidí cambiarme al peritaje industrial, que se daba en la calle Embajadores de Madrid. Pero en marzo, abril o mayo, cuando eran las grandes eliminatorias de la Copa del Rey, se hacía difícil ir a clase y viajar para jugar».

Total, que dio un giro y entró en la segunda promoción del Instituto Nacional de Educación Física (INEF) , en Madrid. Estudió gracias a una beca de la Diputación de Ciudad Real, cuyo importe salía de los beneficios de las quinielas. Los profesores eran de un nivel impresionante: Pepe Villalonga, Llorente, Antonio Ruiz y Juan Santisteban en fútbol; Ferrándiz y Lolo Sainz en baloncesto. Y Txomin Bárcenas y Juan de Dios Román en balonmano.

En 1972 lo contrató el RCD Mallorca y después saltó al CD Tenerife, ambos en Segunda división. Y de ahí, en 1975, al Athletic, «la mayor suerte del mundo»; donde un verano antes había estado en «una visita específica de expertos» pedida por el club. «Lezama era el edificio central, el polideportivo que estaba en construcción y tres campos, de los que solo uno era de césped y los otros dos de tierra», cuenta.

«Súper ilusionado»

Sobre aquellos primeros momentos en Bilbao, relata: «Tuve que pagar por ir. Me trasladé con mi familia a pecho descubierto. Cuando en septiembre acabó la pretemporada del primer equipo, también entrené a la cantera. En octubre ya me hicieron un contrato de dos años. Esa primera temporada nos clasificamos para jugar una competición europea con Rafa Iriondo de entrenador y el siguiente fue el de las dos finales (Copa de la UEFA y Copa del Rey) con Koldo Aguirre».

Desde entonces la preparación física ha evolucionado una barbaridad: «Antes era curioso el desequilibrio que había entre el tren superior, con unos brazos débiles, y el tren inferior, con unas piernas robustas. Calculo que el hecho de entrenar en campos duros provocaba un incremento del trabajo físico en un 30% respecto a los actuales, que parecen mesas de billar». Y añade: «Antiguamente se comía mucho arroz blanco y lo que te daba la potencia era la proteína, no había aditivos. También se comía mucho queso blanco con membrillo y existía una cierta permisividad con el vino. Ahora se ha ido al microgramo».

A partir de 1982, Delgado Meco compaginó su trabajo en el Athletic con la selección española . Empezó en la sub-21 con Luis Suárez de entrenador y, dos años después, pasó a la absoluta. Ha estado en cuatro Mundiales y en otras tantas Eurocopas: «Viví en el Mundial de México el gol anulado contra Brasil, los penaltis contra Bélgica; luego en el Mundial de Estados Unidos el codazo de Tassotti a Luis Enrique; en la Eurocopa de Inglaterra, otra vez perdimos en los penaltis... siempre nos quedábamos a las puertas».

Delgado Meco da indicaciones a Marchena en una imagen de 2003 EFE

«Estoy superilusionado por lo que está ocurriendo en el Athletic», reciente campeón de la Supercopa, finalista de la Copa y a un paso de disputar otro título. El alcazareño asegura que cada década los rojiblancos viven un momento glorioso cuando se juntan tres buenas generaciones de futbolistas: una de veteranos y una intermedia a la que se suman los jóvenes. Pasó con Javier Clemente en los 80, con Luis Fernández en los 90 y más recientemente con Joaquín Caparrós o Marcelo Bielsa. «Somos un equipo característico, genuino, y representamos lo que el fútbol es en esencia, con futbolistas muy fieles, criados por nosotros. Conformamos un espectro único -asegura-. Hay una peña del Athletic, cerca del Congreso de los Diputados, que tiene como lema: ‘Somos diferentes’ ». 

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