Propósitos para el año nuevo
Correr la San Silvestre el año que viene, a lo mejor me estoy viniendo arriba. A ver si a estas alturas me voy a convertir en una fashion victim
Once de la mañana, buen desayuno, nadie en casa, partido de la NBA de fondo, parece que en los próximos cuarenta minutos no me voy a quedar dormido. Todo apunta a que es un buen momento para escribir los propósitos del año que viene. Vamos allá y que el roscón nos pille confesados:
No cometer los mismos errores del año anterior. Demasiado impreciso o profundo, según se mire… Pero Tamara, hija mía otra vez con Onieva. Si al menos, yo aprendiera a rentabilizar mis fallos, porque yo me equivoco más que Tamara… claro que cometerlos nuevos también es una movida. No acabo de verlo...
Adelgazar. No sé cómo puedo escribir esto mientras me como otra delicia y aún no han dado las once y cuarto de la mañana. Bueno, pone 0,0, sin azúcares añadidos. Aguantamos.
Ir al gimnasio. Supongo que no cuenta acompañar a mi hija hasta la puerta para luego ir a tomarme una caña al bar de enfrente. También puede que me toque el euromillón y optemos por la liposucción. Ni de coña, me iría de viaje y me hincharía a comer…
Correr la San Silvestre el año que viene: a lo mejor me estoy viniendo arriba. Basta ya de centrarme en mi físico. A ver si a estas alturas me voy a convertir en una fashion victim. Tampoco estoy tan mal. Vestido gano. Definitivamente esta es la actitud.
Acabar los libros que empiece a leer. Acabar los libros que empiece a escribir. Joder, qué agobio. Este es el propósito no del año, sino de cada día. Cruzo los dedos… y se me cae el boli.
No dar tantas vueltas a las cosas. Las cosas son como son. Esta parece sencilla… viene dada.
Envejecer con dignidad. Pues una semanita en Estambul y además venir con pelo, no parece mal plan…
Hacer algún tipo de actividad manual. Aparte de que así leído suena entre mal y patético, el caso es que ayer compré una aguja de hacer punto y dos metros de lana para ponerme a hacer una bufanda. Me ha salido una ampolla reluciente como una bombilla, aunque el gato parece contento con su nueva pelota. No sé, seguiremos buscando. Ante todo, mucha actitud. Eso nos decimos siempre los que nos falta aptitud.
Ser constante. Llevo desde el día uno diciéndome constantemente que no tengo que dar tantas vueltas a las cosas. Que las cosas son como son.
Ser más solidario. Dios mío, esta carta está empezando a desmoronarse…
Apago la tele y bajo a hacer recados. Me he hecho el avión con un par de tipos que conozco y viceversa. Encima me he llevado la lista de buenos propósitos y no la de la compra. Pues sí que empezamos bien. Apunto: ser más agradable. No dispersarme.
Pero es que en la fila de la carnicería se me cuela una señora con absoluto descaro y desparpajo. Cuando su, es un momento, se convierte en más de media hora después, trato de mantener la compostura. Apunto: ser tolerante y que no se me note tanto cuando alguien me cae mal.
De esos polvos viene estos lodos y me cierran la farmacia en las narices porque llego a las 14.00.23 segundos. Apunto: no encabronarme.
En la cola del autobús, una señora se me cruza y me llena de barro tras pisar un charco sin más explicación que un displicente disculpe, llevo prisa. Ante mi cara de pasmo e indisimulado odio, acompañado de un autocensurado recordatorio a su familia más allegada me suelta:
-No ponga esa cara de amargado, que todos tenemos problemas, y además es año nuevo, podría ser usted un poco más 'apático'.
La gente me mira mal. El busero hace como que no me ha visto y pasa de largo y me quedo solo y embarrado. Me empiezo a partir de un modo que hasta a mí me inquieta. Una señora que venía hacia la parada me ve y, con buen criterio, se da la vuelta disimuladamente tapando los ojos a su churumbel.
Me rescata mi amigo y poeta Abadio que viene con un chándal inenarrable, la cara roja como una bandera china y cojeando ostensiblemente. Tras decirme que tengo una pinta lamentable confiesa que se había propuesto correr para este año… zanjamos la conversación optamos por ir al bar más cercano a tomar una caña.
Apunto: comprarme unos pantalones nuevos. Al fin un propósito realista, concluyo. Me pregunta Abadio que qué apunto. Le comento lo de los propósitos. Agarra el papel, lo hace una bola y lo tira a la basura.
-Ya queda menos para el año nuevo chino. Casi que nos enganchamos para entonces… y por favor, unos torreznos con las cañas que hoy mi amigo y yo hemos hecho mucho deporte.
-Salud.
-Pues eso, salud y que no nos den mucho por saco el año que viene.