Viaje al abismo por una orden de busca y captura que había prescrito en 2017

Una argentina que regresó a España para asistir a una boda pasó dos días en calabozos por un error administrativo

Diligencia realizada el pasado 26 de agosto por el juzgado de Toledo que supuestamente reclamaba a Luna

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Luna (nombre ficticio) regresó en agosto a España desde Argentina para asistir en Toledo a la boda de su mejor amiga. Aterrizó en el aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas y no tuvo ningún problema para entrar en el país. Pero días más tarde y en el mismo aeropuerto, cuando iba a subir a un avión para volver a su casa en Buenos Aires, la Policía Nacional la detuvo. Sobre ella pesaba una orden de busca y captura aparentemente en vigor, aunque no se le informó del motivo de su arresto.

Esta joven argentina, madre de una niña pequeña, pasó casi 48 horas en varios calabozos hasta que todo se aclaró en un juzgado de Toledo: en realidad, la requisitoria cursada por unos servicios a la comunidad incumplidos había prescrito en 2017. «He tenido pesadillas por esta desagradable experiencia; estuve en calabozos oscuros y ahora me da miedo subir en un ascensor, estar en lugares oscuros, aunque ya estoy mejor. Después de eso, una se queda mal tanto emocional como físicamente», cuenta a ABC desde Argentina cuando este martes se cumplirá un mes de su detención.

Luna había vivido durante años en la capital de Castilla-La Mancha, donde en febrero de 2010 dio positivo en un control de alcoholemia de la Guardia Civil cuando conducía un vehículo por una de las entradas a la ciudad. Pagó la multa y le retiraron el carné de conducir, que luego recuperó pasados unos meses. Le quedaban por cumplir unos días de servicio a la comunidad y, desde el juzgado que tramitó su caso, se le comunicó que contactarían con ella para informarle del lugar donde debería cumplir la actividad educativa.

En junio de 2011, Luna se marchó a vivir a Tenerife y se empadronó allí, como consta en su NIE (Número de Identidad de Extranjero). Meses más tarde, desde el juzgado de Toledo le enviaron dos citaciones a la dirección que había tenido en la ciudad, pero nunca las recibió. En 2013 se marchó definitivamente a Buenos Aires y al año siguiente se cursó una orden de busca y captura contra ella.

Luna, en un jardín de Buenos Aires el pasado sábado

«No entendía lo que pasaba»

A finales del pasado agosto, regresó a España para participar en la boda de su mejor amiga. Entró en el país sin ningún problema. Tras el enlace, se personó el día 24 en el aeropuerto Madrid-Barajas para volver a Argentina. Era sábado. Pero en el control de pasaportes fue detenida por la tarde, le retiraron el teléfono móvil y perdió el vuelo. Fue trasladada a una dependencia policial, donde le preguntaron qué había hecho. «Me decían que seguro que había cometido un delito pero que no quería decirles lo que había pasado», recuerda. «Me angustié muchísimo, les dije que no entendía lo que estaba pasando; que yo no había hecho nada y que tenía que volar porque mi hija pequeña me esperaba en Buenos Aires».

«Los agentes no me llamaban por mi nombre, solo me repetían que estaba detenida; que algo habría hecho y que no les quería contar. Se negaron a avisar por WhatsApp a mi madre, que estaba con mi niña, diciéndome que ya tendría derecho a una llamada telefónica», relata en un escrito de nueve páginas enviado a este periódico.

«Me indicaron que leyera un cartel colgado en una pared donde, supuestamente, se enumeraban mis derechos. Pero yo estaba devastada; era incapaz de leer, temblaba, me costaba muchísimo respirar, sentía que me iba a morir. Pero los agentes solo me mandaban callar y me ordenaban que me tranquilizase. Yo les repetía que no entendía nada de lo que pasaba; que a mí nunca me había parado la policía».

Les contó que lo único que había hecho malo en la vida era dar positivo en alcoholemia hacía ya muchos años; que le habían retirado el carné; que había pagado la multa y que, después de unos meses, le habían devuelto el permiso para conducir. «Pero los agentes me respondían que yo sabía que había cometido un delito y que estaba en busca y captura desde 2014».

«Todo estaba oscuro»

Fue conducida en un furgón a otra dependencia del aeropuerto. «Yo no podía dejar de llorar; pedí muchas veces ver a un abogado y llamar por teléfono a mi madre. Estaba muy preocupada por mi hija, por mi familia y también por mi trabajo». Al final pudo telefonear a una amiga para contarle que estaba detenida y pedirle que llamara a su madre. Pero Luna insistía en saber qué sucedía, por qué estaba allí. «Un agente me respondió que eso debería saberlo yo, porque a él en la base de datos no les figuraba el delito que yo, supuestamente, había cometido ».

Después de pasar por los calabozos del aeropuerto, fue esposada y trasladada a una comisaría. «Me cachearon y me metieron en un calabozo con seis mujeres más. Nadie me decía nada, solo que dejara de llorar. Por las otras presas supe que estaba en Moratalaz. Pedí ver a un médico y me dijeron que ya lo vería cuando se pudiese». Luego fue llevada a otra celda, donde pasó la primera noche. «Dejé de lamentarme porque las mujeres de la celda me obligaron a callar, y los gritos e insultos de los demás presos, también. Todo estaba oscuro».

Cambió de calabozo por la mañana después de desayunar, le tomaron fotografías «de todos lados, hasta de los tatuajes de las piernas», y también las huellas de los dedos de las manos para la reseña policial. «Pero el nombre que aparecía en la hoja no era el mío, tampoco las huellas de los pulgares, que pertenecían a otra detenida que estaba en el calabozo conmigo». La policía que la atendía se marchó y volvió al rato con otra hoja, en la que la joven plasmó sus huellas.

«No es una consulta psiquiátrica»

Luna salió más tarde de la celda. «Nos pusieron grilletes por parejas, nos engancharon entre las detenidas, y nos montaron en el furgón. En ese trayecto pude ver que era de día». Domingo. Llegó a los juzgados de la plaza de Castilla, donde agentes de la Guardia Civil le tomaron las huellas dactilares de nuevo. «Allí los funcionarios fueron por primera vez amables conmigo. Una funcionaria me dijo que yo estaba en busca y captura por un asunto que parecía tener que ver con una sanción de una multa de tráfico. Nos metieron a muchas, creo que 11, en un calabozo con un agujero dentro que hacía de váter... Yo no podía parar de llorar y me costaba cada vez más respirar. Golpeé muchas veces la puerta del calabozo, lo que enfadó a las demás mujeres que estaban conmigo, que me insultaron y me amenazaron».

«Al rato me llevaron a ver a una doctora, a la que quise contar lo que me pasaba. Pero no me escuchó, solo me contestó que eso no era una consulta psiquiátrica. Me preguntó qué tomaba cuando estaba nerviosa; no supe contestarle porque estaba muy bloqueada y me dio una pastilla que me dijo que era lorazepam . Me llevaron de nuevo al calabozo. Supongo que mi cuerpo se calmó un poco porque dejé de llorar. Aún así, sentía que no podía respirar».

Mientras sus compañeras de celda salían para hablar con sus abogados y se iban a la calle, Luna se desesperaba cada vez más «porque a mí nadie me buscaba ni me decía nada» . Narra que la Policía Nacional volvió a ponerle los grilletes para llevársela a la comisaría de Moratalaz, donde ingresó sola en otro oscuro calabozo. «La segunda noche la pasé llorando, pidiendo ayuda, gritando, mientras otros detenidos, desde otras celdas, me insultaban y gritaban que callara».

Otro billete: 950 euros

A la mañana siguiente, fue trasladada a Toledo en un coche policial y con los grilletes puestos. En la Jefatura Superior de Policía no constaba que Luna tuviera pendiente alguna reclamación judicial. «Me emocioné mucho porque el agente que me atendió fue muy amable conmigo. Me dijo que no me iba a meter en un calabozo. Me senté en una silla y lloré otra vez porque no me podía creer ese trato».

Dos agentes de policía condujeron a Luna en un coche a los juzgados. Después de pasar por los calabozos, una abogada que sus amigos buscaron le asistió jurídicamente. «No vino ningún abogado de oficio y tuve que pagarle 500 euros para que me sacara de allí». En las dependencias judiciales todo se aclaró: la orden de busca y captura estaba cancelada desde el 9 de junio de 2017. La anulación está anotada desde aquella fecha en el Siraj (Sistema de Registros Administrativos de apoyo a la Administración de Justicia). Entonces, ¿qué había fallado?

Los amigos de Luna le pagaron los 900 euros que costó su billete de avión para regresar a su casa, en Buenos Aires, donde se recupera poco a poco de la pesadilla que vivió por una requisitoria que había prescrito hace más de dos años.

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