Proyecto Santa Marta: una salida a la prostitución
Desde el año 2015, diecisiete mujeres han salido de la prostitución gracias al proyecto de ayuda individualizado que Cáritas diocesana desarrolla en la provincia de Toledo
Llegó a España cargada de ilusión y con el objetivo de tener un futuro mejor. Sin embargo, la realidad con la que se encontró fue bien diferente. La mala relación con su madrastra puso a Merci (nombre ficticio) de «patitas en la calle» a los pocos meses de pisar nuestro país.
Esta joven de Guinea Ecuatorial no olvidará jamás aquel día. Tenía 17 años. De la noche a la mañana, se vio sola, sin papeles, en la calle, con 200 euros en el bolsillo y un despreciativo «búscate la vida». Desorientada, en un país desconocido, sin saber qué hacer y ni a dónde ir, llamó al único familiar (aparte de su padre) que tenía en España: su hermana. Aunque su «hospitalidad» tuvo un precio: 90 euros por la única noche que pasó en el piso. Al día siguiente, de vuelta a la calle.
La única salida que vio Merci fue la prostitución. Empezó trabajando en clubes, discotecas y hoteles para «poder pagarme el alquiler de una habitación», pero acabó ejerciendo esta actividad en pisos burdeles.
En España no hay cifras concretas de cuántas mujeres ejercen una actividad que, a día de hoy, está fuera de la ley. Datos recientes del Centro de Inteligencia contra el Crimen Organizado apuntan a unas 45.000 mujeres, pero otras fuentes elevan el número a más de 100.000.
En cuanto al número de locales donde se ejerce la prostitución, la Policía Nacional situó esta cifra en 1.400 locales en 2017; una cifra muy similar a la que maneja Anela ( Asociación Nacional de Propietarios de Clubes de Alterne), unos 1.500 locales . Sin embargo, la proliferación en los últimos tiempos de pisos burdeles hace muy complicado cuantificar ese número.
De hecho, en la ciudad de Toledo hay conocimiento de estos locales en barrios como Santa Bárbara, Casco Histórico y Palomarejos . «El hombre consumidor de sexo prefiere ir a un piso donde su vehículo pasa más inadvertido aparcado en la calle que en un club de alterne», apunta Rebeca López, responsable del proyecto Santa Marta, dependiente de Cáritas.
Desde el año 2015, diecisiete mujeres han conseguido salir de la prostitución gracias al proyecto Santa Marta de Cáritas
Merci es una de las diecisiete mujeres que desde el 2015 ha conseguido salir de la prostitución gracias a ese programa. Este plan ofrece, a las mujeres que quieren salir de esta lacra, un «proyecto individualizado» para el cambio y la normalización de su vida personal y familiar. «Se ayuda a la mujer en todo lo que necesita: vivienda, salud, formación, alimentación... Todo lo imprescindible para que la mujer pueda llegar a tener una vida autónoma», explica Rebeca.
Las féminas que llegan al proyecto Santa Marta lo hacen bien a través de voluntarios de parroquias y ONGs, bien mediante derivaciones de los servicios sociales de los ayuntamientos de la provincia. «La fase inicial -asevera- suele ser difícil, ya que vienen rodeadas de mucho sufrimiento y les cuesta volver a confiar en alguien».
Su «idilio» por Europa
Siendo una adolescente, la joven abandonó España rumbo a Hamburgo (Alemania), país que en 2002 liberalizó la prostitución y que ahora es conocido como el gran prostíbulo de Europa. A Merci su compañera de piso le había «prometido» trabajar en una cadena de comida rápida. Pero, al llegar a la ciudad germana, lo único que le esperaba era una pequeña habitación de un piso, donde tenía que pagar un alquiler de 60 euros diarios.
«Me sentí completamente engañada. No tenía otra opción, así que acepté», afirma. Pronto los celos de la «madame» y del resto de chicas que compartían el piso -«porque la nueva se llevaba todos los clientes»- le pasaron factura. De la noche a la mañana, su pasaporte desapareció. «Tuve que pagar 500 euros de multa y gastarme todo el dinero que había ganado en pagar a un abogado para poder salir del país», recuerda con la mirada perdida.
Sin pasaporte, puso rumbo a Bélgica. En el país vecino, la historia se volvió a repetir, pero esta vez a su drama se añadió un nuevo «invitado»: la droga. «En Bélgica se trabaja con cocaína porque, si no consumes, los hombres que van allí [a los burdeles] no te cogen. Empecé a consumir -desvela, mientras se seca las lágrimas de los ojos-, pero al poco tiempo comencé a tener muchas complicaciones; me sangraba el oído y todo el dinero que ganaba lo gastaba en droga. Su «idilio» continuó por Irlanda y Francia . Hasta que un día pensé: ‘Esto no puede seguir así’».
En dos ocasiones intentó salir de esa pesadilla. La primera vez, en 2014, «pedí ayuda a un pastor protestante pero éste, lejos de ofrecérmela, quiso acostarse conmigo». La segunda vez fue dos años después. «Conocí a un hombre y me dijo que me ayudaría a salir, pero, cuando llevaba un tiempo con él, comenzó a faltarme al respeto y lo dejé».
Su infierno duró casi 10 años . Un tiempo más que suficiente para darse cuenta de que la prostitución es un «mundo fantasma», donde nadie te da nada gratis. «Todo el mundo te quita todo lo que tienes. Hay mucho engaño y sufrimiento. Es muy difícil salir; más aún si consumes drogas».
La herida del mundo del que viene tarda en cicatrizar debido a todo el cúmulo de sentimientos al que son sometidas. Merci, por fortuna, encontró consuelo en el proyecto Santa Marta. «Cuando conocí el programa, a través de Servicios Sociales de Esquivias, me costaba mucho confiar en la gente. Pensaba: ‘¿Por qué me ayudan? ¡Seguro que tengo que dar algo a cambio! Pero no fue así. Ellos me han dado todo sin pedirme nada a cambio», se emociona.
Ahora esta joven es «otra mujer nueva». Estudia la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) y recibe el apoyo de dos voluntarios del proyecto en las asignaturas de Matemáticas y Lengua. Además, la institución de la Iglesia le ayuda con los gastos de formación en un curso de Estética y con los del alquiler del piso, la luz y la alimentación.
«Cuando estás en el mundo de la prostitución solo quieres que ‘alguien’ se preocupe por ti, que te hagan una simple llamada para preguntarte: ‘¿Qué tal estás?’. Pero nadie se acuerda de ti. Ahora Cáritas es mi familia, todos los días tengo que hablar con ellos».
«Muchas veces caemos en pensar que si están ahí [en la prostitución] es porque quieren, o porque ganan mucho dinero, pero la realidad es que viven con constantes humillaciones», señala la responsable del proyecto Santa Marta. Algo común en todas ellas es el sufrimiento, pero cada una es un mundo. Sin embargo, salir de la prostitución es, en gran medida, un proceso personal, ya que, como dice Rebeca, en el programa de Cáritas «no se obliga a nada y son ellas las que toman la decisión de salir de esa situación».
«Es muy difícil salir de la prostitución y más aún, cuando consumes drogas. Hay mucho engaño y sufrimiento»
«Cáritas es la única familia que tengo; gracias a ella he conseguido salir de este mundo. Todos los días necesito hablar con ellos»
Según los datos recabados por Cáritas en la publicación «La prostitución desde la experiencia y la mirada de Cáritas», el 90% de las personas a las que van dirigidas este tipo de proyectos son mujeres . Los hombres y los transexuales son parte también de esta realidad, pero siguen siendo, desde el punto de vista cuantitativo, una realidad residual, lo que sitúa claramente la prostitución en el marco de las relaciones desiguales entre hombres y mujeres.
Otro dato bastante significativo que se desprende de ese estudio es que la gran mayoría de las mujeres que ejercen la prostitución -más del 80%- son extranjeras . Aunque se apreció un cierto repunte de las españolas durante los años de la última crisis económica, la desproporción sigue siendo muy grande. Nacionales o extranjeras, no superan los 35 años por lo general y cuentan con un nivel formativo bajo, ya que la mayoría de ellas no suele tener estudios secundarios.
Todas coinciden en lo mismo: entrar en la prostitución es fácil, lo difícil es sali r. La salvación de Merci fue conocer a Cáritas. Ahora, aprovechando la celebración de su 27 cumpleaños, ha querido compartir su testimonio para ayudar a otras mujeres a salir de esa pesadilla.
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