Día Internacional de las Personas Sin Hogar
Una luz de esperanza
El albergue «Cardenal González Martín», gestionado por Cáritas, atendió 1.959 personas sin hogar el año pasado en la provincia de Toledo
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Alfredo (Gijón, 1963) está a un paso de ser feliz. Las drogas y el alcohol acabaron con su vida enredándolo en una espiral sin salida. « La droga es la amante más peligrosa ; te quita la familia, las ganas de vivir, te saca el dinero... solo vives por y para tu novia, la droga. Nunca antes había dormido en el calle porque robaba y con el dinero me pagaba una habitación en un hotel. También dormía en fumaderos».
A su lado, descansando en una silla y asintiendo, se encuentra Nidia. Como Alfredo, esta portuguesa de 40 años sabe lo que es perder todo, o casi todo, en la vida. La muerte de su madre cuando aún era una niña fue un varapalo muy duro que no supo afrontar. Y, como Alfredo, se vio atrapada por un torbellino de drogas y alcohol. «Llegué a intentar suicidarme y tuve que entregar a mi hija a su padre. Me fui a vivir a la calle y comencé a consumir drogas y a beber mucho alcohol. Acabé ingresada en un hospital durante un año», relata.
Gracias al apoyo de una comunidad pudo curarse de su adicción pero, al salir del centro, recayó otra vez. Y su infierno la envolvió de nuevo. «Me junté con un consumidor que me maltrataba, como el padre de mi hija; estaba sola, sin familia, y volví a intentar suicidarme porque, cuando me veo en situaciones sin salida, pierdo la esperanza y no quiero seguir viviendo. Hasta que conocí Cáritas».
— ¿Otra foto, Nidia?—, pregunta Alfredo. Los dos se conocen desde hace solo quince días, pero han congeniado a la perfección. «Parece que nos conocemos de toda la vida». Él hace de guía turístico por la ciudad y ella fotografía «todo lo que veo a mi paso», sobre todo paisajes. «¡Es tan bonito Toledo!», exclama.
Los dos amigos están alojados en el albergue «Cardenal González Martín» , una casona propiedad de la Iglesia, situada en el corazón del Casco Histórico (calle Aljibes, 12), que gestiona Cáritas. El centro (abierto las 24 horas del día) está distribuido en dos alturas y tiene capacidad para 32 personas. En la planta baja se desarrolla el programa de media estancia , donde a los beneficiarios se les permite permanecer un tiempo medio de seis meses para su reinserción laboral. En la superior se encuentra el alojamiento de urgencia , donde pueden quedarse entre dos días y tres meses. También hay una zona exclusiva para mujeres (aunque solo el 8% de las personas sin hogar son féminas).
Durante el pasado año, Cáritas en Castilla-La Mancha gestionó doce puntos de información, trece servicios de alojamiento básico, seis centros de urgencia, cinco centros residenciales, dos servicios de estancia diurna y tres pisos de autonomía. En total, se atendió a 4.085 personas en todos estos recursos y actividades.
En la Archidiócesis de Toledo hay varios centros de Cáritas para personas sin hogar: los de Atención Integral de Toledo y Talavera de la Reina, además de los albergues y alojamientos básicos en Villacañas, Quintanar de la Orden, Sonseca, La Puebla de Almoradiel, Villanueva de Alcardete, Quero y Herrera del Duque. En total, 1.959 transeúntes fueron atendidos en 2017.
El pasado año, por el albergue toledano pasaron 568 personas en régimen de alojamiento y 61 en estancia diurna. Ya en el primer semestre de 2018 fueron atendidas 362 personas en alojamiento y 46 en el servicio de estancia diurna. «Cada año tenemos un incremento entorno al 10%», explica Virginia Rodríguez, coordinadora de Personas Sin Hogar de Cáritas Diocesana de Toledo.
El albergue «Cardenal Gonzalez Martín» está abierto las 24 horas y tiene capacidad para 32 personas
El programa de media estancia que se desarrolla en el centro busca la inserción laboral
El perfil de la mayoría de los usuarios del centro son hombres con edades entre los 45 y los 55 años que «provienen de una separación, de una larga situación de desempleo, ya que por su edad es muy difícil acceder al mercado laboral. Muchos de ellos han agotado las prestaciones y están en la calle con problemas de consumo de alcohol y drogas. Aunque también hay gente joven que sale de casa pidiendo ayuda porque la situación es insostenible. Y otros no llevan mucho tiempo en la calle, pero en un momento determinado se han visto sin apoyo familiar, sin trabajo y sin ingresos. El perfil es muy variado».
«Trabajamos mucho la motivación, intentar devolverles la esperanza para que se sientan parte de la sociedad y no se aislen. Porque son personas que han pasado episodios tan traumáticos que al final abandonan toda posibilidad de llevar una vida normalizada. Al final, hablamos de motivar y devolver la esperanza a esas personas que han perdido todo y se creen que no son merecedoras de nada. Devolverles la dignidad desde el cariño, ese es nuestro trabajo», sentencia Virginia.
Para ello, disponen de talleres ocupacionales y de actuaciones personalizadas. Un programa que desarrollan gracias al trabajo de 22 profesionales (educadores sociales, psicólogos, trabajadores sociales...) y 216 voluntarios, de los cuales 48 trabajan en este albergue. Ellos se encargan de que se cumplan las reglas: nada de originar situaciones desagradables.
Alfredo cometió «un error», como él reconoce, y en el albergue le prohibieron dormir, aunque sí podía ir durante el día. «Bebí una cerveza de más y falté el respeto a un compañero —admite—. Me dieron mantas y me fui a la plaza Padilla. Conocí lo que es vivir en la calle y fue muy duro ; pasas frío, no tienes baño, ni una toalla para secarte .... estuve tres semanas en la calle, hasta que me volvieron a llamar del albergue. Me pareció una eternidad, aunque nunca sentí miedo. El tiempo que estuve en la calle me ayudó a valorar más lo que hacen aquí dentro ».
Ahora está a la espera de encontrar una habitación, aunque está siendo una tarea «muy difícil». «Tengo dinero para pagarme una habitación porque cobro la prestación por desempleo, pero a todos los pisos que llamo buscan ‘otro tipo de inquilino’. Espero encontrar algo pronto para poder dejar mi plaza libre a otra persona que lo necesite».
Programa individualizado
El tiempo de permanencia en el centro de cada transeúnte varía dependiendo de sus necesidades y motivación. Virginia lo explica: «Cada persona que viene aquí a pedir ayuda es valorada por el equipo de profesionales. Dependiendo de cada caso, pueden estar desde dos días, si no tiene motivación para un cambio de vida, hasta un año si está dispuesto a hacer un proceso de mejora personal de su situación. El programa que aquí se desarrolla es individualizado, con objetivos muy concretos por áreas de salud, empleo y formación. Son personas que tienen habilidades y hábitos sociales y laborales, que han tenido problemas de consumo y de los que han sido tratados en comunidades terapeúticas. Aquí les ayudamos a su incorporación laboral ». Como Pedro, un portugués de 38 años, que ha encontrado trabajo como carretillero en una empresa de Torrijos.
—Alfredo, ¿qué ha significado Cáritas para ti?
— Me ha devuelto la esperanza y las ganas de vivir. Porque, si no estuviera aquí, volvería a caer en ese pozo sin fondo que es la droga.
Quizá, algún día, Nidia pueda fotografiar una realidad diferente a la suya.
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