Braulio Rodríguez Plaza. Arzobispo de Toledo - OPINIÓN
¿Ordenar sacerdotes en estos tiempos?
Ordenar sacerdotes y ordenarse sacerdote; bautizar o confirmar, o asistir a la boda de un hombre y una mujer católicos siempre tiene su sentido . Como igualmente tiene sentido hacer otras muchas cosas: trabajar por el bien común, hacer una buena acción política, enseñar, formar una familia, un grupo, una empresa que dé empleo o una institución que haga el bien a los demás. Todo lo enumerado tiene sentido porque en esta vida hay siempre algo que permanece; y no sólo permanece, sino que indica que la vida tiene una orientación, que trasciende, que va más allá de esta vida y de lo que cambia constantemente.
Asistimos en la actualidad española a tomas de posiciones y de decisiones que quieren decirnos sus autores que es bueno romper todo sistema de valores y todo lo que lleve a toda manera de hacer virtuosa, porque es «tradicional»; se quiere «otra cosa», y de ahí se afirma que «la gente quiere otra cosa».
Hay mucha gente que piensa que nada tiene consistencia , que no hay nada objetivo, y no quieren ver que las realidades existen –también las suyas y «sus razones»- porque «consisten». A esto que está detrás de la realidad visible podemos llamarlo de muchos modos: principios básicos, razón práctica, fundamentos únicos, ley natural, moral o ética natural. También podemos llamarlo el ser absoluto o Dios . ¿Por qué no, si nosotros no lo hemos inventado, está en el fondo de nuestro ser? ¿Por qué va a tener más razones el que dice que es ateo que el que confiesa que es creyente?
El esfuerzo de conseguir un nuevo sistema de valores y valoración de la realidad ni es, pues, fácil, y es, en sí mismo, contradictorio. Es, en el fondo, «ideología». Si el deber, por ejemplo, para con mis padres es una superstición, entonces también lo es el deber respecto a la posteridad. Si la justicia es una superstición, también lo es el deber hacia mi país o mi pueblo . Si la búsqueda de conocimiento científico es un valor real, entonces también lo es la fidelidad conyugal o el respeto por la vida humana desde la concepción hasta la muerte.
Tal vez alguno se dirá: ¿por qué mezcla el arzobispo la ordenación de nuevos sacerdotes con la aparición de grupos que dicen «estar con la gente» y, sin embargo, parecen no aceptar la ley o el ordenamiento jurídico de nuestro Estado, o con las reflexiones de tipo filosófico ? No es una mezcla, pues son realidades diferentes. Si he hablado de las ordenaciones de presbíteros en el contexto de lo que vive la sociedad española, solamente es por poner un ejemplo de una decisión y un acontecimiento que no se entiende únicamente como algo más, sino que nace de una voluntad libre y no sometida a la simple necesidad, y sí a la gratuidad. Muchas más realizaciones y tomas de decisión de hombres y mujeres tienen hoy este sentido: aceptar la maternidad, dejarse la vida por los hijos, atender a los que no podrán pagarte, hacer el bien sin mirar a quien, trabajar por el bien común . Todo esto no se hace sólo por interés o por instinto ciego: tiene una dirección, un sentido y una esperanza.
Como tiene una esperanza no aceptar que «el hombre es un lobo para el hombre», en opinión de Hobbes, ni que el adversario político es un enemigo cuya influencia debe ser neutralizada. No es camino anular al adversario. No es bueno volver a pasados odios y enfrentamientos, a rupturas que no llevan a buen término . El Papa Francisco ha dicho no hace mucho: «Dialogar no es negociar. Negociar es tratar de llevarse la propia tajada de la tarta común. Dialogar es buscar el bien común para todos (…) El mejor modo de dialogar no es hablar y discutir, sino hacer algo juntos» (Discurso en Florencia, noviembre 2015). Si pensamos en nuestros políticos, no estaría mal «desacralizar» la política. Quiero decir que ellos no deben arrogarse el papel mesiánico de salvadores de la vida de los ciudadanos. La cuestión es servir, no servirse.
+Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Toledo