«El hambre más difícil de subsanar es el de la búsqueda de confianza»
Entrevista a Luis Adán Arias Castillo, capellán de prisión en Paraguay
Tiene 54 años y desde hace tan solo once es sacerdote. El paraguayo Luis Adán Arias Castillo es hombre de vocación tardía, tal y como él reconoce. Fue un viaje a Israel lo que le impulsó a tomar una decisión firme que siempre había sobrevolado su cabeza: ordenarse cura. El padre Luis es capellán de la cárcel de Tacumbú (Paraguay) y uno de los treinta misioneros que durante estos días están ofreciendo su testimonio en el marco de la LVII Campaña Contra el Hambre de Manos Unidas , cuyo lema este año es «Plántale cara al hambre: siembra».
Desde hace quince años, el padre Luis trabaja con los presos de Tacumbú. Reconoce que, a priori, ayudar a reclusos «no tiene sentido si entendemos por centro penitenciario lo que existe en España». Pero la situación es diferente en Paraguay, uno de los países más pobres de Sudamérica. Con apenas siete millones de habitantes, los reclusos viven en condiciones de hacinamiento (la prisión de Tacumbú tiene capacidad para 1.600 personas, pero hay unos 4.000 reclusos), tienen e scasez de alimentos y no reciben ningún tipo de formación para afrontar la realidad cuando salen a la calle.
La mayor parte de los inquilinos de ese centro penitenciario son jóvenes con edades comprendidas entre los 18 y 26 años. «El origen de estos chicos ha sido la pobreza. No han recibido una educación, ni alimentos y sus familias están disgregadas. Todo ello les ha llevado a la delincuencia. Llegan a la cárcel y continúan en la misma miseria», cuenta el capellán.
Pero este presidio, uno de los más peligrosos de Latinoamérica, no es el único que forma parte de la vida del padre Luis. En la cárcel de mujeres del Buen Pastor , el tráfico de estupefacientes es uno de los delitos más comunes por los que sus presas cumplen condena. Un 80 por ciento de las internas llegan a cumplir penas de hasta cinco años por trapichear con apenas dos gramos de droga, generalmente marihuana y cocaína. «Esta situación alarmante está estrechamente relacionada con el núcleo familiar, porque una madre encerrada es una familia totalmente desestructurada y consecuencia directa de que los hijos se dispersen», afirma el cura.
El porcentaje de reincidencia de estos presos es muy elevado, señala el sacerdote, ya que, de diez personas que salen a la calle, siete vuelven a entrar. «Vimos que nuestro apoyo espiritual no era suficiente para corregir esta situación, por lo que era una necesidad tener un proyecto de rehabilitación».
Gracias a Manos Unidas, Paraguay ha visto la generosidad de la Madre Patria
Un proyecto basado en la reinserción social y laboral, que estaba estructurado en torno a tres pilares ( espiritualidad, educación y trabajo ) y que tenía como benefactor a Manos Unidas. Esta ONG aportó maquinaria para inculcar a los presos unos hábitos laborales y les infundió una educación escolar. Pero una vez transmitidos todos estos valores los problemas no quedaban ahí. Se topaban con «el más grave» de todos: el rechazo de sus familias . «Sus allegados les discriminan y se da el fenómeno de que los ‘delincuentes amigos’ son ‘generosos’ y les acogen en sus vidas, por lo que vuelven a entrar en ese círculo vicioso de la delincuencia».
Romper esa cadena no es fácil, reconoce el capellán, pero Manos Unidas está cambiando esa inercia. ¿Cómo lo ha conseguido? Con un segundo proyecto, consistente en la construcción de un albergue postpenitenciario que ofrece un lugar transitorio de cobijo, alimentos y formación. «Les formamos para trabajar de manera independiente e incluso tenemos empresas adheridas a este proyecto que ofrecen trabajo sin importarles sus antecedentes judiciales».
«Por cada siembra que se hace al pobre, otro recibe la vida. Hay mucha hambre dentro y fuera, pero el hambre más difícil de subsanar no es el de los alimentos sino el de la formación, educación y el de la búsqueda de la confianza», destaca.
-¿En alguna ocasión se ha sentido desilusionado, con ganas de abandonar el proyecto?
-Me acostumbré a la desilusión para no hacerme desistir porque hay personas por las que vale la pena luchar. Pero hay otras que no saben aprovechar los recursos y abandonan el trabajo, el programa y vuelven a la droga. ¿Lo mejor? Vemos resultados, y eso es lo que nos anima a seguir adelante.
-¿Ha mermado la crisis económica la solidaridad de los países?
-Es cierto que a raíz de la crisis la solidaridad se ha resentido. Generar ayuda para los niños, ancianos y enfermos siempre es fácil, pero ayudar a los presos es más complicado. No todo el mundo entiende que ellos han sido víctimas antes y que la sociedad ha generado delincuentes. Pero no hablamos de una situación de caridad, sino de justicia, porque estas personas han sido presas de la injusticia en el área familiar, educativo y alimentario.
-Paraguay es uno de los países afectados por el virus del zika y ahora esta infección también ha llegado a España. Por el momento, hay tres casos confirmados. ¿Estamos realmente concienciados de lo que ocurre en otros países o hasta que no vemos las orejas al lobo no despertamos?
-Hasta que uno no lo siente de cerca no tiene idea. Se tiene que tocar, sentir. La plaga está siendo uno de los factores más devastores en Paraguay, porque los mosquitos viven en el agua limpia y estos días está lloviendo mucho y se reproducen en el agua que queda estancada. Ahora ha habido inundaciones y hay muchos lugares para su incubación. Se precisa ponernos los zapatos de los más pobres para saber que tienen la misma dignidad que nosotros y lo que sufren.
-¿Cómo está afectando la convulsión política que durante los últimos meses se vive en Hispanoamérica?
-En Paraguay ha habido mucha corrupción, que ya se está subsanando y con ello se están depurando las instituciones. No existe una rebelión política pero sí existe una consecuencia que estamos todavía viviendo. Afortunadamente, el apoyo de las instituciones públicas es muy fuerte y nos da mucho margen para trabajar, por lo que cualquier proyecto es bien recibido. Gracias a Manos Unidas, Paraguay ha visto la generosidad de la Madre Patria.