ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA
«La placiente espera», nueva novela de Noemí García
Ambientada en el Toledo de 1412, es la segunda entrega de la Trilogía Una ciudad para Tres Culturas
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La placiente espera es la segunda entrega de la Trilogía Una ciudad para Tres Culturas , que arrancaba con la novela Tisanas para el mal de amor , ambientada en Toledo en el 1642. Debido a que La placiente espera comienza casi dos siglos antes, cronológicamente sería la primera.
En cuanto a la Trilogía: Una ciudad para Tres Culturas, el hilo conductor es la ciudad Imperial . Toledo es conocida también como la ciudad de las Tres Culturas, debido a la convivencia más a menos pacífica que, durante siglos, hubo entre cristianos, musulmanes y judíos. A lo largo del tiempo, todos los pueblos fueron dejado su impronta en ella , lo que convierte a Toledo en el máximo exponente de las tres Culturas, aunque no sea la única.
En un recorrido por las intricadas calles de la judería, no pasan desapercibidas bellas construcciones, testigos de la época de esplendor de la aljama toledana , como la Sinagoga del Tránsito, la Casa de Samuel Ha-Levi o la Sinagoga de Santa María Blanca, junto a otras más modestas como la Casa del Judío o parte de los muros de la Sinagoga de Sofer.
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Cuando en el 1085 Toledo pasa a manos de Alfonso VI , este concede a los judíos la igualdad legal con los cristianos, comenzando así una época de prosperidad para la aljama, que f avoreció la llegada hasta la ciudad de numerosos sefardíes exiliados . Los gramáticos, filósofos, científicos, poetas… recién llegados hicieron prosperar aun más la aljama, que siempre estuvo protegida por reyes y autoridades. Por desgracia, esto no la libró de varias revueltas, como la de 1178 o la de 1212; a raíz de la última, como respuesta, se cargó a la aljama de impuestos.
En el 1284 llegaron a pagar un millón de maravedíes de impuestos , lo que no impidió que, bajo la protección de Alfonso X, se edificaran bellas y suntuosas casas. Sería la final de su reinado cuando comenzaría a declinar.
Durante el siglo XIV, la situación de las aljamas fue empeorando y el ambiente social se volvió más hostil, en parte propiciado por la epidemia de peste negra y en el siglo XV, época en la que se sitúa la novela . A pesar de no haber regresado la calma a la aljama toledana, su situación era bastante mejor que en otras, lo que lleva a Jaim, uno de los protagonistas a dejar todo e ir hasta allí, a la aljama más próspera de Castilla.
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La placiente espera comienza en el año 1412, cuando Alonso conoce a Jaim. Ambos han nacido en Plasencia, la ciudad en cuyo escudo puede leerse: placet deo et hominibus, y que ha inspirado el título de la novela . Por su condición social y creencia religiosas, uno vive junto al Alcázar y el otro en la Mota.
La vida de ambos resulta apacible hasta que las medidas tomadas en Ayllon establecen el apartamiento de los judíos placentinos en el barrio de la Mota . Ni la cerca que rodea el intrincado trazado de calles de la Mota ni la posterior partida de Jaim, buscando un sitio donde vivir en paz, logrará poner fin a la amistad entre ellos. El día de la marcha de Jaim a Toledo , a Alonso solo le queda la esperanza de que algún día vuelva.
Plasencia fue otra de esas ciudades en las que convivieron judíos, cristianos y mahometanos, como bien regulaba su Fuero fundacional del siglo XII, un documento de gran valor histórico, hasta su expulsión, primero de los hebreos y luego de los moriscos.
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En el año 1186, cuando Alfonso VIII de Castilla manda fundar la ciudad, Plasencia contaba con la aljama más próspera de la Alta Extremadura . Durante los siglos XIII y XIV, había otras aljamas importantes en el alfoz de Plasencia, como las de Valverde de la Vera y la de Losar, o la de Trujillo, lugares que también aparecen a lo largo de la novela, junto a rincones del Campo Arañuelo, comarca ligada a los pastores trashumantes.
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Como pasó con la aljama de Toledo, en el siglo XIV la situación de la aljama placentina fue empeorando, sufriendo un importante ataque en 1355; el año 1477 marcaría su fin, lo que no ha impedido que Plasencia conserve parte de su pasado sefardí en algunos edificios y en dos de sus calles, Zapatería y Trujillo, donde hay placas con los nombres de las familias hebreas que las habitaron al salir de la Mota.