ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

Diario de un jubilado en Nueva York (16): Laberintos

El poeta, profesor y traductor toledano Hilario Barrero envía desde Nueva York, donde reside desde 1978, un nuevo texto

Una casa en Brooklyn H.B.

Hay casas para vivirlas y para olvidarlas , llenas de enigmas, de secretos y de ruidos como si tuvieran el mar como cimientos , de libros y de sombras, de susurros y llantos. Biblioteca de rúbricas y fechas que acabará donde habite el abandono. Casas tapizadas con el paño invisible de la música, incienso en pentagramas, algas en las paredes , olor a tierra mojada en clave de cal, sinfonía incompleta aunque tenga un final.

Casas con lámparas encendidas de polvo donde alumbran telarañas apagadas, con alfombras arrugadas y gastadas como la piel de un anciano. Casas donde crece la hierba entre las sábanas , en las ventanas se asoma la nostalgia y en los cristales siempre está la lluvia goteando.

Casas donde la lengua de la plata oscurece el brillo de unos ojos , aunque debajo de la lámina oscura vibre la vida y el azogue.

Casas donde el chirriar de la sirena que pasa veloz por la calle pidiendo camino entra como un cuchillo despertando al silencio, donde el amor florece, el fuego arde y no destruye , el gua crece y no arrolla y la sombra es barro que construye cimientos.

Casas donde vive la muerte, no jardín ni paraíso, habitaciones como ojos donde la voz del terremoto se esconde . Laberintos donde el plano tiene desleída la tinta y no encuentras la salida. Calor de brasero, mesa camilla, olor a espliego, los ojos de un madre llenos de ceniza, pavesas en el corazón, donde la nieve ahora se asoma a la ventana.

Casa con la luz desbordada, las persianas bajadas sombras rayadas alfombrando la habitación, un olor a geranios generosos, la temida tormenta de verano y las golondrinas bordando la torre de la iglesia con sus hilos de atardecer.

Cuarto refugio del jovencito poeta, atormentado, incomprendido, sin saber declinar los pronombres , la noche acechante y la única compañera, escribiendo versos que nadie va a leer.

Casas que han escuchado el sonido del gozo más puro , del deseo más envidiado, del vicio más cercano a la muerte, del desgarro y la sinrazón. Tumba y sepulcro la cama, la alcoba una barca a la deriva, las sábanas salpicadas de sangre y abandono ayudando a la barca a llegar a la ribera. Caronte, marinero.

Tú, mi cárcel y mi coto, mi sótano y mi cueva, mi jaula de cristal, prisión umbrosa, la tumba y el final . Susurro de metal de un sonajero de tinieblas y de un azadón certero que derrumban la casa.

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