Toros en Guadalajara
Saleri II, torero de La Alcarria
Guadalajara estrena temporada taurina este domingo con una corrida goyesca (Ponce, Fandiño y Luque) que celebra el 125 aniversario del nacimiento del mejor espada de su historia
Cuentan en Aranzueque , al suroeste de la provincia de Guadalajara, que un día de 1919 el torero Julián Sáiz Martínez (Romanones, 1891-1958), «Saleri II» en los carteles, se presentó en la plaza del pueblo con una Harley-Davidson . Aparcó la motocicleta y, a pesar de que ya sabía la respuesta, preguntó a la chavalería que quién le podía dejar un poco de gasolina con la que llegar a su pueblo.
— «Mariano Pérez-Pardo es el único que tiene coche» , le dijeron, y le indicaron el camino hasta la casa del terrateniente.
El plan ideado por el torero para seducir a Carmen, una de las hijas del potentado, marchaba bien.
— «No se preocupe, aquí siempre hay gasolina, y más para un huésped de su categoría» , le espetó luego Mariano, quien le enseñó su morada y le invitó a comer con su familia.
Un año después, en 1920, el torero se casó con Carmen. La treta había merecido la pena.
Este domingo 3 de abril, Guadalajara estrena temporada con una corrida goyesca (Enrique Ponce, Iván Fandiño y Daniel Luque ante toros de El Ventorrillo forman el cartel), en la que se conmemora el 125 aniversario del nacimiento de Saleri II, el torero más importante que ha dado La Alcarria.
La anécdota de cómo conquistó a su mujer da una idea de lo singular del personaje. Torero tardío (tomó la alternativa con 23 años), cuando en España se quedó sin contratos se largó a América y, a la vez que toreaba, se convirtió en el empresario de algunas de las plazas más importantes, como Lima (Perú) o Bogotá (Colombia).
Ya retirado de los ruedos, regresó a la patria y montó un concesionario de coches en la madrileña plaza de Santa Bárbara, pero el negocio le duró lo que tardó en empezar la guerra civil: en julio de 1936, el Gobierno de la República ( y eso que Saleri II tenía carné del Partido Radical del republicano Alejandro Lerroux ) le decomisó cerca de 50 coches, y ya no los volvió a ver.
De «Posadero» a «Saleri II»
Hace dos años, Jesús Ron publicó la biografía «Saleri II. Torero de La Alcarria». En ella se narra que Julián Sáiz empezó a sonar en el planeta de los toros el 29 de agosto de 1912, cuando «en solitario y sin cuadrilla alguna» mató un toro de la ganadería de Victoriano Angoso en Saucelle (Salamanca). En sus primeras actuaciones se presentó con el apodo de «Posadero», y así fue hasta el 20 de abril del año siguiente, cuando Juan Sal «Saleri», el empresario de la plaza madrileña de Tetúan de las Victorias, le convenció para que adoptara el apodo de «Saleri II».
El mejor con las banderillas, apenas sufrió cornadas y eso que lidió las ganaderías más duras, en especial la de Palha
Corrocano, crítico de ABC, escribió de él: «De todos los aspirantes a ocupar los terceros puestos en los carteles de Joselito y Belmonte, este es de los que aportan más méritos»
Tomó la alternativa en Madrid (la plaza más importante de la capital estaba entonces en la Fuente del Berro) el 13 de septiembre de 1914, con Vicente Pastor de padrino y Curro Martín Vázquez de testigo. «Manguero», de la ganadería de Pérez Tabernero, fue el toro con el que se doctoró .
Formó parte de la Edad de Oro del toreo, protagonizada por Juan Belmonte y Joselito «El Gallo», y solo Rafael «El Gallo (hermano de Joselito) y el mexicano Rodolfo Gaona alternaron más que el alcarreño con los dos colosos.
Saleri II fue el mejor de su época con las banderillas. Apenas sufrió cornadas, y eso que lidió las ganaderías más duras, en especial la portuguesa de Palha (precisamente uno de esos toros le hirió en la nalga con afección al esfínter el 14 de septiembre de 1924 en Málaga, en la que fue la cornada más grave de su carrera).
En «El Cossío», la biblia taurina, se dice de él: «Fue un torero de los llamados largos, tenía el valor suficiente para hacer cuanto quería y lo hacía todo y todo muy bien. Toreaba con gracia y soltura y con demostración de excelente arte con el capote. Era un banderillero extraordinario, muy buen muletero, eficaz y artístico, y matando la mayor parte de las veces era seguro, fácil y pronto, pues mató muy bien muchos toros y no pocos en la difícil y poco frecuente suerte de recibir».
El alcarreño figura en algunos de los acontecimientos taurinos más relevantes de la historia. El 27 de febrero de 1916 fue parte del cartel que inauguró la Monumental de Barcelona . El 11 de septiembre de ese mismo año, en Albacete, «Peregrino» (de Palha) saltó la barrera y de ahí subió al tendido, provocando el pánico de los espectadores. Saleri II se fue a por el toro y allí mismo lo mató de una estocada. El 11 de mayo de 1919, en Madrid, le tocó en suerte el mítico «Bravío», un ejemplar de la ganadería del conde de Santa Coloma , que ha pasado a la historia por su inmensa bravura y que estuvo por encima del torero. El 7 de julio de 1922, el diestro tuvo el honor de matar al primer toro en la actual plaza de Pamplona: «Baturro», de la ganadería de Vicente Martínez.
1918, su mejor temporada
La mejor temporada de Saleri II fue la de 1918, cuando toreó 73 festejos. El 23 de mayo cortó su primera oreja en Madrid y Gregorio Corrochano, el crítico de ABC, escribió: «De todos los aspirantes a ocupar los terceros puestos en los carteles de Joselito y Belmonte, este es de los que aportan más méritos». El 18 de agosto en Bilbao, con un toro de Parladé, llegó su mejor tarde como profesional.
Acabado ese año, su cartel fue a menos. Ante la falta de contratos, en la década de los veinte se marchó a América, donde hubo temporadas en las que alternó como empresario y torero. En los años treinta aún tuvo un arrebato hasta que finalmente el 25 de agosto de 1935, en Almagro (Ciudad Real), se cortó la coleta.
Murió el 7 de octubre de 1958 y sus últimos días los pasó en la Escuela de Tauromaquia de Castilla , que montó «Dominguín» en 1950 en la plaza de Vista Alegre, en el madrileño barrio de Carabanchel, y de la que Saleri II fue su director. De él aprendieron futuras figuras del toreo como Gregorio Sánchez o Andrés Vázquez. Este último describió a su maestro como «un hombre muy especial, un fanático de Juan Belmonte, con el que había toreado mucho, y nos inculcó esa experiencia tan extraordinaria».
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