Entrevista

Inocencio Arias: «Esto de que estamos ante la generación mejor preparada es un camelo»

Inseparable de su pajarita, de la que es «esclavo» y «rehén», este sábado estuvo en la Feria del Libro de Toledo firmando ejemplares de sus memorias

Inocencio Arias, este sábado en la Feria del Libro de Toledo LUNA REVENGA

JUAN ANTONIO PÉREZ

Hay gente, mucha, que ni en 50 vidas viviría lo que solo en una ha vivido Inocencio Félix Arias Llamas (Albox, Almería, 1940), «Chencho», para quienes le conocen. Se trata del diplomático español más famoso de nuestro tiempo (aunque ya lleve varios años jubilado). A ello le ha ayudado su carisma y un fino humor, pero, sobre todo, un impresionante curriculum. Embajador de España ante la ONU o portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores con gobiernos de tres partidos diferentes (UCD, PSOE y PP), pero también director general del Real Madrid en los años 90. Ahora lo ha reunido todo (o casi) en sus memorias: Yo siempre creí que los diplomáticos eran unos mamones .

—¿Por qué siempre lleva pajarita?

—El origen es que en algún momento de mi niñez o mocedad debí de ver a algún actor de cine que me fascinó. Pudo ser James Mason. Ahora soy esclavo de la pajarita. Si hoy hubiera venido aquí sin ella, la librera me hubiera dicho: «Está usted ahuyentando al público». Soy rehén de la pajarita.

—¿Cuánto de espía y de cínico tiene que tener un diplomático?

—De cínico no mucho. Bueno, parcialmente, porque está de vuelta de muchas cosas; pero eso no significa que convierta el cinisimo en su modo de actuar o que se refugie en la mentira. En cuanto a lo de espía, qué duda cabe de que una de las funciones del diplomático es conseguir información para su país. Ahora bien, el trabjo del diplomático es abierto. Los servicios del espionaje pertenecen a otro cuerpo del Estado.

—En sus memorias habla del protocolo y del mal fario del número trece. Cuénteme alguna de las curiosidades que hay en esta área...

—En el libro cuento una anécdota curiosa que sucedió en la primera cena de mi mujer, cuando aún éramos novios, en la embajada. El embajador se dio cuenta de que éramos trece en la mesa y se puso tan nervioso que yo le ofrecí marcharme y que mi mujer viniera otro día. Entonces él me dijo: «No te importaría sentarte en una mesa anexa». Y así lo hicimos. No es porque tú pienses que el número trece va a traer mala suerte, es que algunos de los invitados lo puede pensar y no los puedes tener nerviosos.

—¿La ONU está infravalorada o sobrevalorada?

—Actualmente, casi infravalorada. Quizá le ha pasado lo que al futbolista Bale, Como no tiene muchos medios, está limitada; y como los cinco países que mandan son egoístas, como todos los Estados, vetan y coartan su actividad.

—¿Con qué líder de los que ha conocido se queda y a cuál de los que no ha conocido le hubiera gustado hacerlo?

—Un líder que me entusiasmó las tres veces que coincidí con él fue el primer ministro y presidente israelí Simon Peres. Me hubiese gustado conocer al presidente norteamericano Lincoln, el que emancipó a los esclavos en EEUU; a Roosevelt o a Isabel La Católica: ¿era tan fanática como dicen? ¿tan mujer de Estado?

—¿Echa de menos los viajes? ¿Hay algún lugar en el mundo que no conoce y al que le gustaría ir

—Los viajes, cada vez menos. Me gustaría conocer Kenia, Vietnam, no muchos más… Irán, pero no solo para verlo, sino para vivirlo: me gustaría ver cómo está evolucionando la sociedad.

—Asegura que en la época en la que era estudiante, los jóvenes salían mucho mejor preparados de la universidad que ahora. ¿Por qué lo cree?

—Esto de que estamos ante la generación mejor preparada es un camelo. Lo que ocurre ahora es que hay una generación mediocremente preparada, pero hay muchos más jóvenes que pertenecen a esa generación. Mire, le voy a poner un ejemplo: «A ver si ve usted en toda la mañana a un joven que venga a comprar un libro a la feria». Le desafío. ( Y, efectivamente, no se ve a ningún joven ).

—También se lee en sus memorias que la mili le aportó una serie de valores. ¿Es partidario de que vuelva?

—No estoy convencido. Ahora bien, aportaba una serie de valores que ampliaba el horizonte de los que participaban en ella, y enseñaba que la disciplina y la lealtad tienen su importancia.

—Le he leído que en los años 50 el pagar a escote era «absolutamente inconcebible». ¿Qué otras cosas se han perdido con los años?

—Las señoras no pagaban nunca. Cuando era joven e iba con chicas, todo lo pagabas tú, hasta el tabaco que fumaban. Se ha perdido el usted, el sombrero en los hombres, el luto…

—Como aficionado al cine e incluso actor en una docena de películas, dígame una película que retratara bien la situación política actual en España...

—Alguna que fuera un poco cómica, surrealista, con dosis de patetismo y desfachatez. Berlanga haría una muy buena película.

—¿En el palco del estadio Santiago Bernabéu se mueven los hilos del país, como dice Piqué?

—No, para nada. Piqué está haciendo campaña para ser presidente del Barcelona. Es un provocador, y un magnífico futbolista. En el palco del Bernabéu se mueven los hilos como en el del Barcelona, el del Valencia o el del Atleti. Como se puede ser tan ingenuo o tan demagogo como Errejón, cuando dijo: «Soy madridista, pero no se me ocurre ir al palco por las cosas que se cuecen allí». ¿Qué pasa que en la entrada del palco del Bernabéu hay un cartel que pone: «Corrompe, corrompe»; y en el del Barça y el del Atleti, pone: «Sé puro, sé sano, favorece a los jóvenes…»? Es una idiotez impropia de una persona mayor de 20 años.

—¿Qué le sugiere Toledo?

—Belleza, cultura, historia y, aunque sea bueno, demasiados turistas.

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