HISTORIA
¡Toledo, aquí sí hubo playa!
Hasta 1972, cuando se prohibió el baño «al comprobarse que sus aguas estaban contaminadas», los toledanos hacían vida alrededor del Tajo, disfrutando de él sobre todo en verano
Ahora parece mentira, viendo la suciedad que lleva el Tajo a su paso por Toledo, pero hasta hace 50 años la ciudad gozaba de un río saludable y los vecinos se bañaban en él como el acto más natural del mundo. Aquella época acabó el 19 de junio de 1972 , cuando el gobernador civil de Toledo comunicó a todas las poblaciones de la provincia atravesadas por el Tajo que el baño quedaba prohibido «al comprobarse que sus aguas estaban contaminadas».
«Los toledanos perdimos una parte importantísima de la vida cultural de la ciudad. El Tajo era un elemento de esparcimiento urbano, el sitio natural de encuentro en las tardes de verano », dice Ricardo Sánchez Candelas, que fue diputado, senador y aspirante a la alcaldía de Toledo por el PSOE en los años ochenta. «Hemos perdido mucho: en paisaje, en contacto con la naturaleza, en socialización, incluso en alimentación. Antes había un mercado de pescado que se cogía del Tajo y había un montón de especies que ya no existen. Todo eso no tiene precio», añade Alejandro Cano, presidente de la Plataforma de Toledo en Defensa del Tajo .
Según describen quienes aún viven para contarlo, el Tajo era entonces un ecosistema propio dentro de la ciudad. Las zonas preferentes de baño eran las de Safont o La Incurnia, donde se situaban los «buzos nadadores», una especie de vigilantes de la playa. El historiador Rafael del Cerro cuenta que ya en el siglo XIX el Ayuntamiento dictaba bandos que regulaban el baño: por ejemplo, las mujeres debían hacerlo a una hora y los hombres a otra. Además, dependiendo de la época, bañarse en público estaba mal visto y la gente se metía en el agua en unas casetas empalizadas de madera para que así nadie les mirara mientras se daban un chapuzón.
Del Cerro también relata cómo alrededor del río proliferaron los «gangos» , una expresión toledana para referirse a los quioscos autorizados por el Ayuntamiento para el verano y en los que se vendía cerveza, vino, gaseosa, refrescos y hasta pescado frito que previamente se había capturado en el río.
La imagen más típica, pues, era la de las familias que se acercaban al Tajo a pasar el día con sus tarteras de tortilla, filetes rusos o lo que fuera, mientras los más pequeños aprendían a nadar. «Bañarse en el río no era peligroso, pero raro era el verano en el que no moría alguien ahogado», dice Sánchez Candelas.
«Hemos perdido en paisaje, en contacto con la naturaleza, en socialización, incluso en alimentación», dice Alejandro Cano, presidente de la Plataforma de Toledo en Defensa del Tajo
Muchos aprendieron a nadar en el río. Aunque no era peligroso, raro era el verano en el que no moría alguien ahogado
Durante un tiempo, en Toledo hubo incluso un club naútico . «Construyeron una pequeña canoa con la que hicieron sus primeros pinitos de navegación entre los puentes de Alcántara y San Martín. A esta embarcación la bautizaron como ‘El pichón casero’. Fue una aventura juvenil, pero da idea de un río del que todavía se podía disfrutar», recuerda Sánchez Candelas de este sui géneris club naútico. Y una cosa que poca gente sabe es que, en la época de Felipe II, el Tajo se hizo navegable desde Aranjuez hasta Lisboa.
El trasvase no ayudó
La etapa gloriosa del río se fue apagando a la par que llegaba la modernidad. Hubo razones directas e indirectas que contribuyeron a que los toledanos dejaran de ir al Tajo a bañarse, aunque no sucedió de un día para otro sino poco a poco. Entre los motivos indirectos está que en los años sesenta se empezó a popularizar el veraneo y los desplazamientos en masa a las verdaderas playas. Hasta entonces, ni siquiera había piscinas en las que remojarse. Sin embargo, fue «la falta de caudal y la suciedad lo que propició que se prohibiera el baño», dice el historiador Del Cerro.
Después de 1972, la salud del río no mejoró. Todo lo contrario: en 1979 se inauguró el trasvase de agua del Tajo al Segura, que sin duda es una de las causas de la triste imagen que presenta el río en la actualidad. «El trasvase siempre ha estado sometido a la conveniencia política. (En sus inicios) Ningún partido quería mojarse en la defensa del Tajo y de Castilla-La Mancha en tanto que eso podía suponer pérdida de votos en las provincias recepetoras del agua», reconoce Sánchez Candelas, testigo directo de aquella etapa.
Aún así, Alejandro Cano no se resigna:
-¿Podrán los toledanos volverse a bañar en el Tajo?
—Es posible y además en poco tiempo. Lo único que hace falta es voluntad política. Igual que la hubo para cepillárselo, tiene que haberla para recuperarlo. Si nos empeñamos, en cuatro o cinco años podríamos tener un Tajo como el que disfrutábamos hace 50 años.
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