Juan Gómez

Regimiento de Cazadores 'Alcántara'. Un siglo de honor

Juan Gómez Díaz

Ocurrió en este mes de hace cien años; en el cauce seco del río Igán. El Regimiento de Cazadores Alcántara, 14 de Caballería, tras la derrota de las fuerzas de la Comandancia Militar de Melilla y para proteger su retirada, se cubrió de gloria y honor en la batalla que protagonizó durante el tristemente célebre Desastre de Annual. Denominado así porque fue algo más que una derrota, pues socavó los cimientos de la monarquía liberal de Alfonso XIII, propiciando el golpe de Estado y la Dictadura de Miguel Primo de Rivera; hermano del teniente coronel segundo jefe del del Regimiento y protagonista de la gesta, Fernando Primo de Rivera, porque su jefe, el coronel Manella, se encontraba al mando de la circunscripción de Annual.

No es ocasión para describir el desarrollo de los combates que propiciaron el Desastre, sino que, de acuerdo con el título de esta colaboración, es para resaltar y hacer valer la actuación del Rgto. de Cazadores Alcántara en aquellos tristes sucesos.

Su jefe, el teniente coronel Primo de Rivera (1879-1921) ingresó en la Academia de Infantería de Toledo de la que salió promovido a segundo teniente. Posteriormente se incorporó a la de Caballería, destacando como jinete y profesor de equitación. En los sucesivos empleos estuvo destinado tanto en la Península como en Marruecos, donde, el 20 de mayo de 1921, se hizo cargo del Regimiento en Dar Drius. Cuando cayó Igueriben, la decisiva actuación del teniente coronel Primo de Rivera tratando de detener y organizar a los que se retiraban y protegiendo con los escuadrones de su regimiento los sucesivos repliegues desde Batel y Monte Arruit. ¡Mientras el clarín vibre!

'Mientras la Patria exista'!, como dicen los exaltados versos compuestos en su honor.

De los cerca de setecientos hombres que formaban los escuadrones del Alcántara, solamente llegaron ilesos a Monte Arruit unos setenta, entre ellos el teniente coronel, en cuya defensa participaron hasta que el casco de una granada de artillería le arrancó el brazo, falleciendo por la infección de la herida. Cuando se recuperó esta posición fueron exhumados sus restos que habían sido enterrados por sus propios soldados. Trasladados a Madrid, el Rey impuso sobre el féretro la Cruz Laureada de San Fernando. Inexplicablemente, el Regimiento no recibió la Laureada Colectiva que había merecido por su sacrificio. Esta omisión quedó resuelta el 2 de julio de 2012, cuando el BOE publicó tal concesión al Regimiento de Caballería Acorazado 'Alcántara' Núm 10, en su denominación actual y de guarnición en Melilla.

En conmemoración de esta hazaña se alzó, frente al edificio de la Academia de Caballería de Valladolid, un monumento, obra de Mariano Benlliure, inaugurado el 25 de junio de 1931 que representa a cinco jinetes en actitud de galope con las diferentes enseñas y uniformes que, a lo largo del tiempo, ha utilizado el Regimiento.

Para los anales de la historia, las sucesivas cargas del Alcántara contra los rifeños son una de las últimas que ha realizado la Caballería española. La siguiente, y última, tuvo lugar durante nuestra guerra civil y la protagonizó el coronel Monasterio al frente de la 1ª División de Caballería en la batalla del río Alfambra (1938).

Esta podría ser la comprimida historia de la gesta protagonizada por el Alcántara en aquel Desastre. Pero hay algo más y que no debemos olvidar.

Ocurre, a veces, que ante situaciones de peligro extremo surgen comportamientos que vienen a paliar los efectos catastróficos ocasionados.

Este es el caso de las cargas del Regimiento Alcántara que sabiendo que iban a morir sacrificaron sus vidas para salvar la de sus compañeros. Esto se llama, sin alambicadas interpretaciones: heroísmo. Aunque, lamentablemente, en nuestras sociedades líquidas opinar sobre el honor desde la perspectiva del tiempo transcurrido puede producir en el escéptico una sonrisa, cuando no un exabrupto.

Pero ahí tenemos acciones parecidas en ejércitos del nuestro recurrente 'entorno' que, de una humillante derrota hacen un éxito militar merecedor de libros y películas, como es el caso de la carga de la Caballería Ligera bajo el mando de lord Cardigan, en la llanura de Balaclava durante la guerra de Crimea (1854). Con igual resultado cabe mencionar al 7º de Caballería del teniente coronel Custer en la batalla de Little Bighorn (1876). Para los ingleses y estadounidenses una extraordinaria “victoria”. Sin embago, para nosotros los españoles, el olvido y, a veces, algo peor, el silencio.

Por todo ello, al cumplirse cien años de la gesta heroica del Regimiento de Cazadores de Alcántara menciono en su honor y en su memoria los versos finales de la 'Oda al Escuadrón de la locura' del poeta cordobés Marcos Rafael Blanco Belmonte (1871-1936):

Busquemos las lecciones grabadas en la Historia

con lauro inmarcesible.

Y arriba, muy arriba, cual soberana gloria,

escúlpase de Alcántara la trágica victoria

diciendo: “Con su arrojo lograron lo imposible .

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