ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

Rosa Cano: la mirada fecunda

«Su perfume literario recuerda mucho al tiempo y lenguaje narrativo de La forja de un rebelde»

Portada de El comandante

POR AMADOR PALACIOS

Rosa Cano Gómez nació en Argamasilla de Alba en 1961, falleciendo, tocada por el cáncer, en 2012 en Alcázar de San Juan , donde residía. Estudió magisterio, especializándose en francés, alternando en ocasiones la profesión docente con la regencia de un herbolario. Realizó estudios musicales en la especialidad de oboe, y aunque no se tituló, su fascinación por este instrumento, por la música toda, fue muy ferviente; y esa resuelta praxis del enigmático y subyugante poder del misterio musical magistralmente lo aplicaba en el aula. Por lo que no me resisto, en su honor, a copiar una cláusula del atractivo texto Instrumentación, de Luis Buñuel, cuando entonces el portentoso cineasta aragonés enfocaba su vocación más a la literatura que al cine: «Oboe. Balido hecho madera. Sus ondas, profundos misterios líricos. El oboe fue hermano gemelo de Verlaine».

La entrega de Rosa Cano al mundo del teatro fue intensa y frecuente , contándose entre los pioneros componentes del grupo teatral alcazareño La Mueca , junto a Miguel Romero , Miguel Sánchez-Mateos , Cristina Perea , Ezequiel Ransanz , Nathanael Palacios , Lola y Macarena Molina , Gustavo Tabasco , Gonzalo Castellanos , Juan Carlos Arraez , entre otros, quienes realizaron un atrevido montaje por las calles de Avignon, en el marco de su afamado Festival, allá por los últimos años del pasado siglo y milenio.

La luz prodigiosa

Y también escribió teatro , siendo autora de El Reflejo, una obra comprimida y suculenta en torno a Federico García Lorca y que recrea la curiosa ficción desarrollada en la novela de Fernando Marías La luz prodigiosa , según la cual Lorca no murió en el célebre barranco de Víznar sino que, gravemente herido pero habiéndose librado del pelotón de fusilamiento, lo acogieron las monjas del convento de San Bartolomé, falleciendo en 1954 con la memoria, a partir de su milagrosa salvación, totalmente perdida. El reflejo se representó en 2005 en escenarios de varias localidades manchegas (Alcázar, Manzanares, Valdepeñas…), interpretando Rosa Cano el papel de la madre del gran poeta granadino.

Rosa Cano

Muy proclive al cuento breve , al sucinto relato frisando la técnica del poema en prosa, Rosa Cano reunió once deliciosos textos , de lenguaje directo y sabrosamente imaginativo, en el pequeño volumen Los nombres comunes , publicado por la Diputación de Ciudad Real en 2005. Las piezas contenidas en este librito se configuran como odas prosísticas brindadas a esos elementos consuetudinarios que nos rodean: una carta, una toalla, una puerta, una escalera…, incluso al doméstico, al cercano diablo, o a los activos elementos del lenguaje que son los gerundios, siendo este texto, «Los gerundios» , cabalmente concebido como un poema anafórico con fuerte carga reiterativa, musical. La propia Rosa justifica estas composiciones, en el pequeño prólogo que las precede, afirmando: «Tal vez los objetos tienen alma, si no la suya la nuestra que los alimenta y cada palabra encierra al menos una historia: aquélla que nuestra imaginación le quiera regalar» . Rosa Cano, según confiesa su compañero Miguel Sánchez-Mateos, dejó un haber de gráciles textos de este tipo, acabados unos, esbozados otros. Sería de gran interés materializar con ellos la más pulcra edición de estas jugosas composiciones inéditas que atesora su valioso legado.

Un aviador republicano

Pero Rosa Cano será fundamentalmente recordada por su novela El Comandante , publicada póstumamente por la editorial barcelonesa Carena, apareciendo en julio de 2014. Ese comandante que da título al libro es el padre de Rosa, Antonio Cano Cano , que fue un aviador republicano, formado en Rusia y posteriormente represaliado duramente por el régimen franquista, encerrado en sus cárceles terribles. Este relato ofrendado a la existencia y trayectoria profesional del padre de la novelista (quien vivió hasta el año 2004) posee las más excelentes virtudes literarias.

La primera que llama poderosamente la atención consiste en un sabio empleo de la técnica del flashback , por la que ese ir y venir por la cronología deriva en un robusto resultado, completándolo mejor que si el transcurso de la escritura hubiese respondido a la escrupulosa sincronía de los acontecimientos. La lectura de esta novela cosecha desde el principio una segura y creciente emoción gracias al selectivo lenguaje, preciso y económico, que atinadamente utiliza la autora. La base histórica de la narración es impecable, pues al iniciar su proyecto ella se puso en contacto con la ADAR (Asociación de Aviadores Republicanos), en la que aún perviven algunos compañeros del padre, por la que obtuvo una información absolutamente fidedigna para conformar su relato con el máximo acierto. Y aunque el inconfundible protagonista es el padre de Rosa Cano, también la obra se inviste de un cierto carácter de colectiva voz.

Una gran prosa

El don y afán creativo de Rosa Cano es manifiesto, pero la disciplina literaria se le interponía como un hueso difícil de roer . Según el vivo testimonio de su compañero Miguel, a la vitalista Rosa se le atragantaba un tanto pasar de su imaginación, trasvasada en palpitantes esbozos, a la conformación definitiva de su obra. Aun así, ella fijó los capítulos de El Comandante , mas dispersándolos en archivos y documentos aquí y allá. Como dio claves inequívocas, Miguel Sánchez-Mateos, al morir Rosa, pudo levantar sin trabas todos esos archivos y, conjuntamente con las profesoras Dolors Millat y Teresa Martín Taffarel , quienes redactan el prólogo, dispuso correctamente el manuscrito para la edición.

El Comandante , si no hubiese sido por el aciago final de la escritora, seguramente se habría alargado en una saga , opinión en la que incide Miguel Sánchez-Mateos. El perfume literario de esta novela recuerda mucho al tempo y lenguaje narrativo de la portentosa trilogía La forja de un rebelde , de Arturo Barea. Y en todo caso, El Comandante es parangonable a esas grandes prosas, situadas justamente entre la realidad y la ficción , basadas en la guerra civil, como la serie El laberinto mágico de Max Aub o Crónica del Alba de Ramón J. Sender .

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