ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA
Casa de Bob Dylan
ARQUItextos
Es desde luego una mansión de Malibú, en un entorno de famosos. Se conocen algunos datos: 8 suites y 7 baños. Una piscina trasera. Proximidad a un campo de golf, gran afición de Bob. Alguien fotografió una vez al maestro en una nave haciendo forja y escultura de metal.
Gran secreto, coto vedado de una intimidad celosamente protegida. Luis Acosta ejecuta su recreación pictórica sobre una imagen exterior, desde el otro lado de la valla. Comenzamos esta serie sobre arquitectura contemporánea con la casa de Dylan por un fervor compartido hacia su persona(je) y sus canciones. Él representa la eterna vanguardia desde los años 60 hasta la fecha.
Se divisa un complejo de edificios de aroma orientalizante, en torno a un pabellón central (probable residencia de Bob). Un elemento domina la visualidad del marco: esa gran cúpula que tiene su eco en una torre posterior.
Desprende la imagen un cierto toque kitsch, como de silueta de una ciudad de fantasía (más dunsaniana que lovecraftiana), protegida de la prosa del mundo y su fragor. Allí se restaurará el cantante merecedor del Nobel de sus constantes giras y creará, rodeado de sus seis hijos y sus once nietos. Pocos han entrado en ese jardín cerrado, tan cerrado como abierta es su ingente obra. Pocos han hablado o escrito nada acerca de ese espacio mítico que habrá de ser, también, doméstico y humano.
Cuando, tan jóvenes, nos enganchamos a Dylan para siempre (forever young), atendíamos más al feeling, al espíritu, que a sus letras. Su música era la antesala de aquellas escapadas en 600 a la terraza de Barajas para ver despegar aviones, soñando viajes a Ibiza. Más tarde descubriríamos que ya no quedan islas donde ahogar en ron nuestra desolación. Pero entonces…
Not dark yet. No era oscuro todavía.