José Rosell Villasevil - SENCILLAMENTE CERVANTES (XLVI)

Miguel, a solas consigo mismo

El escritor alegre, el mejor en lengua castellana de todos los tiempos, contempla su triste figura al otro lado del espejo y sonríe

JOSÉ ROSELL VILLASEVIL

El escritor alegre, el mejor en lengua castellana de todos los tiempos, contempla su triste figura al otro lado del espejo y sonríe. Le quedan diez años de vida, cada vez más torpes y pesados; y en ellos ha de dejar plasmada, en letra de molde, toda su inmensamente fracasada sabiduría. En Madrid va a vivir lo que le queda como Dios le dé a entender, ya que no espera nada de esa Monarquía a la que ha servido fiel y a la que honrará por los siglos de los siglos con su talento.

Don Felipe III, su rey, sobrenombrado «El Piadoso» (¡qué ironía!), se halla muy atareado premiando los altos valores del Siglo de Oro de su patria. Consiente que su gran valido le robe fortunas , en tanto permite -deliberadamente- que muera de pena, postergado, uno de los más grandes y nobles servidores de España: el duque de Sessa. Y mientras ignora que la rica plantilla de poetas, filósofos, pensadores que atesora el Imperio se muere de hambre, y a sus valientes mílites les llega cada día más tarde la soldada, teniendo que vivir de lo «garbeare», dá la encomienda vacante del de Sessa a un recién nacido de la condesa de Niebla; y a un hijo del conde de Oliva de Plasencia, que todavía no ha cumplido un año, le inviste caballero de la Orden de Alcántara.

Esta es la España que va a retratar Miguel en la II Parte del «Quijote», y a la que prácticamente dedidcará sus últimos años: la caída de un Imperio, en las torpes manos de unos reyes tan vagos como necios. Don Quijote va a ser cronista de la decadencia del Reino por quien había dado la hacienda y la vida, exclamando dolorido sin poder evitarlo (Q-II-XXIX): «¡Yo no puedo más!». Sus lectores podrán escuchar un día afligidos, en sus exequias, el Requemen por la Patria.

Antes de encerrarse en Madrid, Miguel ha estado en su entrañable lugar de Esquivias, donde tanta gramática parda aprende de la rústica sabiduría, y de donde extraerá otro más de los personajes para su obra, el morisco Pedro Ricote : tendero, vecino y amigo de Sancho, que dejará muy clara la postura tras sus falsas alabanzas, respecto a otra de las barbaridades más grandes de la Historia: la expulsión indiscriminada de los moriscos. El genocidio de un monarca «piadoso».

Visita su amada ciudad de Toledo , la «peñascosa pesadumbre», en cita que toma de su mejor maestro de poética, Garcilaso de la Vega; y se lleva en el cuaderno de notas los rasgos sublimes de dos altas dams: Constancica, «La Ilustre Fregona», y Leocadia, la de «La Fuerza de la Sangre». Dos joyitas literarias eminentemente toledanas.

Se asienta en Madrid, ya para siempre, con su bendita esposa que va a aceptar ser madrina de bodas de Isabel, la fraudulenta hija de Miguel, que además de perversa ha heredado las prendas de su madre, que Dios haya perdonado: el adulterio. No juzgo a las personas, relato fielmente los hechos.

En 1607 se celebra en Perú la llegada del nuevo Virrey, D. Juan de Mendoza y Luna; y en el distrito de Pausa, Departamento andino de Ayacucho, a 2.500 medros de altitud, y por segunda vez en el mundo (la primera fue en Valladolid), se escenifican los pasajes de «El Quijote» por indios, mestozos y colonizadores. Don Quijote, Sancho, Dulcinea del Toboso, a lomos de sus cabalgaduras, campean al par de los Andes. El Primer «Quijote» había salido, en número abundante de ejemplares, en la flota de Indias del verano del mismo 1605: iba a ser gérmen heroico en la futura independencia de aquellos países. El cura Manuel Hidalgo y Simón Bolívar, cabalgarían también junto a Rocinante.

Pero el «Famoso todo» no puede vivir de la fama, es preciso comer todos los días. El editor Robles le hace préstamos, realmente anticipos sobre las «Novelas ejemplares» y el II «Quijote», que viene muy despacio. «¿Por qué no vuelvo a escribir comedias -se pregunta-, ahora tengo mejor cartel y prexperiencia que en los buenos tiempos de «La Confusa»? Mas, «en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño», dirá en el Prólogo de aquellas «Comedias y Entremeses nuevos, nunca representados», que recopila y publica en 1615, pues ningún cómico quiso estrenarlos: se había hecho con el cetro del teatro el «Fénix de los Ingenios, Lope de Vega». Además, ya no está su valedor , el toledano Alonso Getino de Guzmán , que fuese señor de la aciva farándula madrileña. Le van a salvar de la indigenca, los providenciales Conde de Lemos y el Cardenal de Toledo , Don Bernardo de Sandoval y Rojas.

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