Muere a los 91 años el sacerdote e historiador José Carlos Gómez-Menor

El escritor Santigo Sastre le dedica un artículo donde cuenta su trayectoria y valía como historiador

Gómez-Menor el día de su nombramiento como académico numerario supernumerario de la RABATCH(junto a Santiago Sastre)

ABC

Con motivo del fallecimiento, este martes 16 de junio, los 91 años de edad, del sacerdote e historiador toledano José Caros Gómez-Menor, el escritor Santiago Sastre glosa su figura y obra en un artículo que rinde homenaje a «uno de los mejores historiadores que ha tenido Toledo».

LA LUZ DE JOSÉ CARLOS GÓMEZ-MENOR

Mi vida es la que es en gran parte gracias a los maestros que he tenido, que me han aportado mucha luz con lo que he aprendido a su lado. Uno de ellos ha sido José Carlos Gómez-Menor Fuentes, cuya noticia de su fallecimiento a los 91 años me ha entristecido mucho.

He conocido a pocas personas tan inteligentes como él, con un memorión de elefante. Hay que decirlo sin ambages: ha sido uno de los mejores historiadores que ha tenido Toledo. Sus estudios sobre el Lazarillo (propuso un nuevo autor toledano), sobre los orígenes familiares de san Juan de la Cruz y santa Teresa (una de sus especialidades), sobre el Greco (identificando personajes de sus cuadros e indagando en la vida de Jerónima de las Cuevas) y sobre pintores toledanos (como Juan Correa de Vivar, Blas de Prado y Luis Tristán) son muy citados en trabajos de investigación a nivel nacional e internacional.

Él me dijo muchas veces que el libro del que se sentía más orgulloso era «Cristianos nuevos y mercaderes de Toledo» , que publicó en 1970, que es un trabajo sobre las familias de origen judeoconverso que vivieron en Toledo en la primera mitad del siglo XVI. Era un historiador de raza, es decir, de los que se metía en los archivos a bucear en los documentos antiguos, en especial en el siglo XVI. Siempre me llamó la atención su capacidad de formular hipótesis ante sucesos sobre los que apenas había datos, con la esperanza de que tiempo después se pudieran confirmar. Publicó una preciosa obra de teatro ( Con luz y a oscuras viviendo ) y recopiló su poesía en el volumen «Siega de pan y flores» (2009), que tuve el honor de prologar. Le gustaba pintar (fue a clases de pintura con Luis Pablo), con un curioso estilo expresionista. Lo último que publicó fue una separata insistiendo en que uno de los versos del poema Noche oscura de Juan de la Cruz tiene un error que se repite en muchas ediciones: en el verso «a oscuras y en celada» debería ser «a oscuras y encelada» con el adjetivo encelada todo junto, porque celada separado es una parte de una armadura.

Le hice la última entrevista que publicó en vida en la revista Cuatro Calles, en la que hablaba de sus recuerdos de la guerra civil y de su vocación sacerdotal (fue cura de pueblo, de ciudad y acabó en el cabildo de la catedral como beneficiado y después como canónigo honorario). Se le quedó en el tintero hacer una edición del Lazarillo (haciendo hincapié en sus rasgos toledanos) y también de los Dichos de luz y amor de Juan de la Cruz. Yo era su amanuense: desde que nos conocimos pasé gran parte de sus escritos al ordenador.

José Carlos Gómez-Menor era muy amigo de José Jiménez Lozano , premio Cervantes, recientemente fallecido. Yo intentaba convencerlo de que no se comprara tantos libros (ya que no tenía espacio donde guardarlos). Me impresionaba lo bien que se documentaba para trabajar sus temas, sin usar el ordenador. Todos los días se leía el ABC de cabo a rabo , incluso algunos los conservaba. Le encantaban las antigüedades (sobre todo las pinturas). Llegó a publicar un boletín de arte toledano que pagaba con su dinero. Le gustaba la música de Beethoven y era un apasionado del arte de Miguel Ángel. Arrastraba desde hace tiempo problemas con la gota y la diabetes. La última vez que estuve con él en la casa sacerdotal de Toledo, tenía en la mesa de su habitación una foto de su madre, que murió ya centenaria, y otra de cuando fue ordenado sacerdote por el cardenal Plá y Deniel . Con su muerte se empobrece el mundo y Toledo pierde a uno de los mejores historiadores que ha tenido. Sus trabajos históricos, desperdigados en diferentes revistas, se revalorizarán con el tiempo (estaría bien recopilarlos en un volumen, que era uno de sus deseos). Y su ausencia deja en mí un enorme dolor de orfandad.

Santiago Sastre

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