ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA: HACERSE EL VIVO
La conservación de la energía
«La riada de gente apresurada e insaciable, todos tratando de no ser eliminados»
Subir cuestas por Toledo es de por sí fatigoso, pero si encima te toca remontarlas en plenas fiestas navideñas, teniendo que hacer contorsiones para que no te atropelle el gentío cargado de bolsas que viene de frente , la experiencia se vuelve digna del museo de la tortura. «Ya no hay protagonistas: sólo hay coro», decía Ortega. «La masa no desea la convivencia con lo que no es ella. Odia a muerte lo que no es ella. Quien no sea como todo el mundo, quien no piense como todo el mundo, corre el riesgo de ser eliminado».
De dónde sacarán tanta gente, me pregunto, del mismo modo que mi abuelo, cuando veía a un gato lavarse a lengüetazos, se preguntaba de dónde sacarían tanta agua. ¿Adónde irán todos a la vez? ¿De qué corral los han soltado? Como la pregunta me rebota (y yo qué hago aquí, para qué demonios he salido, adónde voy), me desvío por la primera callejuela y me meto en el primer bar que encuentro . También el bar está abarrotado, y no de turistas extranjeros, que suelen ser silenciosos, sino de españoles, con lo cual el guirigay de voces atora mis oídos al dirigirme a codazos hacia un rincón que encuentro libre al fondo, junto a la barra.
A mi lado, dos tipos tratan de impresionarse mutuamente sacando a relucir hazañas de viajes . Uno ha dicho que se conoce muy bien Escocia. También Irlanda. El otro le responde que él vivió en Irlanda unos años y se lo conoce muy bien. También Australia. Y yo que no conozco bien ni mi pueblo, pienso. Y estos dos que ya se conocen al dedillo países extranjeros enteros.
Agarro mi tercio y me doy la vuelta, recostándome en la barra. Enfrente, una pareja planea sus vacaciones navideñas . Tienen un iPad sobre la mesa y van trazando puntos y rutas. Primero irán a Pisa, luego harán noche en Venecia, para al día siguiente ir a Copenhague, donde lo que más ilusión les hace ver es la estatua de La sirenita, y a la vuelta harán escala en Praga, donde tienen pensado ir a la ópera, antes de volver a Milán y ya de aquí… Escuchando todo lo que tienen pensado hacer, me empiezo a angustiar, como si fuera yo y no ellos quien se pasará los próximos días de un lado a otro con la lengua fuera, el tiempo tasado, pendiente de horarios de llegada y salida y sin saber ni dónde, bajo qué cielo de qué ciudad, se despierta uno cada mañana . Me acuerdo de Churchill , que cuando le preguntaron a qué atribuía la buena salud de que disfrutaba, a pesar de pasarse la mañana en la cama, hacer poco ejercicio, comer lo que se le antojara y beber en exceso, respondió: «A la conservación de la energía. Nunca te levantes cuando puedas estar sentado ni te sientes cuando puedas estar tumbado ».
Pregunto qué se debe y salgo a la calle. Aún falta media hora para que salga del trabajo la persona a la que espero. Me siento en el escalón de unos soportales. Enfrente, sentado en la puerta de una entidad bancaria, hay un mendigo quieto como una estatua, con la mano extendida hacia arriba en actitud de súplica . Nos miramos como iguales a través de la riada de gente que sigue desfilando, apresurada e insaciable, guiada por la inercia común de una misma dirección. Todos tratando de no ser eliminados.
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