La sutil diferencia entre un engaño y un mal negocio

Tres hombres son juzgados por una presunta apropiación indebida de 800.000 euros

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«¡Es un negocio que ha salido mal, está claro! Pero, ¿cómo engañó usted a esos señores? ¿Se disfrazó de cabaretera? Vamos a ver si nos centramos». El magistrado Emilio Buceta enmendó este miércoles de esa manera al fiscal y al abogado de la acusación particular después de que terminaran de interrogar al primero de los tres acusados que se sentaban en el banquillo. Ya había pasado una hora y no se había llegado aún al meollo en la vista oral en la que tres hombres son juzgados en la Audiencia Provincial de Toledo acusados de un delito de apropiación indebida en 2003.

La reprimenda del presidente del tribunal dio pie al procesado Jesús Gabriel , administrador único de la sociedad de inversión inmobiliaria Melgar Arganzuela —ya extinta—, para decir que él no se había vestido de lagarterana para engañar a nadie. Y tomó prestadas las palabras del magistrado: «Es un negocio que salió mal».

Para el fiscal del caso, Jesús Gabriel es el único responsable de haberse quedado presuntamente con 806.000 euros de una veintena de inversores privados, aunque algunos reconocieron que recuperaron una pequeña parte y otros afirmaron que se quedaron sin los ahorros de toda su vida. La acusación particular, en cambio, está convencida de que Jesús Gabriel tuvo tres cómplices: Roberto, Urbano y José Antonio , que no compareció en la sala y está declarado en rebeldía.

El boca a boca

Las presuntas víctimas, residentes en pueblos de la provincia de Toledo, aportaron cantidades dispares: de los 200.000 euros que Alberto y su esposa pagaron en metálico a los 3.000 de Jesús Miguel. La promesa, jugosa y por escrito, era la misma para todos: recibirían unas altas plusvalías por invertir su capital en un negocio inmobiliario en Madrid. Aunque varios se dejaron seducir por primera vez por el boca a boca, que cruzó la provincia, algunos incluso repetían porque les fue bien en operaciones anteriores con estos mismos promotores.

El patrón también era siempre el mismo: los inversores entregaban su dinero a Roberto, un asesor fiscal que trabajaba también como agente de un banco ya desaparecido. Les informaba de que Melgar iba a invertir sus ahorros en comprar pisos, reformarlos, venderlos y tener beneficios. Roberto les firmaba también un recibí por el dinero, que luego se lo hacía llegar Melgar Arganzuela, con sede en Madrid y con una oficina en Toledo cerca de la catedral. «Yo no conocía a los inversores, eran clientes de Roberto (...) Quedábamos en Illescas y nos daban el dinero en una bolsa», dijo explícitamente Jesús Gabriel, que tuvo como socio a José Antonio, el fugitivo.

Jesús Gabriel, que sacó a relucir en la Sala el dinero en b como moneda de pago, se dedicaba a mover los ahorros de los inversionistas que ahora le piden cuentas. «Lo destiné a dos negocios inmobiliarios», afirmó el procesado, que creó otra sociedad paralela a Melgar Arganzuela (Inver 2), aunque a las presuntas víctimas solo les hablaron de una promoción de viviendas. No tenían ni idea del proyecto en la madrileña calle Cantera de Tilly, en el distrito de Vicálvaro.

«Me desplumó»

Fue este segundo negocio, paralizado más tarde por el estado de ruina del edificio, y su socio José Antonio los que llevaron a Jesús Gabriel a la quiebra. «José Antonio me desplumó, se pulió el dinero», aseguró el encartado, que solo reconoció ante el tribunal su firma y el sello de la empresa en documentos de cuatro perjudicados. «Como me quedé arruinado, prendí fuego a todos los documentos» , remarcó Jesús Gabriel, quien desveló que su ruina económica coincidió con su divorcio y la muerte de su padre. También dijo que devolvió hasta 70.000 euros a otros inversores de otros negocios tras la venta de su patrimonio, si bien reconoció que no reintegró dinero a los perjudicados en el caso que se juzga.

En el banquillo se sentaron dos acusados que se veían por primera vez: Roberto, que solo respondió a las preguntas de su abogado, y Urbano. Este último dijo que formó parte de Inver 2 para garantizar su dinero, pero se salió del negocio, pese a perder parte de la inversión, porque estaba en desacuerdo con la promoción en Vicálvaro. Sin embargo, de su participación en una supuesta trama para quedarse con el dinero de las víctimas, como sostiene la acusación particular, aparentemente nada en claro se sacó durante su interrogatorio. Los presuntos perjudicados, en cambio, repitieron que se les ocultó información y quedaron desamparados.

El juicio continúa este jueves con la lectura de los informes definitivos de las partes. Después de los procesados, la última palabra la tendrá el tribunal: ¿fue un negocio que salió mal o una apropiación indebida?

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