El cohete en la Capilla Mozárabe que casi incendia la catedral de Toledo

Se cumplen 400 años del fuego que se inició con motivo de la celebración del nombramiento del infante Fernando de Austria como arzobispo

Vista de la cúpula de la Capilla Mozárabe de la catedral de Toledo Pepin42
Mariano Cebrián

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Cuando apenas faltan dos meses y medio para el primer aniversario del fatídico incendio de Notre Dame en París , del 15 de abril de 2019, este lunes se cumplen 400 años de una efemérides que pudo acabar con parte de la catedral de Toledo, de no haber sido por la pronta reacción de los toledanos.

Era un lunes, 3 de febrero de 1620, como este año, cuando la Capilla Mozárabe comenzó a arder por un cohete lanzado con motivo de la celebración del nombramiento como nuevo arzobispo de Toledo de un niño de 10 años, el infante Fernando de Austria (1609-1641). El día anterior, el domingo 2 de febrero, el cardenal Antonio Zapata le imponía el capelo al hijo del rey Felipe III en el monasterio de las Descalzas de Madrid.

Para celebrarlo, el cabildo catedralicio ordenó que hubiese cuatro noches de luminarias y fuegos artificiales, que se prolongarían desde el domingo hasta el miércoles en la torre del templo primado toledano, en las casas consistoriales y en las arzobispales, así como en las del deán y arcediano de Toledo.

Documento de los «Anales» del racionero Arcayos donde se narran los hechos Archivo de la Catedral de Toledo

Así se recoge en el libro « Anales del racionero Arcayos: Notas históricas sobre la Catedral y Toledo (1593-1623)» —editado por Ángel Fernández Collado, Alfredo Rodríguez González e Isidoro Castañeda Tordera—, donde se relata el suceso del siguiente modo: «Aguose esta fiesta con una desgraçia notable, que de las luminarias del lunes en la noche, 3 de febrero, diçen se quedó un cohete o librillo junto al chapitel de la capilla Muçárave».

El racionero Juan Bautista Arcayos señala en sus «Anales» que el incendio se avivó a eso de las dos de la mañana del martes, 4 de febrero de 1620, debido al cual se quemó todo el techo y chapitel de la Capilla Mozárabe, por lo que se dio la alarma en la ciudad y acudió una multitud que consiguió apagarlo cuando ya avanzaba hacia el interior del templo.

Plano de la cúpula de Jorge Manuel Theotocópuli Archivo de la Catedral

Arcayos cuenta con cierta sorna que se organizó espontáneamente una nueva celebración, en este caso una procesión de acción de gracias, y en ella participaron los beneficiados —cargo dentro del clero secular que otorgaba rentas a su titular o beneficiario—, vestidos con sus ropas de cama. Un episodio que narra así: «... se sacó el Santísimo Sacramento del altar mayor de la Sancta Yglesia de Toledo en su urna por mano del dicho thesorero con capa blanca, y se llebó en proçesión por el ámbito de la yglesia, cantando la letanía y se bolbió a su lugar. Acompañaron esta proçesión los benefficiados, que ubo no en hábito de benefficiados sino cada uno como vino, como a caso de rebato, que si ubiere pintores que retratasen las figuras fuera de mucha risa y de chacota».

Menos mal que la cosa quedó ahí y no hubo que lamentar males mayores. Pero, en cualquier caso, uno de los principales afectados por este incendio fue el hijo de El Greco, Jorge Manuel Theotocópuli , que tuvo que reconstruir la techumbre destruida por el fuego y diseñó la cúpula actual de la Capilla Mozárabe como maestro mayor, escultor y arquitecto de la catedral de Toledo que era en esos momentos.

Vista interior de la cúpula de la Capilla Mozárabe Catedral de Toledo

Diez años después de este hecho, en 1630, otro incendio en la torre puso en peligro de nuevo a la catedral de Toledo, en esta ocasión tras las realización de unos trabajos en los chapiteles. El anecdotario no se queda ahí porque también soportó un segundo incendio, por fenómenos naturales, el 19 de mayo de 1859. El templo no tenía pararrayos y algún impacto eléctrico provocó el fuego en el tercer piso, aunque pudo sofocarse con rapidez al producirse a las tres de la tarde.

El siguiente susto se produjo la mañana del 6 abril de 1946, cuando unos obreros instalaron dos gigantescas cortinas para ocultar las imágenes durante la Semana Santa, como manda la liturgia, pero al intentar correrlas el paño rozó con las velas del Altar Mayor y comenzaron a arder. «Los canónigos que se encontraban en el coro suspendieron el rezo y corrieron a sofocarlo», publicó entonces ABC. Ojalá las crónicas no tengan que incluir ningún suceso más de estas características en un futuro, pero en el recuerdo de todos aún quedarán por mucho tiempo las imágenes de Notre Dame.

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