CULTURA

Jorge de Arco y las palabras de la lluvia

El poeta ha publicado hace apenas unos meses su último poemario, La lluvia está diciendo para siempre

El poeta Jorge de Arco

POR ANDRÉS GARCÍA CERDÁN

Como si el mismo Jorge de Arco la hubiera invocado, con esa lentitud suya tan perspicaz, con esa calma profunda de los que son inmortales, ayer estuvo la lluvia todo el día cayendo sobre las casas y las almas de Fontiveros, celebrando ella también el día de San Juan de la Cruz, el día de los poetas . Me preguntaron por qué él entre todos y yo dije en mi humildad que Juan de Yepes es un hombre en cuyas palabras me quedaría. Sospecho que esta admiración, esta residencia espiritual es compartida por el poeta madrileño-gaditano. Alto, con el largo pelo rubio, con los ojos azules rompiéndolo todo, con la prudencia y la emoción apenas contenidas en el gesto, Jorge de Arco entra como el viento por los portalones del convento sanjuanista o corre las bóvedas de la iglesia que antes fue mezquita o se enfrenta a la cellisca abulense o dice «cierro los ojos / y me encadeno a las palabras».

Cuento estas cosas -«sílaba y vuelo»-, porque el poeta madrileño ha publicado hace apenas unos meses su último poemario, La lluvia está diciendo para siempre , en la colección Melibea, de Talavera de la Reina, que e dita el Premio Rafael Morales . Acompañan al volumen, de un pulcro color naranja y con diseño de Pepe Hierro, las palabras oportunas de Antonio Lucas, quien acierta en el diagnóstico: «búsqueda sin destino de nuestra salvación en las palabras» . Búsqueda y búsqueda y búsqueda. He leído el libro, entrada ya la noche, rodeado de cientos de libros, y oía un alboroto lisérgico de voces y luego oía la voz clara del poeta: «Llueve con avaricia sobre el cáliz / que mis ojos apuran, / golpea en mis adentros el relámpago / de lo vivido, / y, al par del corazón, / escucho una vez más / el vértigo desnudo de otro tiempo, / la súbita elegía de mi lengua». Cantar como decir herida, decir relámpago, decir vértigo, golpeo, desnudez . Construcción de una intimidad en evanescencia, entrevista. Sin duda, la secreta aspiración de De Arco es ese asombro, el desbordamiento feraz, la aventura de «las esquivas palabras / que un día fueran / melodía feliz, / música de la sangre». Sus poemas pueden ser escucha, íntimo diálogo de la carne y el alma . Sus poemas pueden tener la urgencia y la voracidad mística de una plegaria: «Muerde el alma lo poco que ya queda/ del día». Pero siempre hay la voluntad limpia de hacer del poema «testigo y temblor». Ahí están, parece decir, las palabras, su maravilloso desorden, y vienen a dárnoslo todo. Su desolvido, la vehemencia de su luz y «el riesgo de vivir / a golpes de milagro».

En La lluvia está diciendo para siempre , que sucede a La casa que habitaste (Premio San Juan de la Cruz, 2009) y Las horas sumergidas (Premio José Zorrilla, 2013), reconocemos a un poeta que se sabe en plenitud –la plenitud instantánea del que busca siempre otro límite- y que se destila en páginas sin concesiones, abiertas en canal: «No cesa el viento ni su voz. / Va derramando / la memoria de tantas cicatrices, / de tanta sed / y de tantos diluvios». Sería muy fácil ahogarse, para siempre, en lo que dice esta lluvia.

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