Rufo confirma que no es uno más en el Corpus
El toledano corta una oreja y pierde otras dos al pinchar una faena magistral
Los naturales de Morante al cuarto valen más que 40 faenas de medio escalafón
En tiempos de mediocridad (¿alguien tiene alguna duda del presente que vivimos?), hay una tendencia general a ensalzar sin medida al que sobresale, aunque sea un poco. También ocurre en los toros. Y luego pasa lo que pasa: que quien rápidamente es elevado a los cielos, tiende a estrellarse aún más deprisa. Tomás Rufo , de Pepino, que cumplirá 23 años el mes que viene, es uno de esos jóvenes que ha irrumpido con fuerza en el planeta taurino. Abrió la puerta grande en Madrid como novillero en 2019 y fue fichado por la familia Lozano, que algo sabe de esto y que desde que tomó la alternativa lo ha incluido en los mejores carteles.
Antes de hacer el paseíllo en Toledo, había toreado once corridas y había salido nueve veces a hombros. Y sin ir más lejos, esta primavera descerrajó la Puerta del Príncipe de Sevilla, cortó dos orejas en su confirmación en Las Ventas e indultó un toro en Nimes. ¿Es tan bueno como dicen? No es fácil adivinar hasta dónde llegará, pero parece claro que no es uno más . Este jueves, en la corrida del Corpus, se vio que puede llegar a ser alguien importante y aprendió que habrá tardes en las que el triunfo será lo de menos.
Rufo erró con la espada una faena magistral frente al sexto, lo que le impidió ser premiado con dos merecidas orejas. Con ese último animal de Hermanos García Jiménez, que en tres meses no se hubiera podido lidiar al cumplir seis años, se lució con los delantales del primer tercio y en un quite en el que combinó chicuelinas y tafalleras. Ya con la muleta, se preocupó de que el toro no se la enganchara para poder cuajarlo a placer. Hubo un redondo de 360 grados y un cambio de mano genial. Con la izquierda, los recetó de uno en uno y terminó con un excelente pase de pecho. Y con la espada, con la que hasta ahora se había mostrado muy regular, pinchó dos veces. Raro en él.
Antes, en el tercer toro, Fernando Sánchez había sido ovacionado al poner dos grandes pares de banderillas y Rufo se pegó un arrimón para conseguir tocar pelo, pero el toro era muy blando.
Mientras, Morante de la Puebla demostró por qué es el número uno del escalafón y por qué ha firmado contratos para torear más de 100 corridas esta temporada. Vamos a ser meridianamente claros: los naturales del sevillano a ese sobrero de Alcurrucén lidiado en cuarto lugar merecen más la pena que 40 faenas de medio escalafón. Sensacional con la izquierda , con la derecha la cosa bajó de intensidad y, al final, lo toreó en cercanías sin ponerse tremendista. Se agradece. Con su primer toro no había nada que hacer y lo despachó en un pispás. También se agradece.
Tienen que parecer toros
Alejandro Talavante, figura indiscutible hasta que se retiró, ha vuelto como triste, situado entre el montón. Basta escribir que al segundo le dio muchos pases como si los cobrara al peso, se pegó un arrimón como un torero que busca el aplauso fácil y, tras una gran estocada, sólo le otorgaron una oreja. En una plaza en la que los regalos abundan (como en la mayoría de cosos, para qué engañarnos), que no te den la segunda es para hacértelo mirar. El quinto no valía ni para arar. Aun así, a Talavante, y a cualquiera, se le debe exigir que lo mate con dignidad.
Por último, recordar que Toledo no es Madrid, pero tampoco un pueblo. Y que los toros tienen que parecer toros, no novillos . Y que una cosa es que sean nobles y que los toreros se pongan delante sin pasar apreturas, y otra es que se desmayen nada más aparecer en el ruedo o después de ser picados. La corrida enviada por Matilla resultó muy desigual, con tres animales que acababan de cumplir los cuatro años, otro cuatreño más, un cinqueño y un sexto tan viejo como el sol. El sobrero de Alcurrucén tenía presencia de toro. Qué mínimo.
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