Plaza de toros de Toledo
El sueño de 365 aficionados
Hace 150 años, los comerciantes más influyentes decidieron levantar un coso como «un medio de darle más vida a la ciudad»
A Cayetano Sanz lo anunciaron en Toledo para las corridas inaugurales de la plaza, los días 18 y 19 de agosto de 1866. Pero aquello fue un desastre. En la primera, Cayetano, vestido de grosella y oro, acabó en la enfermería. En la segunda, con un terno de turquesa y oro, la cosa terminó peor: Cayetano se fue de la plaza sin matar al quinto toro porque «tenía que coger el tren para marchar a Andalucía» .
Han pasado 150 años desde que Toledo construyera su plaza de toros. Han pasado 151 desde que el alcalde Gaspar Díaz de Labandero dijo que eso de celebrar espectáculos taurinos en plazas públicas se había acabado. «Pero, hombre, alcalde, no nos puede dejar sin toros porque nos arruina» , se cuenta que le suplicaron entonces los menestrables (comerciantes de la ciudad de un cierto peso). No había marcha atrás, aunque sí una posible solución: construir una plaza privada.
«A los pocos días de finalizar la feria de agosto de 1865 se daban los primeros pasos para dotar a Toledo de un coso taurino estable... El 31 de agosto, a las ocho de la tarde, con la concurrencia de ‘gran número de vecinos y residentes’, tuvo lugar la primera reunión constituyente en el viejo coliseo de la plaza Mayor», dice Rafael del Cerro en su libro «La plaza de toros de Toledo (1865-2010). Antecedentes y noticias de un coso» . «La plaza se crea por una iniciativa privada ligada al comercio para fomentar la industria de la ciudad», añade este historiador, colaborador de ABC.
De inmediato, se formó una junta constructora, que después de levantada la plaza pasaría a ser una comisión explotadora. El alcalde Díaz de Labandero se integró en la junta porque la plaza sería «un medio de dar más vida» a la ciudad. «El Ayuntamiento no va a construir la plaza, pero ayuda con los terrenos . No es tanto que los cediera, sino que se hizo una permuta en la que se juntaron varias parcelas. Los 365 comerciantes crearon una sociedad para juntar el dinero y se levantó la plaza», cuenta Eduardo Martín-Peñato, actual presidente de la comunidad de propietarios.
27.000 duros
La obra se encarga a Luis Antonio Fenech, arquitecto municipal, y Santiago Martín y Ruiz, a los que se les pide un diseño capaz de acoger a 8.000 espectadores. Los expertos realizan el proyecto y resulta que el coste, de 1.020.514 reales con 60 céntimos, es más del doble de lo que han conseguido reunir los comerciantes. Estos piden un proyecto más barato, que no supere «los 27.000 duros». Entre ambos arquitectos surgen diferencias y, finalmente, Martín y Ruiz abandona el proyecto.
Los futuros propietarios exigen que la plaza esté lista antes del 15 de julio de 1866, un mes antes de la feria, en la que tienen previsto dar los dos primeros festejos. El arquitecto Fenech cumple, pero por la ciudad se extiende el rumor acerca de la «solidez de la obra» . Tanto es así que el 8 de agosto Francisco Jareño, otro arquitecto, revisa la plaza «sin encontrar ningún serio problema».
«Toledo se suma a la modernidad de tener un edificio alejado de la población y específico para el espectáculo, que en otras ciudades se tardó mucho en hacer. Además, es la primera plaza de estilo múdejar», explica Rafael del Cerro. «No nos olvidemos de que el estilo arquitectónico influyó decisivamente en la plaza de Las Ventas de Madrid» , añade Martín-Peñato.
Finalmente, a las cuatro y media de la tarde del sábado 18 de agosto de 1866, Cayetano Sanz y Antonio Sánchez «El Tato» hacen el paseíllo para lidiar seis toros: tres de Vicente Martínez y otros tres de Félix Gómez y Sobrinos. A la misma hora del día siguiente repiten los espadas, esta vez ante seis toros del marqués de Saltillo. Gabriel Bueno informó en el periódico «El Tajo» de la primera corrida. Su crónica se resume en cuatro versos: «Los dos espadas/Pudieron estar mejores/En cambio los picadores/Recibieron mil palmadas».
A pesar de la inauguración, en 1866, la plaza estaba incompleta, por lo que a lo largo de las siguientes décadas continuó habiendo obras puntuales.
Hoy la mayoría de los 365 propietarios de la plaza son descendientes de aquellos primeros «menestrables» que hace 150 años invirtieron en ella. Para Martín-Peñato, esto sucede porque «según nuestros estatutos, no podemos repartir beneficios : los que se obtienen (que unas veces sí y otras veces no) tienen que ir destinados a la conservación de la plaza y a la promoción de la cultura en la ciudad a través de los toros».
Sin embargo, ha habido al menos dos ocasiones en que la historia de la plaza pudo cambiar. La primera fue cuando era alcalde Joaquín Sánchez Garrido (de 1983 a 1987 y de 1991 a 1995), que «quiso comprar todas las acciones para que fuera del Ayuntamiento, pero no se llegó a un acuerdo», dice José Ponos, periodista y colaborador de ABC. Lo tendría que haber acordado con los 365 accionistas. La segunda fue en 2009 cuando Javier Rojo, uno de los propietarios, hizo una propuesta para reformar totalmente la plaza y montar en ella una sala de exposiciones, un museo, una cafetería y un restaurante. La inversión iba a ser de casi tres millones de euros. Martín-Peñato admite que «se valoró la idea». «La comunidad de propietarios la analizó a fondo y dijo: ‘Y si esto no funciona, ¿no nos va a dejar hipotecada la plaza? ¿Vamos a tomar ese riesgo? La junta directiva hizo una sesión ordinaria y se votó masivamente que no», explica.
¿Beneficioso o perjudicial?
La singularidad de una propiedad repartida entre 365 personas hace que surja la pregunta: ¿esto ha sido beneficioso o perjudicial para la plaza? Martín-Peñato, que obviamente es parte implicada, cree que «si hubiera sido de un solo empresario, hubiese tratado de sacar todo el dinero posible para llevárselo a casa; pero aquí nadie nos llevamos un duro, sino que todo revierte en favor de la plaza. Solo hay que fijarse en qué condiciones arquitectónicas están las plazas históricas y cómo está la nuestra, perfecta». Del Cerro también tiene una opinión favorable: «Si la plaza hubiera sido municipal, ahora estaría en ruinas o tendría una difícil gestión. Salvo casos muy puntuales, lo que los ayuntamientos quieren es quitarse la plaza de encima o la sacan a arrendamiento».
Alquilarla es lo que hizo desde el principio la comunidad de propietarios. En 1867, Pedro Vallejo ganó la primera subasta por 36.300 reales anuales hasta 1871. ¿Por qué se optó por esa fórmula? Martín-Peñato: «Lo que ha pasado en otras épocas no lo sé. Sí sé lo de los últimos 30 ó 40 años y precisamente porque somos gente del toro sabemos que si nos metemos a empresarios, arruinamos la plaza».
«En Toledo los que ganaron mucho dinero fueron Antonio González Vera y su cuñado Felicísimo Tejedor», interviene José Ponos. «Eran buenos empresarios, pero también jugaban con un momento de grandes figuras: El Cordobés, Julio Aparicio, El Litri, Antonio Ordóñez, Luis Miguel Dominguín, El Viti, Paco Camino, Diego Puerta, Jaime Ostos...». En lo que sí coinciden los aficionados es que Manolete, en los años cuarenta; El Cordobés, en los sesenta; Curro Romero, a finales de los noventa, y José Tomás, ya en el siglo XXI, han marcado un hito en la leyenda de la plaza. Pero esa historia y otras, el próximo domingo.
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