TEATRO TOLEDO
«Todas hieren y una mata»
Comedia moderna «a lo clásico» de ritmo frenético
Álvaro Tato ha dado en el clavo con un texto escrito «a lo clásico» en la forma, que, sin embargo, es de pura actualidad en su contenido; aparentemente sencilla, aunque es más compleja de lo que a simple vista parece, es una comedia de un ritmo frenético.
Todas hieren y una mata es un juego verbal incontinente que no da tregua, compuesta a la manera del Arte nuevo de hacer comedias de Lope, pero con más mimbres que el autor ingenia de su cosecha. El dinamismo de las acciones que se suceden y entremezclan en pasado, presente y futuro, con una idea que nos recuerda la serie televisiva «El ministerio del tiempo», no da respiro al espectador y tejen una trama muy bien hilada que precisa de una atención redoblada para seguirla. Juega el autor con las relaciones de sus personajes entre los siglos XVII y XXI. El «gracioso» Pico dice en uno de sus monólogos: «Que se queden los demonios con el siglo veintiuno! Yo me vuelvo al XVII, porque si esto es el futuro prefiero mi pobre casa, mi sol, mi burro, mi bota de vino tinto y mi cielo de aire puro al paradisiaco infierno de este triste nuevo mundo». Sin embargo, es evidente que atrás solo se vuelve en el juego, en el teatro, en el recuerdo de la cultura y no en la realidad que representa la profesora de literatura, personaje que el dramaturgo se inventa para dar coherencia a la historia que se plantea y que evidencia lo que es el espíritu y los principios de esta obra al afirmar con rotundidad: «Alba es mi nombre, doy clase de lengua y literatura, amo el arte y la cultura, lo haría aunque no cobrase, a gente joven enseño como un sherpa aventurero le muestra el desfiladero de las montañas del sueño y lucho por un país que devuelva su valía al teatro y poesía de los clásicos».
Que el texto juegue con los conceptos de las comedias de magia y capa y espada lopescas y calderonianas y los epígonos de ambos es solo una apuesta imaginativa para dar luz a una teatralidad entretenida cuyos esquemas básicos están trazados en el teatro clásico español. Es preciso tener mucha cultura teatral, mucho saber filológico y un razonable ingenio para engendrar y parir con parto natural un hijo literario tan rollizo, tan guapo, tan sano, tan bien formado y tan cabalito como el que el ilustrado y estudioso Tato nos pone sobre el escenario.
En el fondo se adentra en el tema del tiempo, algo capital en la estructura y también en el devenir de los personajes y su manera de ir entendiendo el mundo, su mundo, en un escenario u otro de la historia. Es un tiempo que se mueve teatralmente de la única manera en las que es posible hacerlo cuando deja de ser lineal, por medio de la argucia mágica de una bruja. Pero siendo esto sustancioso, además del carpe diem clásico, también aparecen el amor, los celos, y algo muy importante: una mujer con criterio propio cuyo fundamento vital es el afán por saber y cultivarse. Citas como María de Zayas y otras de ese nivel son una referencia. En un análisis con rigor me atrevería a decir que Tato ha apostado por una obra de evidente contenido feminista bien incardinado en la realidad social actual. La crítica social tampoco es ajena a la pluma fina de un conocedor del Siglo de Oro, al que moteja de «siglo del barro», tiempo de hambre, escoria o de olor hediondo, entre otras tablillas de un abanico conceptual. No es más complaciente con la sociedad actual, de la que habla de personal mal encarado, que anda casi desnudo, que va a lo suyo, que no saluda nunca o que se pasa el tiempo atrapado por un artilugio pequeño y luminoso entre las manos al que mira con fruición. Hay mucho más, pero ese mucho más trasciende el contexto en el que escribo esto de prisa y corriendo.
La forma lingüística es otro gran sustento de Todas hieren y una mata . Elogios mil me vienen a la pluma, pero no quiero ser ni conceptista ni culterano, así que ¡viva la versificación de este «Fénix de los ingenios II» que es Álvaro Tat o. Tiene el raudo discurrir de Lope, la sonoridad de Calderón, toques con el deje donoso de Muñoz Seca; la medida exacta y la rima sin traerla nunca por los pelos; se atreve con estrofas variadas, romancea como un maratoniano y sonetea como un corredor de mil quinientos, y no desdeña ni redondillas ni octavas reales; es de sintaxis más lógica que hiperbática; no abusa de la retórica retruecánica; la metáfora es para que todo dios la entienda; y el léxico es de un registro culto, bien elegido, y con una semántica que deja muy claras las funciones referencial, emotiva, poética y apelativa, a veces. Incluso una escena de latinajos se entiende perfectamente
Fondo y forma; clásicos de ayer y ¿por qué no de hoy? ¿Qué es un clásico? El autor lo resuelve en un soneto que recita el personaje Alba: «Despertarse, soñar, estar contento, triste, feliz, eufórico, doliente, danzante, quieto, gélido, caliente, lúcido, alucinado, turbulento, viajar entre la risa y el lamento, confundir el ayer con el presente, comprender lo que el otro piensa y siente, hacer de cuatro siglos un momento, andar siempre con alas en los pies, creer que el mundo en un soneto cabe, volver el tiempo entero del revés, cumplir un sueño y no querer que acabe, vivir miles de vidas. Esto es un clásico. Quien lo probó lo sabe».
El título Todas hieren y una mata, por si alguien no lo ha adivinado, se refiere a las flechas –agujas- del reloj; «Vulnerant omnes, ultima necat» es una inscripción sobre un reloj de sol en la torre de la iglesia de Urruña, que don Pío Baroja tuvo siempre muy presente, también aparecía en los relojes suizos. Digo esto porque a la entrada del teatro me encontré a alguien que pensaba que el título se refería a las mujeres y nada más lejos de esa realidad. El tiempo y sus flechas, o las de Cupido, como símbolo y realidad. La obra por lo demás es un trampantojo en el que cabe el metateatro, la metaliteratura y gavillas y gavillas de guiños y referencias literarias; supone una lección que sin duda sus semillas germinarán mejor en el terreno abonado de un espectador con una cultura literaria ponderada.
Ya sé que no estoy haciendo un artículo de crítica teatral que responda al canon del género, pero es que me he ido diluyendo entre el asombro y la fascinación y me ha quedado poco espacio para la reflexión sobre las cosas propias del teatro.
La escenografía es de las que podemos llamar imaginativas, de esas en la que el espectador se tiene que imaginar todo porque en el escenario no hay nada, excepto una muy bien diseñada iluminación, con un círculo de luces en el escenario. Un lienzo en el que por un lado pone libros y por el otro, jardín, es casi el único elemento, junto a una peana o plataformilla en la que de vez en cuando se sube un actor para simbolizar, por ejemplo, un árbol o una iglesia. Los figurines muy bien diseñados para dar carácter a los personajes; quizá cantaba un poco el de la bruja, que me ha parecido un contraste disonante en un contexto equilibrado. La música en directo es sencilla y elemental. Los actores tocan percusión, canta y bailan. Me ha parecido muy leve, breve son.
La interpretación buena es lo que en suma hace a un texto excelente, mucho mejor, como es el caso. Yayo Cáceres ha realizado un medido trabajo con los actores y actrices. Han dicho todos muy bien el verso, con unas cadencias de ritmo sintáctico, que siempre es mejor que con el sonsonete tradicional de las pausas versales finales. Se han movido con una expresión corporal muy estudiada, minuciosa en ocasiones, como la del personaje de la bruja, y han encarnado los personajes de los desdobles con versatilidad y registros cambiantes sin solución de continuidad. Siempre se es un poco injusto cuando se destaca a unos sobre otros en estas obras muy corales; en mi subjetividad pienso que Alba Benegas, en su doble papel de Aurora (dama) y profesora, ha representado estupendamente dos personajes con características contrapuestas y lo ha hecho con equilibrio, sin desmesura, con carácter y transmitiendo muy bien el mensaje, tanto el de la profesora de secundaria (es que son así la mayoría), como el de mujer con criterio (lo que antes llamé símbolo del feminismo) en un contexto machista y de honor. Con muy gran nivel ha representado al gracioso Pico el actor Diego Morales . Da la sensación de que es él quien sustenta el peso de la obra; y desde luego es el artífice de la comicidad y de que la atención del público no decaiga. Realiza un excelente trabajo, reforzado además por una acertada caracterización con la ropa que lleva. Sol López , muy interesante su manojo de matices en el papel de criada de Aurora y muy especialmente en las escenas en las que se muestra dispuesta y deseosa de emparejarse con Picó, en las que está excelsa. Como bruja lo más significativo es su trabajo de expresión corporal con brazos y manos, muy propio del mundo clásico de la brujería. Antonio Hernández, como el galán, se ha desenvuelto con rectitud dibujando un enamorado joven al que le falta un poco más de pasión o de convencimiento. Carlos Lorenzo ha encarnado un corregidor con más autoridad de amador entrado en años que busca dama joven, que con la severidad que le debiera dar el cargo, pero ha estado convincente y verosímil.
En suma que Álvaro Tato , con Todas hieren y una mata, ha realizado una apuesta de espectáculo teatral trepidante, con desbordante imaginación, con humor, y una idea actualizada de lo clásico, en la que, sin renunciar al divertimento, nos deja un muy medido poso cultural, a la vez que no huye de la crítica fina y pone en primer término uno de los temas candentes del mundo actual, el protagonismo de la mujer con criterio propio, independiente y ajeno al de los hombres que la rodean.
Los aplausos finales, con los espectadores en pie, han agradecido y han premiado un trabajo teatral asaz interesante.