ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA
María Antonia Ricas y José Antonio G. Villarrubia, en brazos de los dioses
Una vez más, la toledana María Antonia Ricas se inspira en el arte pictórico para su creación poética. Y lo hace de la mano del pintor -también toledano, y extraordinario acuarelista- José Antonio G. Villarrubia , con quien un día conversó, mirando unos cuadros, sobre la sonrisa arcaica de los dioses griegos, «esa mezcla de desprecio y curiosidad por lo humano».
Entonces, ella se puso a escribir y él a pintar, y fruto de ello es el poemario «Cuando sonríen» , que ha sido presentado recientemente editado por Celya. «Para mí es importantísimo observar la mirada creadora de otros artistas, sobre todo plásticos, para poderme inspirar», dice la poeta. Así sucedió con «Salir de un Hopper», donde la autora, a través de diferentes obras del pintor norteamericano, caminaba por los laberintos del «yo» y sus relaciones con el mundo.
Desde otra perspectiva, algo similar ocurre con su última obra, donde aparentemente los dioses son los protagonistas pero «en realidad hablo de la vida de los hombres , de nuestra vida; si los dioses nos abandonan estamos perdidos, pero les tememos si nos acercamos demasiado a ellos...». Ricas argumenta que, a diferencia de los dioses monoteístas, que no necesitan al hombre, los dioses grecorromanos necesitan al género humano porque ellos mismos lo son. «Ese es el pretexto, porque en realidad hablo de la vida, de la muerte, y del destino no esperado. De eso realmente hablo: de cómo puede cambiar todo en un segundo ». Así, se refiere a Pompeya en el poema Casa de Menandro: «...Pensó que ser joven fue el segundo anterior a lo terrible...los dioses no estuvieron, jamás amaron nada. Y él mismo se entregó a aquella nada».
Las acuarelas de José Antonio G. Villarrubia ilustran sus viajes por el Mediterráneo (Nápoles, Sicilia, Pompeya) y están cargadas de símbolos , un racimo de uvas, una granada, una máscara hierática de estupor o ira que nos acercan a la milenaria cultura mediterránea
Para Ricas, quizá el poema que mejor resuma el espíritu de «Cuando sonríen» sea Apolo Lampadóforo: «Aunque la verdad coloree/los cristales que impiden/que su fulgor nos ciegue,//y haya tantos cristales/como anhelos//o dogmaticen sacerdotes:/esto es cierto, y esto, y aquello,//Él oscila entre lo implacable/y la benevolencia.//Ensimismado/en su contradicción/y sus luminarias,/quisiéramos pensar que es casi/humano, que un poema/indudable le placería,/que una canción conseguiría/su atención para concedernos/la realidad.//Sin embargo,/Él mira únicamente/donde preferimos no estar.//Con ese pliegue hermoso/de su boca,/en la seguridad/de su dominio, mira/allí,/al paraje de la verdad,/de la sola verdad que ordena/nuestra vida».
Pero, también está presente en los poemas de María Antonia Ricas la reivindicación de algo privativo al género humano, como la dulzura : «...Te regalo esta pulpa/como labios herbales, femeninos/como una prueba del exceso ansioso/que prefiere la tierra.// Paladea,/satisface tu lengua,/disfruta con las hojas pegajosas/en los dientes.//Éste es uno/ de los detalles/que nos separan de la divinidad:/la ambrosía/de los dioses nunca les supo a azúcar;/nosotros, sin embargo,/sabemos recrearnos/con una mínima/dulzura». (Del poema «Unos higos»).
Noticias relacionadas