Mario Argentino Paoletti Moreno. In memoriam

«Las ocas del Tajo quizá lloran entre la niebla»

Antonio Illán Illán

Mario Paoletti (Buenos Aires, 1940-Toledo 2020) ha muerto. Hoy la cultura es un poquito más pobre. Las ocas del Tajo quizá lloran entre la niebla. Desde allá donde ahora habite seguirá mirando escrutadoramente, pero faltará la palabra precisa y la amabilidad de su humanidad inmensa.

Fue la primera patria de Mario Paoletti un pasaje junto a un club donde ocurría todo lo que importaba en ese mundo. La segunda, un departamento con ascensor en pleno corazón de Buenos Aires. La tercera, la redacción de un diario de provincias, El Independiente, de La Rioja (Argentina). La cuarta patria fueron las oscuras, infectas, desesperantes, indignas y humillantes cárceles de Videla, en donde leyó el Quijote en voz alta a un compañero de celda. Luego una vieja ciudad de Europa. Más tarde un paisito del Caribe. Su última patria, tierra querida, Toledo, y una casita junto a un río verde custodiada por una garza y un martín pescador. Y sobre todas, la patria de la literatura.

Dejó Argentina, de donde fue expulsado, y recaló en Toledo, donde dirigió el Centro de Estudios Internacionales de la Fundación Ortega-Marañón (ex Fundación Ortega y Gasset). La ciudad le concedió el título de «Hijo Adoptivo» en 2019.

De la vida se puede decir de todo menos que es previsible. No lo fue la de Paoletti, amador de Borges. Poeta que no se consideraba poeta , aunque fuera capaz de ver poéticamente el mundo y luego transcribir esa mirada a un lenguaje con su voz inconfundible, tanto en prosa como en verso. Su literatura es una verdadera escultura que solo culmina cuando de la primera escritura ha ido eliminando todo lo que sobra, todo lo que empobrece. Su obsesión le llevaba hasta la nimiedad de modificar cinco veces un adjetivo.

Narrador, poeta, dramaturgo y ensayista, Mario Paoletti deja una extensa obra. Poco amigo de tener presencia en los círculos literarios y bastante renuente a la publicidad y a la aparición en los medios, quizá no alcanzó la fama literaria, ni al otro lado del charco ni en este, que la calidad de su producción merece. Títulos como Quince monedas , A fuego lento , Vasco busca vasco o Quijote Exprés nos dan buena idea de su narrativa y de su modo de fabular. Amar es la cuarta parte del problema, tomo que recoge su poesía reunida, publicada antes en una decena de títulos, es un excelente licor poético para beberlo a tragos cortos. El aguafiestas (biografía de Mario Benedetti), El otro Borges o Poemas con Ortega nos proporcionan lucidez sobre la profundidad de su indagación. La Higuera, su obra de teatro sobre las últimas horas del Che, pone de manifiesto el buen manejo del arte dramático y su hábil juego entre la realidad y las emociones.

En el día de los elogios, prefiero quedarme con el de que Mario Paoletti era buena gente . Hombre de poco comer, de caminar lo justo, tirando a lo menos, y de pensar mucho, que, intentando desatar siempre los nudos de su pasado, se perdía siempre en las mismas bifurcaciones. Y jugador de la literatura, el arte y la filosofía, piscinitas de jardín -como él decía- en las que es imposible ahogarse.

Mario Paoletti ha muerto y seguirá buscando eternamente las flores de color verde que anhelaba y, desde el Más Allá, hará descender una rosa que alguna vez caerá en las manos de Pilar, el amor, que estará siempre alerta y con una mano libre esperando.

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