Luis Sáiz y Sáiz
Carta de un mal católico a sus «pastores»
No olvidemos que Dios no hará por nosotros lo que nosotros podamos hacer por nosotros mismos
Como consecuencia de los últimos atentados de Barcelona, se han escuchado algunos comentarios de los prelados españoles que, sobre el islam, no hace sino dorar la píldora a todos nuestros demócratas mandatarios, dejándoles cortos a la hora de no decir la verdad o no hablar claro sobre un tema tan acuciante. Cuando nuestros prelados dicen lo mismo que los promotores de abortos a la carta, matrimonios raros, paternidades extrañas y doctrina LGTB, a mí, me da que pensar.
A día de hoy el islam es una doctrina que desprecia a las mujeres por el sólo hecho de serlo, esto es, a más de la mitad del género humano . En los países de nuestro entorno, e incluso más allá, allí donde el islam es religión mayoritaria los derechos humanos son una broma de mal gusto y cualquier otra religión, sobre todo la cristiana, no tiene posibilidad alguna de expandirse o es francamente perseguida. Por cierto, no conozco en ninguno de estos países un régimen que sea ni parecido a lo que en occidente se suele llamar democracia. Para más abundamiento diré que en el más desarrollado de nuestro entorno, Túnez, todavía tiene en su código penal el delito de apostasía (de la religión islámica, claro, no del cristianismo).
Nuestros prelados no quieren ver que nuestros hijos, nietos, bisnietos y tataranietos van a estar bajo la “sharia”, los homosexuales no podrán celebrar el orgullo gay (salvo desde el patíbulo y pendiendo de una soga), las adúlteras (sólo ellas) serán lapidadas, nuestras nietas, bisnietas, etc. deberán llevar velo, la religión cristiana estará poco a poco proscrita como lo está actualmente en los países islámicos y los prelados de turno se acordarán, y no bien, de sus predecesores actuales (que ya no se acuerdan de la tolerancia que daba islam en el período de la Reconquista en el que las iglesias no podían ser reconstruidas y sus campanas tenían que ser de madera, los cristianos tenían que pagar el impuesto de capitación y no podían acceder a puestos en la administración, etc.). Alguno dirá que Dios guía a su Iglesia y cuida de ella, pero se olvida, cosa que dudo, de que ésta se compone de sociedades civiles, más o menos cristianas, que también tiene derecho a que los prelados que en ellas viven y que de ellas forman parte miren por el futuro de esas sociedades aunque ellos no tengan hijos, nietos, bisnietos ni tataranietos. No olvidemos que Dios no hará por nosotros lo que nosotros podamos hacer por nosotros mismos.
Alguno me dirá que también los cristianos, en épocas pasadas, hicimos de las nuestras, a lo que responderé que fueron los cristianos, en un uso político de una mala interpretación del cristianismo. Esto no puede predicarse del islam y el asunto se agrava cuando a la interpretación del mismo se le añade el componente humano. ¿Por qué no puede predicarse lo mismo del islam? Porque el islam fue el producto de un camellero jefe de guerra que utilizó ésta para imponerlo primeramente en Arabia, y sus sucesores utilizaron la misma para expandirlo y llegar en un siglo a sangre y fuego hasta el Pirineo. Por el contrario, Jesús de Nazaret era carpintero (además de Dios –esto lo pongo entre paréntesis para el no creyente-) y nunca hizo guerra alguna ni sus apóstoles hicieron violencia, salvo en el caso de la oreja de Malco y esto en legítima defensa; por último, y como culmen de su doctrina, se dejó crucificar por los demás. Nada parecido de lo que sabemos de Mahoma y sus discípulos. Al cabo de un siglo los discípulos del carpintero todavía estaban en las catacumbas y seguían siendo perseguidos. Nada parecido a lo que pasaba en el islam que, además de lo dicho, ya se habían dado un buen matarile entre ellos, y aún no habían pasado cien años de la Hégira (16 de julio del 622).
¿Y me quieren convencer de que el islam es una religión de paz? Sólo veo por aquí una religión de paz y esa es la cristiana, insisto hablo de religión. El cristianismo hasta el edicto de Milán, ya en el siglo IV estuvo marginado, y sólo cuando ya es la religión del Estado se ve una persecución interna con resultado de muerte en el caso de Prisciliano, lo que en comparación con lo que se hacían entre sí los seguidores del islam era un pellizco de monja (salvo para los interesados). Esto no impidió que san Ambrosio, obispo de Milán, clamara por la sangre derramada en un caso de herejía (nada parecido al gusto del alfanje y cimitarra de esas épocas). Y mientras tanto nuestros prelados o “pastores” abogando por el buenismo del islam e insistiendo en que también es religión de paz. ¿Acaso no conocen «la taqiyya» por la que los musulmanes pueden engañar o mentir a los no musulmanes si eso ayuda al islam y con dichos o hechos nos están engañando como a chinos (que me perdonen los chinos)? ¿Acaso no conocen la «sharia sigilosa» que supone un lento avance metódico de la ley islámica en países no musulmanes (Alemania, los países nórdicos e Inglaterra)? ¿Cuántas mezquitas hay en el Estado del Vaticano?
¿Fue casual la violenta reacción que se dio en los países musulmanes como consecuencia de las palabras del Papa Benedicto XVI en Ratisbona el 13 de septiembre de 2006 en su discurso titulado «Una nueva relación entre la fe y la razón para permitir el diálogo entre las culturas y religiones»?¿Fue casual que en dicho discurso Benedicto XVI recordara la anécdota entre Manuel II El Paleólogo y un culto persa en la que, hablando ambos sobre el cristianismo y el islam, el emperador de Bizancio le dice: «Muéstrame lo que Mahoma ha traído de nuevo, y allí encontrarás solamente casos malvados e inhumanos, tales como la directiva de difundir por la espada lo que él predicaba»? Terminando dicho discurso el Pontífice hace suyas las palabras del Paleólogo cuando éste dice a su interlocutor persa: «No actuar según la razón, no actuar con el logos, es contrario a la naturaleza de Dios» ¿Cuándo el islam ha actuado con el logos?
Los musulmanes también son mis hermanos e hijos de Dios pero el islam, como religión, fue definida por la Iglesia como «secta herética». ¿Acaso ahora ha dejado de serlo o alguien ha cambiado de opinión o la Iglesia de antes estaba equivocada al respecto?