Mariano Serrano Pintado - Artes&Letras
Cervantes en cifras
Atualmente, cuando todo se cuantifica, se reduce a porcentajes y se interpreta en números, es la obra Cervantes, nuestro genio de la literatura universal en lengua castellana, la que, trasladada a cifras, sorprende y asombra por sus resultados
Actualmente, cuando todo se cuantifica, se reduce a porcentajes y se interpreta en números, es la obra Cervantes, nuestro genio de la literatura universal en lengua castellana, la que, trasladada a cifras, sorprende y asombra por sus resultados
Sabemos que Miguel de Cervantes fue bautizado el 9 de Octubre de 1547 en la iglesia de Santa María la Mayor de Alcalá de Henares y murió en Madrid el 22 de Abril de 1616.
En sus 68 años de vida, tras ser soldado y cautivo en Argel durante un lustro, desde la publicación de su primera obra hasta su muerte, en este espacio de treinta años, se calcula que escribió alrededor de 1.500.000 palabras.
Han llegado hasta nosotros 38 poesías de distinta métrica y rima, entre las que destacaría el soneto con estrambote Al túmulo de Felipe II en Sevilla, estudiado siempre en la asignatura de Lengua y Literatura, que comienza así: Voto a Dios que me espanta esta grandeza,/ y que diera un doblón por describilla;/ porque ¿a quién no sorprende y maravilla/ esta máquina insigne, esta riqueza? . Y su terminación con el tercer terceto como estrambote, insuperable: Y luego, incontinente,/ caló el chapeo, requirió la espada,/ miró al soslayo, fuese, y no hubo nada .
Dejando «El Quijote» al que nos referiremos luego, y aparte de alguna otra publicación perdida de sus comienzo, conocemos 10 obras de teatro versificadas, sin contar El viaje al Parnaso , un largo poema con alusiones autobiográficas y prosa, llenos de ironía y alusiones críticas a otros escritores contemporáneos: El trato de Argel, El cerco de Numancia, El gallardo español, La casa de los celos y selvas de Ardenia, Los baños de Argel, El rufián dichoso, La gran sultana, El laberinto de amor, La entretenida, Pedro de Urdemalas . Comedias en las que, desarrollándose en diferentes ambientes e inspiradas en muchas de sus experiencias vitales, cultiva el pequeño drama, entre amoríos con tramas de capa y espada, picaresca e intrigas, emulando, en parte, los éxitos que cosechaba Lope de Vega en el teatro.
Debemos mencionar aparte «Los entremeses»; piezas cómicas cortas en las que se representan escenas de costumbres. Cuadros teatrales de corta duración para escenificar antes de la propia obra. Actualmente se les denominaría «teloneros». Conocemos 8 piezas de Cervantes: El juez de los divorcios, El rufián viudo, La elección de los alcaldes de Daganzo, La guarda cuidadosa, El vizcaíno fingido, El retablo de las maravillas, La cueva de Salamanca y El viejo celoso.
Tras su primera novela, La Galatea, clasificada dentro del género «pastoril», Cervantes publica 12 novelas cortas que él mismo, en el Prólogo al lector, califica de «Ejemplares»: Heles dado nombre de «Ejemplares», y si bien lo miras, no hay ninguna de quien no se pueda sacar algún ejemplo de provecho; y si no fuera por alargar este sujeto, quizá te mostrara el sabroso y honesto fruto que se podría sacar, así de todas juntas como de cada una de por sí. En estas, como en sus comedias, describe y se desarrollan en escenarios que ha vivido y describe; Toledo, Madrid, Salamanca, Valladolid, Sevilla: La gitanilla, El amante liberal, Rinconete y Cortadillo, La española inglesa, El licenciado vidriera, La fuerza de la sangre, El celosos extremeño, La ilustre fregona, Las dos doncellas, La señora Cornelia, El casamiento engañoso y El coloquio de los perros.
Su última gran narración, publicada en 1617, un año después de su muerte: Los trabajos de Persiles y Segismunda, es un relato de amores románticos y aventuras fantásticas. Todo un recorrido por los lugares que conoció el autor: Extremadura, Portugal, Cataluña, Castilla, Valencia, Francia, para terminar en Italia. En ella, Cervantes, nos muestra las esencias de sus reflexiones y creencias, tras toda una vida entre las más dispares experiencias. Cuando ya ha recibido la Extremaunción, redacta la dedicatoria de esta obra a Don Pedro Fernández de Castro, conde de Lemos, y transcribe unas coplas antiguas: Puesto ya el pie en el estribo,/ con las ansias de la muerte,/ gran señor, ésta te escribo . El excelso genio se siente moribundo y termina el prólogo de su obra: ¡Adiós gracias, adiós donaires, adiós regocijados amigos; que yo me voy muriendo y deseando veros presto contentos en la otra vida! Sublime hasta el final.
Y en medio de esta prodigiosa producción literaria su inefable «El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha», la obra más traducida y leída de la historia de la literatura: Una primera parte de 52 capítulos y otra segunda con 74, de las que huelga hablar pues son de todos conocidos: sus personajes, paisajes, aventuras, situaciones, diálogos y ese famoso y popular comienzo: En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme.
Pero ¿cómo era físicamente Miguel de Cervantes Saavedra? Existen innumerables retratos realizados de su rostro, interpretando su propia descripción en el prólogo de las Novelas Ejemplares. En él, después de referirse al supuesto retrato atribuido a Juan de Jáuregui, confesando su edad de 64 años, escribe: Este que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada, las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro; los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande ni pequeño; la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies. Esta descripción de su figura es pareja a muchas de las de los personajes de sus obras. Sin duda, Don Quijote y Sancho Panza, son los dos héroes literarios más recreados por los distintos artistas plásticos y cineastas. Seguramente, las mejores ilustraciones de las escenas de «El Quijote» son las cientos que realizó el pintor dibujante y grabador francés Gustave Dore en el siglo XIX. Probablemente fue así como Cervantes los imaginó.