ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

Jesús Carrasco: «Hoy soy un escritor neorrural y mañana seré otra cosa»

«En Torrijos aprendí casi todo lo que he necesitado para vivir», dice el reciente Premio de Literatura de la UE

Jesús Carrasco Vanesaa Gómez

POR MARIANO CEBRIÁN

« En Torrijos aprendí casi todo lo que he necesitado para vivir» . Con esta frase tan rotunda recuerda el escritor Jesús Carrasco la localidad toledana donde ha pasado casi toda su vida y en cuya comarca está ambientada su primera novela, «Intemperie». Ahora, ya consagrado como un autor de prestigio, vuelve de la mano de su segunda novela, «La tierra que pisamos» (Editorial Seix Barral), que le ha valido para conseguir recientemente el Premio de Literatura de la Unión Europea en 2016 .

-Después del éxito de «Intemperie», ¿ha sido difícil estar a la altura con su segunda novela? ¿No sé si más de cara a los lectores o más por autoexigencia?

-La exigencia siempre es conmigo mismo y tiene que ver, fundamentalmente, con el compromiso que siento con el castellano. Intento escribir de la mejor manera posible, lo cual no significa necesariamente escribir de la forma más correcta. Para mí, escribir bien, una vez satisfecho cierto nivel técnico, tiene que ver con dar una salida lo más fluida posible a la voz propia, a mi particularidad como ser humano. El castellano es tan plástico y hermoso, tan complejo, que siento que dispongo de material para intentar expresar esa particularidad durante el resto de mi vida.

-«La tierra que pisamos»» es una ucronía de las atrocidades cometidas por el ser humano en nombre del imperialismo a lo largo de la historia, en el siglo XX y ahora. ¿Qué moraleja o lectura quiere transmitir?

-En la novela no hay soluciones morales explícitas. No soy quién para aleccionar. Lo que planteo son preguntas o, mas bien, repreguntas. Cuestiones que con frecuencia olvidamos, la mayor parte de las cuales fueron puestas encima de la mesa durante el atroz siglo XX europeo.

-¿Puede hacerse algún símil con la época actual?

-Por supuesto que sí. La historia, está más que comprobado, se comporta de manera pendular. Hoy se nos vuelven a presentar algunas de las imágenes más características del siglo XX: alambradas, desplazamientos masivos de poblaciones, saludos fascistas, deportaciones, etcétera.

-¿Cree que su novela puede ser mal vista en Alemania al sugerir en ella un gran imperio germánico colonizador y capaz de las mayores atrocidades?

-En ningún lugar de la novela se habla de un imperio germánico. Me he cuidado de que no hubiera rasgos específicos de los imperios conocidos. Y no porque el libro pudiera ser rechazado en Alemania, ni siquiera sé si será traducido al alemán, sino porque no quería, en ningún caso, hacer novela histórica o ficción histórica. Quería contar la vida y los dolores de un ser humano acosado por su tiempo.

-¿Cree que son necesarias más personas como Eva Holman, la protagonista de la novela, para hacernos conscientes de otras realidades y de la crueldad que sufre el otro protagonista, Leva?

-Eva Holman es cualquiera de nosotros. En la novela no es una heroína, simplemente alguien que en un momento de su vida toma conciencia y ve lo que le rodea con la mirada franca, sin apartar aquello que no le gusta. Los héroes están bien para las novelas y también para la vida, pero lo que verdaderamente mejora el mundo es la transformación positiva de cada uno de nosotros. Millones de pequeñas tomas de conciencia.

-¿Es partidario de recuperar la memoria histórica, como demuestra Eva Holman en la novela?

-El concepto «memoria histórica» está muy cargado políticamente. En muchos sentidos un país se comporta como un solo individuo o como una familia. Es preciso hablar con los hijos o con la pareja para resolver los conflictos, para crecer juntos, para ser mejores o para sanar las heridas. Pasa lo mismo en un país. Necesitamos hablar, entender el dolor de los otros, sea el que sea y se haya producido cuando se haya producido. Es preciso reconocer al otro. Ese es un proceso doloroso pero necesario. Es el camino que emprende Eva Holman en la novela.

-Como si de la antigua «Emerita Augusta» romana se tratara, eligió su tierra de nacimiento, Badajoz, para situar en la novela a los militares del imperio retirados. ¿Por qué?

-Porque me proponía expresar la relación de un hombre con la tierra desde un punto de vista emocional. Para eso necesitaba repasar mis propias emociones y el lugar mas apropiado era la tierra en la que toda mi familia ha nacido. En Badajoz, además, se enmarcan todas las historias que mis padres me han contado a lo largo de la vida. Si quería hablar de identidad, necesitaba un lugar con el que me sintiera, precisamente, identificado.

-Usted es una persona muy apegada a la tierra, como nos transmite en sus novelas. ¿Qué relación tiene con ella? ¿Le gusta la etiqueta que se pone a sus obras de «literatura telúrica»?

-Las etiquetas no me molestan porque las entiendo como algo cambiante. Hoy soy un escritor neorrural y mañana seré otra cosa. En cuanto a mi relación con la tierra es, como señala, esencial para mí. Soy un oliventino (de Olivenza, Badajoz) criado en Torrijos, madurado en Madrid y que ahora vive en Sevilla. Sin embargo, siento el suelo que piso como un solo suelo. Esa relación de la que habla es algo magnético que no soy capaz de explicar. Quizá por eso escribo sobre ello.

-La localidad toledana de Torrijos es donde se ha criado, y cuya comarca se entrevé en su anterior novela, «Intemperie». ¿Qué supone este lugar para usted y qué recuerdos guarda de él? ¿Decidirá volver , aunque sea a través de su literatura?

-Torrijos y su campo son claves en mi vida. Allí aprendí a leer, a amar las bibliotecas, a sentirme hijo de la escuela pública en la que mi padre enseñó toda su vida, a caminar por los llanos. En Torrijos aprendí casi todo lo que he necesitado para vivir. Vuelvo con frecuencia porque parte de mi familia vive allí y porque, como le decía, es el paisaje de mi infancia.

-Después de calificar «Intemperie» como un «western ibérico», ¿cómo calificaría «La tierra que pisamos»?

-Me resulta difícil reducir la novela a una etiqueta tan clara. La tierra que pisamos es un texto híbrido en el que se superponen las emociones particulares, la política y la historia.

-Ha recibido recientemente el Premio de Literatura de la Unión Europea 2016. ¿Qué supone este reconocimiento para usted?

-Un reconocimiento del trabajo realizado y la posibilidad de que mis textos sean conocidos en lugares a los que, de otro modo, seguramente no llegarían.

-Esta es la cara positiva de la Unión Europea. Pero, ¿cree que deja a esta institución en buen lugar una de las decisiones que ha tomado recientemente, como la expulsión de refugiados?

-Soy consciente de que es un problema de muy difícil solución y que no valen respuestas simples. Sin embargo, entiendo Europa, más allá de como una alianza económica, como un espacio en el que los derechos humanos están protegidos. La Europa en la que creo se desdibuja por momentos, se hace irreconocible para muchos de nosotros.

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