HISTORIAS DE LA COVID-19

El dolor de Isabel: perdió a sus padres por el virus en solo 8 días

Dos semanas antes su hermano Víctor había muerto por un ictus, pero Dámaso y Brígida fallecieron sin saberlo

«En el hospital Virgen del Valle nunca pude hablar con ellos; solo los vi ya muertos, dos minutos a cada uno»

Coronavirus, última hora

Dámaso y Brígida Fotografía cedida por su hija Isabel

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La fotografía que acompaña este texto es la misma que Isabel Parro Díaz tiene en su perfil de WhatsApp. Son sus padres, Dámaso y Brígida, que fallecieron por coronavirus, según el certificado de defunción, con una diferencia de solo ocho días. Murieron en el hospital Virgen del Valle de Toledo sin saber que habían perdido a su hijo Víctor por un ictus dos semanas antes.

«No le hablo desde la pena, porque no me la va a quitar nadie. Le hablo de lo que he vivido, de lo que he visto. He perdido a mis padres y a un hermano en 22 días», advierte Isabel (50 años) cuando empieza a relatar una historia con trágicas coincidencias.

Su hermano Víctor (61) vivía solo en Illescas y sufrió un ictus una semana después de decretarse el estado de alarma. Isabel calcula que permaneció desasistido cuatro días, hasta que unas sobrinas y unos vecinos entraron en la vivienda después de que lo echaran en falta.

Víctor, jubilado, ingresó en el hospital Virgen de la Salud el 24 de marzo, un día después de que Isabel dejase hospitalizado en este mismo centro a su padre con síntomas de asfixia.

«Evitarles el dolor»

Su hermano falleció tres días después. El 27 por la mañana se lo comunicaron a Isabel, que recogió a Dámaso por la tarde, tras recibir el alta hospitalaria, pero al que le ocultó que su hijo había muerto. Tampoco lo supo nunca su madre porque Isabel prefirió mantenerlo en silencio «para evitarles el dolor».

Dámaso y Brígida, un matrimonio de Pantoja, vivían con Isabel en Alameda de la Sagra. Dámaso, antiguo hornero cerámico y repartidor de combustible, volvió a ingresar el 30, primero en el Virgen de la Salud y luego en el hospital geriátrico Virgen del Valle. «No me dejaron nunca hablar con mi padre. Solo me llamaron para decirme que le iban a dar morfina y que fallecería de un momento a otro», lamenta Isabel. Ella recibió una llamada telefónica el 10 de abril para comunicarle que Dámaso (90 años) había fallecido. Y le informaron de que solo podría ver dos minutos el cadáver de su padre en la habitación donde había muerto.

Brígida (86 años) ya llevaba dos días ingresada en ese mismo hospital porque, según Isabel, necesitaba «un poquito de oxígeno porque se asfixiaba un poquito». Sin embargo le comunicaron que su madre estaba contagiada por el virus. «Por teléfono tampoco pude hablar con ella ni siquiera un minuto. Lo pedí por humanidad, pero fue imposible». Lo intentó de nuevo el día que estuvo en el hospital para velar solamente dos minutos el cadáver de su padre. Pero tampoco logró hablar con ella.

«No había nada»

A Brígida, ama de casa, Isabel sí la volvió a ver, el 18 de abril, pero ya muerta sobre una cama del hospital. «Me dijeron que solo tenía dos minutos, como a mi padre. Me pusieron los elementos de protección y en la habitación vi dos personas mayores más. Me dio mucha impotencia», asegura. «No había oxígeno, tampoco suero; no había nada. Me llamó la atención que las enfermeras no llevaban guantes ni mascarillas, aunque en los pasillos había; también batas. Y, cuando a mí me atendieron, iban en manga corta, en una planta supuestamente llena de virus. No dejo de pensar que a mi madre la abandonaron totalmente. Porque ella no iba tan mala como para morirse», recalca. «Con mi padre también estuve dos minutos y vi lo mismo. No había nada», asegura Isabel, que cuenta su historia «porque no quiero que le pase a nadie lo que a mí me ha pasado en el hospital del Valle».

Brígida ha sido incinerada este martes; Dámaso, el 15 de abril. Solo pudieron asistir tres familiares al tanatorio, Isabel entre ellos, pero no pudieron ver a sus seres queridos.

Ahora Isabel guardará las cenizas de Dámaso y de Brígida durante un tiempo.

—No sé qué haré. A mi padre le gustaba la petanca y estar rodeado de naturaleza. No sé si plantaré un árbol junto a sus cenizas. De momento, quiero tenerlas conmigo.

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