VIVIR TOLEDO
Obreras en la Fábrica de Armas. Apuntes: 1870-1936
En el siglo XIX ya hubo trabajadoras en la mayor empresa de Toledo. En 1926 eran 500. Igualmente, ellas sufrieron siniestros, despidos y fallidas esperanzas
Durante siglos, el trabajo de la mujer se ceñía al ámbito familiar, terciando, si estaba casada, con los hijos en los laboreos agrícolas o los empleos del marido y antes, desde niñas, como criadas. También fueron hilanderas, tejedoras, vendedoras en los mercados o asistentas para limpiar, cocinar, lavar y otras faenas en asilos y hospitales. Oficios exclusivamente femeninos eran las parteras, nodrizas o maestras de primeras letras facultadas por los municipios. En la España del siglo XVIII, algunas reales fábricas contaron con mujeres en tareas que exigían menor fuerza física pero siempre bajo la primacía masculina que, asimismo, tejía, bordaba o decoraba lozas y abanicos, pero siempre mejor pagada. El matrimonio y la maternidad solían alejar a las operarias de los obrajes cuyas jornadas, como para todo el personal, eran largas y penosas.
En el siglo XIX, el carbón, el vapor y la electricidad implantaron productivas técnicas con nuevas máquinas que además podían manejar las mujeres. Aquello las integró en el sector industrial, siendo ya parte de la población laboral sujeta a unas leyes logradas por las reivindicaciones obreristas del primer tercio del XX. Reflejos de aquella evolución también se vivieron en la antigua Fábrica de Armas Blancas de Toledo.
Cartuchería y operarias
Esta Real factoría surgió en 1760 para elaborar toda clase de armas de corte con la pobre energía de las ruedas hidráulicas del Tajo (1780) y las ingentes fuerzas de los peones para forjar, pulir, prensar, acicalar aceros, etc. En 1870, el Ministerio de la Guerra añadió la confección de cartuchos para los fusiles «a cargar por la recámara» y, en 1874, unas primeras espoletas. Tales efectos ligados a la pólvora con procesos físico-químicos debieron ser los primeros destinos confiados a las mujeres para efectuar tareas ya muy mecanizadas con menores esfuerzos físicos y… salarios.
Solo, cuando afloren los datos durmientes en varias fuentes alusivos al cuerpo laboral de la Fábrica, se sabrá el alcance del trabajo femenino que, por ahora, solo filtran la prensa y ciertos recursos gráficos. Así, por El Nuevo Ateneo, leemos un siniestro habido el 7 de agosto de 1883 que causó la muerte de dos operarias (Antonia Vélez y Enriqueta Márquez ) y graves heridas de cinco compañeras al explotar una máquina cargadora de cartuchos. Se narran los auxilios prestados por el personal y el deseo de extremar la seguridad al manejar «sustancias explosivas». Por otra parte, en septiembre de 1902, al destinarse unas operarias al taller de lima se produjo un plante de los compañeros que se resolvió con el despido de ellos al no volver a las tareas de la tarde.
Con distinto cariz, en enero de 1909, la prensa menciona a dos obreras, «la encargada Emilia Martín y la operaria J erónima Prieto », que fueron recibidas en el Gobierno Militar, con otros compañeros de la factoría, tras concluir la manifestación de júbilo por la toma del monte Gurugú en el conflicto del Rif . De la misma época es un memorial elaborado por el comandante de Artillería, Joaquin Marinó Sanchez, que describe las instalaciones y todos los efectos manufacturados, incluyendo fotografías con las operarias ubicadas en la carga, reconocimiento y envasado de cargadores. Los catálogos editados por la propia Fábrica hasta los años treinta también recogen varas empleadas, a veces con uniforme, repartidas en las distintas secciones de cartuchería.
Las fases más minuciosas de la elaboración de proyectiles y espoletas, al recaer en manos femeninas, explica que ellas sufriesen asiduos accidentes como el habido, en septiembre de 1921, en la nave de fulminatos, cuya deflagración afectó las ropas y los cuerpos de tres operarias. Similares sucesos acaecieron hasta las mismas vísperas del definitivo cierre de la Fábrica. Concretamente, el 7 de noviembre de 1986 ocurrió la última tragedia en el taller de carga de espoletas, saldada con la muerte de Pilar Hidalgo Rico y numerosos heridos que requirieron una inmediata hospitalización.
Organizaciones obreras
En 1870, la I Internacional ya dejó iniciales comités obreros en tierras toledanas. En 1891 se constituyó en la capital la Agrupación Socialista y, en 1903, surgió el Centro de Sociedades Obreras reuniendo a varios oficios que, en 1910, crearon la Casa del Pueblo en la calle de Núñez de Arce. Una de las entidades era la de los «trabajadores del hierro y los metales», sin haber ninguna específica de la Fábrica de Armas, a pesar de ser la mayor industria de la ciudad (22.200 habitantes) y sujeta a asiduos despidos. Desde finales del XIX, la prensa los reseña con cifras muy redondeadas, como los 400 habidos en junio de 1899, sobre una plantilla de 500 obreros. El cese de 130 en junio de 1902, el de 150 en 1911 o los 300 cifrados a finales de 1917 por falta de carbón.
En 1917, con el triunfo de la Revolución rusa como fondo, el movimiento obrero avanzó en toda Europa. En el mes de junio surgió en la Fábrica una sección de la Federación de Obreros del Estado para acordar acciones unitarias. En julio de 1918, en una reunión habida en el Salón Garcilaso hablaron el concejal socialista toledano Fernández Villarrubia y tres militantes llegados de Madrid, entre ellos, Otilia Solera García que reivindicó el papel de la mujer en la sociedad y en el trabajo, además de animar a las obreras para acudir a sesiones similares. En diciembre del mismo año, en el Teatro Rojas, hubo otro mitin de la referida Federación con especial atención hacia las operarias de la Fábrica. Participaron el concejal toledano Fernández Villarrubia , el «periodista obrero» Domingo Alonso y dos activos de la Casa del Pueblo de Madrid: Victoriano Tío y Lucio Martínez. No pudo asistir Virginia González (1873-1923), miembro de la Ejecutiva de UGT, otra defensora de los derechos de la mujer que ya visitó Belvís, Talavera, Calera, Las Herencias y otras localidades hasta el entorno de Oropesa.
En abril de 1919, la Federación elevaba a la dirección de la Fábrica varias mejoras, como los jornales para las viudas con hijos menores de catorce años: 3,50 y 4 pesetas, según tuviesen tres o más vástagos. Al no admitirse el papel representativo de la Federación, las demandas fueron eludidas lo que avivó los ánimos femeninos que, en ciertos talleres, suponían el veinte por ciento. A finales de 1926, Toledo contaba con 26.000 habitantes, sólo la factoría reunía 1.500 empleados, siendo un tercio mujeres. En 1927, una de las asiduas crisis (falta de pedidos, de materias primas o de créditos) redujo el conjunto a 900 puestos de trabajo. Hasta la Guerra Civil, hubo nuevas crisis, conflictos y las oportunas quejas de las fuerzas locales ante la administración central, remisa ésta a invertir en nuevos proyectos para la histórica Fábrica de Armas de Toledo .
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