ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

Camino de lo trascendental

«Este nuevo libro de Miguel Ángel Curiel tiene un poso de poesía zen innegable»

POR RICARDO VIRTANEN

La poesía de Miguel Ángel Curiel (Korbach, Alemania, 1966) prosigue su ruta poética con Jaraíz , una nueva entrega de su ya voluminosa e inclasificable obra poética, la cual se nos hace imprescindible en el panorama de la poesía actual. Tras la publicación de Manaciones , dentro de un ciclo que encierra una «poética de lo elemental», con el agua ( El nadador ), la luz ( Luminarias ), la tierra ( Piedras ) o el aire ( Hálito ), Jaraíz se concibe con 138 fragmentos e indaga en un estilo nominal que requiere de la escritura diarística como expresión para representar la realidad. Por ello, los poemas surgen de un diario íntimo de un poeta descriptivo y simbolista que observa la realidad con ojos de quien anota en su cuaderno el devenir del hombre en la naturaleza, y lo plasma con la inteligencia poética del que se enfrenta (como en su momento hizo Celan o Valente) con los misterios que rondan la existencia humana.

Y parece que solo el poeta sabe escudriñar una defensa propia. Miguel Ángel Curiel parte de un topónimo, Jaraíz, comarca situada en el norte de Extremadura (tierra de sus padres), para contextualizar su significado primigenio: recipiente donde se prensa uva o aceituna , dentro del plano de la palabra y la poesía, para formalizar un contexto poemático donde es importante el caminante que viaja para constatar un viaje iniciático, que como hizo Bashoo en el siglo XVII, resulta un camino que «nadie lo recorre, salvo el crepúsculo».

En cierta manera, este nuevo libro tiene un poso de poesía zen innegable. Como leemos en el poema «Pobreza»: «la poesía será cada día más pobre». Sus versos se adelgazan, se extreman dentro de una contextualización cada vez más orientalista . Por eso leemos finales de poemas casi haikus, como muestra el poema «Iré solo»:

El pájaro

que estalla en sol

es mi nada.

Como en el Zen, la nada se constituye como un todo, no como un vacío. Curiel escribe: «El resplandor de la nada es la nada» . Seishi contra Bashoo, como se indica en uno de los versos, o «la paloma cortada en dos en el agua», principio poético Zen, que trata de equilibrar siempre dos realidades. Jaraíz transcurre a borbotones de luz y claridades (la poesía de Claudio Rodríguez o de San Juan de la Cruz), buscando el aire, la altura, la claridad sonora, pero también la raíz, la nada o el silencio. Así surge la presencia de Valente: «Ese pájaro superior traza los vuelos de la ceniza / del día», o también de Gamoneda: «Una luz se come a otra /como los animales la muerte». La muerte, que es negra, silencio o palabra, acechando como animal moribundo: «La muerte es vida» o «el nombre de la muerte es Vitae». El poeta siente la orfandad de la pureza que nos hace humanos , con magistral uso de símbolos, epítetos, sinestesias o de auténticos aforismos: «la verdad es un palo en la nieve».

Jaraíz se sitúa, entre los años 2015 y 2016, en multitud de topónimos: Coímbra, Narbona, Badajoz, Talavera, Plasencia, Lugo o el propio Jaraíz , los cuales constituyen un crisol de identidades. El poema, entonces, es la grieta misma, yerbajos y nubes , un muelle de silencio o también una parte de nieve o espinas clavadas. Los versos de Miguel Ángel Curiel se conciben como gran poesía que nace de un olvido fracturado y se regenera en la raíz de la vida que nos hace distintos, posibles, verdaderos.

Jaraíz. Miguel Ángel Curiel, prólogo: Arantxa Romero (Amargord, 2018)

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