Beatriz Villacañas - ARTES&LETRAS
Lugar para el reencuentro (74): De regreso
«Irlanda, mi país del norte, es ahora uno de mis más hermosos recuerdos recientes»
Irlanda , país al que tanto me une y con el que me reencuentro cada año, es ahora uno de mis más hermosos recuerdos recientes. Sirvan estas líneas de homenaje al que vengo llamando «mi país del norte» .
Estoy en una casa en pleno campo en mi país del norte. Acabo de escribir algo. Me pongo las «wellies» (botas de goma) y salgo a dar un paseo por un camino pedregoso desde el cual el paisaje que se ve toca el alma y produce un leve dolor parecido a la melancolía. De repente oigo a lo lejos lo que parece una moto en marcha y a medio camino entre la vejez y la fiereza.
Se acerca el ruido y no tardo en ver a una muchacha motorizada que me saluda. La reconozco. Han pasado cuatro años desde que la vi la última vez. «¡Hola, Francie!». Me sonríe y, sin parar del todo, me invita a subir al asiento trasero de lo que, efectivamente, es una moto vieja y estruendosa.
Sin preguntarle siquiera dónde va, me veo subida tras ella y asida a su cintura. Al tiempo que noto una gran bolsa de cuero sujeta a su costado derecho me dice que se ha hecho cartera en su tiempo libre. Vamos a entregar unas cuantas cartas. Sí, todavía por aquí hay gente que las espera y las recibe. En marcha, me pongo un casco que ella lleva, además del suyo, porque «a menudo encuentro a alguien que se ha cansado ya de caminar y pide subir». Otro mundo.
Repartimos unas cuantas cartas . Sonrisas, preguntas, invitaciones a pasar. Llegamos a una casa donde nos abre un hombre mayor. Nos pide entrar con gesto afectuoso. Es famoso en el pueblo por su mala salud: le han operado de innumerables cosas graves, pero sigue vivo y vital. Vuelve siempre a casa con alegría tras charlar un ratito con la muerte.
Hablamos animadamente. Me pregunta si sé cantar. Le digo que sí y canto. Unas lágrimas asoman a sus ojos . Me despido del hombre con un abrazo: «quizá la próxima vez no esté ya aquí», me dice riendo , «es posible que queden plazas libres en el otro lado». Nos reímos los dos.
Francie espera con la moto en marcha. Me pongo a cantar a pleno pulmón acompañada por el rugido de la vieja máquina y por el recuerdo ya imborrable de un ser extraordinario sólo conocido por sus paisanos pero c uya vital grandeza me acompaña hasta Toledo.
Noticias relacionadas